lunes, 25 de agosto de 2014

Sexta sesión: Historia Eclesiástica

LA IGLESIA IMPERIAL

Mientras el imperio romano se iba desmoronando y las persecuciones arreciaban contra los cristianos, en Occidente ocurre un acontecimiento trascendental. Constantino, el hijo de Constancio Cloro, es declarado augusto por los soldados a la muerte de su padre (306). Su madre, Elena, era catecúmena cristiana. Sin embargo, las cosas no serian nada fáciles para Constantino, pues en lugar de cuatro, pronto hubo siete emperadores en lucha unos contra otros. Constantino elimina uno tras otro a sus competidores de occidente. En 312 comienza la guerra contra Majencio. Durante la misma un hecho prodigioso (narrado por Eusebio en la Vida de Constantino) produce un sentimiento de simpatía de Constantino por el cristianismo. Antes de su victoria definitiva junto al puente Milvio, mientras invocaba la protección del dios paterno, habría visto sobre el sol el signo de la Cruz con la siguiente inscripción: in hoc signo vinces (con este signo vencerás). Durante la noche siguiente se le habría aparecido Jesús con la Cruz y le habría ordenado grabarla en los escudos de los soldados. Pero Lactancio, más cercano a Constantino, habla sólo de un sueño. Lo cierto es que Constantino experimentó de algún modo un auxilio de Cristo durante la campaña militar, y esto pudo haber influido en su opinión favorable hacia los cristianos.

Otras posibles influencias pueden ser los antecedentes de su padre, que no puso en práctica los edictos de persecución de Diocleciano. O tal vez la posible presencia de cristianos en su familia: una hermanastra por parte de su padre se llama Anastasia (gr. resurrección), nombre casi exclusivo de cristianos). O tal vez la aversión a Diocleciano y a Galerio (que quisieron desplazarlo en la sucesión del imperio), que pudo hacerle intentar una política religiosa distinta. La manifestación más importante de cambio fue la carta al gobernador de Bitinia, llamada tradicionalmente edicto de Milán. Firmada con su cuñado Licinio (augusto de Oriente) en febrero de 313, esta carta concede plena y total libertad de culto para todos los súbditos del Imperio, citando expresamente a los cristianos. También restituye a la Iglesia los bienes inmuebles confiscados durante la última persecución:

"Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente en Milán, para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar junto con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención para el bien de la mayoría, tratar, repetimos, de aquellos en los que radica el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad. Así pues, hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de que a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más conveniente, a fin que la suprema divinidad, a cuya religión rendimos este libre homenaje, nos preste su acostumbrado favor y benevolencia. Por lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propias de nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la religión cristiana, hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y molestia... Y además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que se les devuelva los locales en donde solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido compradas por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ellos ningún dinero de ninguna clase de indemnización..." (transmitida por Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores 48).

1)  El cristianismo como religión del Imperio.

Desde su victoria sobre Majencio Constantino manifiesta su simpatía por el cristianismo. A las medidas ya generosas de Licinio, añade en sus nuevas provincias de África favores en beneficio del clero de la Iglesia, distribución de dinero, exenciones fiscales. Así en 315 se acuñan símbolos cristianos en las monedas imperiales, de las cuales desaparecen los signos paganos en 323. La Iglesia recibe un estatuto jurídico privilegiado, por el cual las sentencias de un tribunal eclesiástico son también válidas ante el Estado. Los obispos son considerados al mismo nivel que los gobernadores de provincias. Vemos también que la inspiración cristiana comienza a aparecer en la legislación imperial. Los cristianos ahora acceden al Consulado, a la Prefectura de Roma, a la Prefectura del Pretorio. Por otro lado aparecen las primeras restricciones respecto al culto pagano: se prohíben los sacrificios privados, la magia y los auspicios en los domicilios privados. Finalmente Constantino educa a sus hijos en el cristianismo, aunque él no recibirá el bautismo hasta dos meses antes de su muerte.

Licinio, por su parte, va cambiando su actitud para con los cristianos hasta convertirse en perseguidor. Después de expulsar a los servidores cristianos de su palacio, y de entorpecer las reuniones sinodales y de culto, viola el edicto de Milán al obligar a todos los soldados de su ejército a ofrecer sacrificios a los dioses. Constantino reaccionó declarando la guerra a Licinio, que fue vencido definitivamente en Tracia (324) y asesinado por orden de Constantino (325), quedando éste como único dueño del imperio. Los cristianos de Oriente recibieron a Constantino como a su liberador. Éste, por su parte trasladó la residencia imperial a Bizancio (330), constituyendo allí una ciudad enteramente cristiana: Constantinopla.

Con esta paz en la Iglesia, quedan removidos todos los obstáculos, sean legales o materiales, que dificultaban la evangelización. La generosidad del emperador y de su madre cristiana se traduce en donación de edificios oficiales (basílicas) para que los cristianos los usen para el culto, y en la construcción de otros magníficos edificios nuevos destinados al mismo fin: la primera basílica de San Pedro en la colina Vaticana, la del Santo Sepulcro en Jerusalem, la de la Natividad en Belén, todas las iglesias en Constantinopla. Las conversiones se multiplican y se fundan nuevas sedes episcopales. La política imperial tan favorable al cristianismo empuja a la cristianización del Imperio romano en su totalidad y hace de Constantino el primer emperador cristiano. El cambio total que se dio en la relación Imperio-Iglesia hizo que comenzara a verse al ahora Imperio Cristiano como una imagen del Reino de Dios, en cierta manera materializado en la tierra:

"Expurgada así realmente toda tiranía, el imperio que les correspondía se reservaba seguro e indiscutible solamente para Constantino y sus hijos, quienes, después de eliminar del mundo antes que nada el odio a Dios, conscientes de los bienes que Dios les había otorgado, pusieron de manifiesto su amor a la virtud, su amor a Dios, su piedad para con Dios y su gratitud mediante obras que realizaban públicamente a la vista de todos los hombres" (Eusebio, Hist. Ecles. X,2,9).

El emperador no podía quedar al margen de las realidades espirituales. Al establecerse la relación entre Iglesia y Estado los problemas religiosos afectaban al imperio, así el emperador se veía en la obligación de intervenir en las querellas religiosas. De esta manera el interés del emperador no solo era la pacificación de la sociedad, sino que intervenía como un involucrado, pero además como jefe del pueblo cristiano.

El primer problema del que debió ocuparse Constantino fue el cisma africano de los donatistas, suscitado como consecuencia de la persecución de Diocleciano. El problema se inicio con la elección para la sede de Cartago del archidiácono Ceciliano, cuya consagración fue puesta en duda, pues uno de los tres obispos que intervinieron en la consagración era considerado culpable de traditio. Eran considerados traditores los obispos que, obedeciendo a la orden de Diocleciano, habían entregado los Libros Santos. Contra Ceciliano fue elegido otro obispo al que poco después sucedió Donato. Para los donatistas era tan grave haber sido un traditor que incluso los que entraban en comunión con estos o eran sucerores suyos contraían la misma mancha. Consideraban inválidos los sacramentos administrados por los traditores o por sus sucesores, por lo que rebautizaban a los cristianos que ingresaban a sus filas. Surge en Cartago y en todo el norte africano una división que enfrenta a la autodenominada Iglesia de los Santos (los donatistas) y a los traditores (la Iglesia presidida por Ceciliano). Los donatistas apelaron al emperador para que reconociera sus derechos. Constantino encomendó el asunto a los obispos de Italia y luego de la Galia. Éstos condenaron en el concilio de Arlés en 314 a Donato y la costumbre de rebautizar. Una vez oídas ambas posiciones, Constantino se pronunció a favor de Ceciliano y ordena a los donatistas entregar las iglesias que habían ocupado. Escribe en una carta a Ceciliano:

Los donatistas se resistieron, aún ante la intervención del ejército, resultando de esto motines y víctimas (honradas como mártires por ellos). Es interesante apreciar un cierto elemento nacionalista bereber (pueblos norafricanos) en esta controversia, que aparece a veces como una reacción contra la colonización romana: sea el Estado perseguidor o la Iglesia universal comprometida con los traditores. Dotados de espíritu sectario, los llevará a sobreestimar el martirio al punto de provocar incidentes. El Estado no tiene más salida que concederles la tolerancia en 321. Las consecuencias doctrinales son valiosas. La Iglesia se ve obligada a precisar en los años siguientes, la doctrina de los sacramentos; éstos tienen eficacia a partir de la acción misma realizada (ex opere operato) y no a partir de aquel que realiza la acción sacramental (ex opere operantis). Es decir que su eficacia no depende de la santidad del ministro. Agustín de Hipona, dirá más tarde: "Aunque sean muchos los ministros santos o pecadores, la santidad del bautismo se debe al que bautiza en el Espíritu Santo”.

El giro iniciado por Constantino llega a ser de este modo completo. De perseguidores, los paganos han pasado a ser perseguidos. Y de perseguidos, los cristianos llagaron a ser perseguidores. El poder estatal, antes al servicio del paganismo, está ahora al servicio del cristianismo. Pero siguen funcionando las mismas estructuras mentales. Era inconcebible, para un romano tradicional, la separación entre la religión y el estado. Pocos años antes, el negarse a sacrificar a los dioses de Roma era un delito contra el Imperio. El ateísmo era castigado con la pena capital; y los cristianos eran acusados principalmente de ser ateos. La religión seguía siendo el fundamento de la sociedad. Pero la religión de la sociedad había cambiado y los atentados contra ella seguirían siendo castigados con la misma pena capital.

Mientras tanto, en los países orientales había surgido otra contienda, doctrinal. Un presbítero de Alejandría llamado Arrio, intenta definir la doctrina del Padre en la Trinidad, demostrando una tendencia subordinacionista, ante su obispo Alejandro, quien convoca un sínodo de casi cien obispos de Egipto y Libia, condenando finalmente su enseñanza y excomulgándo a él y a sus partidarios. Arrio, no acepta la condena, y  busca apoyo en Palestina, y junto a Eusebio de Cesarea, en Asia Menor y Eusebio de Nicomedia, y los sínodos provinciales de Bitinia y Palestina es rehabilitado. A partir de entonces, la polémica llegó a extenderse a cada región del Imperio, reaccionando los obispos uno contra otro. Enterado de esto, Constantino con el fin de mantener la unidad del imperio intervino convocando a todos los obispos de Oriente y Occidente al concilio de Nicea. Aun que el concilio señalo y condeno la herejía arriana no pudo frenarla. Esto se verá claro a la muerte de Constantino (338), cuando se repartieron el Imperio sus hijos Constante en el Occidente (protector de la fe nicena) y Constancio II en el Oriente (que permanecerá bajo la influencia de los teólogos arrianizantes). Al mismo tiempo estos emperadores continuaron la cristianización del Imperio, pero sin tener en cuenta el edicto de tolerancia de Milán, que permitía la libertad de todos los cultos. Ambos prohíben los sacrificios paganos, y obligan a cerrar sus templos. A la muerte de Constante, Constancio aplicará la pena de muerte para reforzar estas leyes. Cincuenta años antes eran los cristianos los que morían por negarse a hacer lo que ahora se prohibía. Se sucedieron en esos años varios concilios locales que propusieron fórmulas de fe diversas, desde algunas semiarrianas hasta una vagamente ortodoxa. Pero los obispos se negaron a firmarlas.

La Iglesia se había visto beneficiada por el edicto de tolerancia y el favor del emperador, pero comenzaba a ser seriamente perjudicada por esta misma protección. Todos estos conflictos sembraron la división en cada Iglesia local. Atanasio de Alejandría conocerá siete destierros y el temor de la persecución, renacía cuando Juliano se enfrentó a su primo Constancio y lo venció, quedando como su sucesor del cargo y tendría un gobierno muy hostil hacia los cristianas: Les privó de los privilegios concedidos por Constantino y sus hijos. Restauró y organizó el culto pagano, habiendo sido él cristiano; por eso se lo llamará el Apóstata. En las poblaciones donde los paganos eran mayoría los cristianos sufrieron muchas vejaciones, y a veces el martirio. Pero sobre todo, para debilitar el cristianismo, favoreció la confusión arriana. Permitió que regresaran todos los obispos desterrados, para que las diversas facciones se hicieran mutuamente la guerra. Pero esta situación duró poco tiempo, pues en 363 Juliano murió luchando contra los partos.

Sin embargo, los problemas seguirían, por acusaciones entre obispos. Prisciliano, obispo de Avila, en Hispania, había sido acusado de maniqueísmo ante un concilio local, que condenó sus doctrinas, sin tomar medidas disciplinares contra él. Más tarde, sus acusadores llevaron la acusación al emperador Máximo, que aplicó el rigor de la legislación romana contra los que atentaban contra la religión. Martín, obispo de Tours, exhortó al obispo acusador a que desistiera y al emperador a que no derramara sangre: Sin embargo, Prisciliano y muchos de sus partidarios fueron ejecutados en 385 bajo la acusación de inmoralidad y de magia. Fue la primera vez que se condenó a muerte a cristianos por herejía. Este hecho provocó un inmenso pesar incluso en personajes como el obispo Ambrosio de Milán que, aunque se había negado a recibir a Prisciliano, no dudó en romper relaciones con los obispos acusadores. Mas adelante el obispo Ambrosio se enfrentaría al emperador Teodosio con ocasión de un episodio sangriento en 390, en donde muchos alcanzaron a ser asesinados en un estadio por el asesinato de un soldado romano, . Ambrosio le impuso pública penitencia, y el emperador debió humillarse como cualquier pecador y someterse a la disciplina penitencial de su propia Iglesia. Ambrosio le recordó que el emperador cristiano no es señor, sino hijo de la Iglesia, como cualquier bautizado.

Luego en 392 Teodosio promulgó un edicto contra las herejías y el paganismo, ya no se llama religión a la de los antiguos romanos, sino a la de los cristianos; y ya no se llama superstición al cristianismo, sino al paganismo. En esta misma línea se suprimen en 394 los juegos olímpicos. Esas situaciones tensas, en las que el emperador se apoderaba de atribuciones de juicio que pertenecían al orden espiritual, o aquellas otras en las que el emperador debía someterse a dicho juicio, dejaron entrever cuán peligrosa resultaba la alianza entre la Iglesia y el Imperio. No todos los pastores tenían la convicción y valentía de Ambrosio, y por eso los privilegios seguirán siendo bienvenidos y muchas veces buscados por tal o cual obispo. Pero no faltarán tampoco voces decididas como la del presbítero Jerónimo, que no tiene inconvenientes en decir: "Desde que la Iglesia vino a estar bajo emperadores cristianos, ha aumentado, sí, su poder y riqueza, pero ha disminuido su fuerza moral" (Vida de S. Malco PL 23, 55 B).

Teodosio, según esa intención de combatir la herejía, desplazó de sus cátedras a los obispos arrianos y convocó en 381 un concilio en Constantinopla para restablecer la ortodoxia. El arrianismo comenzaba a declinar, pero no sólo a causa de una decisión imperial. Algunos personajes contribuyeron a eso mediante su contribución teológica. Entre ellos el obispo Basilio en Cesarea de Capadocia, Gregorio de Nacianzo (obispo de Constantinopla), el obispo de Roma, Dámaso. Sus aportes iluminaron la oscuridad de una época marcada por la inquietud teológica. La aportación de los escritores procedentes de Capadocia fue decisiva para el desarrollo de la doctrina trinitaria y para la comprensión del credo Niceno. Solo ellos consiguieron concluir definitivamente la lucha arriana. El cambio de situación del cristianismo frente al imperio hizo que el ser cristiano dejase de implicar el riesgo de ser ejecutado. Al contrario, la protección del Estado movió a muchos a solicitar el bautismo sólo para gozar de ese beneficio. Se hacía necesario entonces efectuar un severo control de los candidatos para verificar si estaban realmente dispuestos a vivir las exigencias morales que requería el bautismo. El obispo Cirilo de Jerusalem les decía a los catecúmenos que pueden tener las motivaciones más rastreras ocultas en su corazón: "Puede ser que hayas venido con otro pretexto. A veces un hombre desea conquistar a una mujer y viene para ello. Lo mismo podría decirse de alguna mujer. A veces se trata de un esclavo que desea agradar a su amo, o de un amigo por agradar a su amigo. Y yo me trago la carnada del anzuelo y te acepto a ti que vienes con mal propósito, pero lo hago con la buena esperanza de salvarte" (Catequesis previa 5). Por eso se organizó un catecumenado (tiempo de formación) para preparar a los candidatos al bautismo.

Cuando un pagano deseaba hacerse cristiano y era aceptado por el obispo, tenía que someterse a algunas ceremonias preliminares, después de las cuales era contado entre los cristianos, pero todavía no entre los fieles, pues aún no había recibido el bautismo. En algunos el catecumenado se eterniza. Retrasan el bautismo hasta su ancianidad o el lecho de muerte. Como el bautismo perdona todos los pecados y la reconciliación de los bautizados que pecan se concede en este tiempo una sola vez en la vida, más vale aguardar a que se calmen las pasiones para comprometerse definitivamente. Por eso la Iglesia concentró sus esfuerzos en aquella época por atender más a los que piden efectivamente el bautismo para una fecha cercana.

2)  La Teología Oficial: Eusebio de Cesárea

Teólogo, historiador eclesiástico y erudito, es probable que Palestina fuera su lugar de nacimiento. Eusebio Pánfilo, adoptó el nombre de Pánfilo por su amigo y profesor Pánfilo de Cesarea, cuya amplia biblioteca le proporcionó gran parte de los materiales históricos para sus obras literarias posteriores. Eusebio colaboró además con Pánfilo en una edición de Septuaginta basándose en el Hexapla del escritor y teólogo cristiano primitivo Orígenes, y en la preparación de una apología (cinco libros, en la actualidad perdidos) de las doctrinas de éste. Tras el martirio de Pánfilo, Eusebio abandonó Cesarea y se fue a Tiro. Más tarde huyó de esta ciudad durante las persecuciones de cristianos a comienzos del siglo IV, y es probable que fuera encarcelado a su llegada a Egipto. Las persecuciones cesaron después del año 310 y fue puesto en libertad. Hacia el año 314 Eusebio se convirtió en obispo de Cesarea. En el Concilio de Nicea, en el año 325, Eusebio pronunció el discurso de apertura y se convirtió en el líder de los semiarrianos, un grupo moderado contrario a la discusión de la naturaleza de la Trinidad, que preferían el sencillo lenguaje de las Escrituras a las sutilezas de las distinciones metafísicas. En Nicea aceptó la posición de Atanasio, aunque mostró inclinaciones arrianas en los sínodos de Antioquía (324) y Tiro (335). Eusebio contó con la protección de Constantino I, emperador de Roma y fue uno de los hombres más instruidos de su tiempo.

Aparte de sus escritos históricos, Eusebio fue responsable de los Eusebian canons, un sistema de referencias a los Evangelios utilizadas en muchos manuscritos bíblicos. Eusebio preparó o perfeccionó la obra del teólogo alejandrino del siglo III Ammonio, dividiendo el Evangelio de Mateo en 355 secciones, el de Marcos en 236, el de Lucas en 342 y el de Juan en 232, con el número de cada una de éstas (llamadas secciones ammonianas) anotado al margen del texto. A consecuencia de la similitud de materias, muchas secciones de un Evangelio eran casi idénticas a las de uno o varios de los otros Evangelios. Para facilitar la consulta, Eusebio elaboró 10 tablas o listas clarificadoras. Fue un escritor prolífico, autor de dos obras apologéticas, así como de una historia del mundo hacia el año 303 y hacia el 324 de una historia de la Iglesia cristiana. Autor, por tanto, de la Historia cristiana, apologética, fue el dignificador del Imperio Romano, en el sentido de cambiar el concepto de bestia del cristianismo a defensor del mismo. Estuvo, quizás, demasiado ligado al poder.

3)  La extensión del cristianismo en la Europa Occidental

En la misma medida que el cristianismo niceno era visto como fe romana, el arrianismo era considerado, desde el asentamiento de los pueblos bárbaros en Occidente, como la fe germánica por excelencia. Al lado del arrianismo, quedaba el paganismo de los francos, de los anglos, jutos y sajones, establecidos en Britania y de los pueblos germanos que no habían alcanzado los límites del imperio. Se daban, por tanto, una serie de confrontaciones: Catolicismo (nicenismo) - arrianismo (de gran parte de los pueblos germánicos). Paganismo (francos, anglos, jutos y sajones)- cristianismo. Cristiandad céltica: Católica pero con ciertas singularidades que la hicieron distinta de la Romana (datación de la Pascua por ejemplo).

          i.      Los Reinos Germánicos

El responsable de la “arrianización” de una parte de los pueblos germánicos, es un godo llamado Ulfilas (lobezno), consagrado obispo en 341 por el arriano Eusebio de Nicomedia. Ulfilas instruiría a las poblaciones germánicas acantonadas en las bases del arrianismo, llevando a cabo, incluso, la traducción a la lengua gótica de algunos pasajes de la Biblia. En 383 los godos estarían casi convertidos por completo al arrianismo y de ahí pasó a otros pueblos. El arrianismo se volvió una especie de religión nacional que tenía la ventaja de proporcionar una gran cohesión étnica a las minorías germánicas frente a las masas de provinciales. Ese afán por conservar su pureza étnica y no verse diluidos en la masa fue la causa de la prohibición de celebrar matrimonios mixtos y que no sería derogada hasta Leovigildo.

La tolerancia e intolerancia entre germánicos y cristianos fue caprichosa. habían situaciones de intolerancia como cuando los vándalos pasaron al Norte de África en 429 y con su imponencia arriana causaron problemas al clero católico. Genserico y Ulterico, según el relato de Víctor de Vita (sacerdote del clero cartaginés 484 y obispo de Vita), llevarían a cabo terribles persecuciones. Pero hay también períodos de tolerancia, como cuando Justiniano recupera la zona y es recibido prácticamente como un salvador. En el extremo de mayor tolerancia estarían los burgundios que representan un prodigio de buen entendimiento. Se asientan en el valle del Ródano. El monarca Gondebaldo se hizo muy amigo de Avito, obispo de Vienne y Segismundo su heredero se convirtió al catolicismo en 505. Podría decirse que el nicenismo fue un paso más en la romanización deseada por los burgundios. Por su parte Los suevos acabaron establecidos en la Galicia y tienen una trayectoria espiritual en constante revisión. Se ha dicho que cuando cruzaron el Rin eran paganos, y que cuando se instalan en Galicia se convierten al catolicismo, en 465 se habrían hecho arrianos por influencia visigoda pero que en vísperas de su absorción por Leovigildo volvieron a hacerse católicos.

         ii.      El Reino Vándalo De Africa

Uno de los reinos de más breve duración fue el que establecieron los vándalos al norte de Africa. Y sin embargo, su corta existencia fue de gran importancia para la historia de la iglesia. Al mando de Genserico, los vándalos tomaron la ciudad de Cartago en el 439, e hicieron de ella la capital de su reino. Pronto éste se extendió a toda la mitad occidental de la costa norte de Africa. Desde allí emprendieron una serie de incursiones que pronto los hicieron árbitros de la navegación en el Mediterráneo oriental. Así se hicieron dueños de Cerdeña, Córcega y, por algún tiempo, Sicilia. Por fin, en el 455 tomaron y saquearon la ciudad de Roma. Y en ese caso el estropicio fue aún mayor que cuando Alarico y los godos tomaron la ciudad. Genserico era arriano convencido, y por tanto trató de forzar a los católicos a aceptar la fe arriana. (así como donatistas), pronto se desató la persecución. Todas las iglesias fueron confiscadas y entregadas a los arrianos, al tiempo que se expulsaba del país a los obispos católicos.  A la muerte de Genserico, en el 477, le sucedió Unerico, quien al principio fue más comedido en su política religiosa. Pero Genserico había establecido toda una jerarquía arriana, bajo la dirección de un patriarca de Cartago, y cuando hubo un conflicto entre dicho patriarca y el obispo católico de la ciudad la persecución se desató con más fuerza que antes. Unerico les prohibió a sus súbditos vándalos hacerse católicos o asistir al culto católico. Poco después prohibió enteramente el culto católico, y expulsó a los obispos y a buena parte del clero.  Muchos fueron torturados, y a algunos se les cortó la lengua. Fue por razón de esta persecución que el término “vandalismo” adquirió el sentido que hoy tiene. Unerico murió en el 484, y entonces amainó la persecución. La política del rey Trasamundo fue dejar que el catolicismo muriera por sí sólo, sin perseguirlo abiertamente. Con ese propósito continuó la prohibición de que los vándalos se hicieran católicos nicenos, y promovió debates entre los católicos y los arrianos. En tales debates el obispo Fulgencio de Ruspe salió a relucir como uno de los grandes defensores de la ortodoxia.

Por fin, bajo el gobierno de Ilderico, se les dio más libertad a los católicos. Fulgencio de Ruspe se puso a la cabeza de un movimiento renovador, y junto al obispo Bonifacio de Cartago convocó a un sínodo que se reunió en el 525. Pero el reino de los vándalos estaba destinado a desaparecer pronto. La porción oriental del Imperio Romano, con su capital en Constantinopla, estaba gozando de un nuevo despertar bajo el reinado de Justiniano. Uno de los sueños de Justiniano era restaurar la perdida unidad del Imperio, y por ello tan pronto como los vándalos le dieron ocasión para ello envió a su general Belisario al mando de una flota que se apoderó de Cartago en el 533, y pronto destruyó el reino vándalo. A partir de entonces el arrianismo fue desapareciendo del norte de África. Todo esto, sin embargo, tuvo funestas consecuencias para la iglesia en la región. Ya que la iglesia en el norte de África se hallaba dividida a causa del cisma donatista. Ese cisma persistía aún. A ello vino a sumarse ahora medio siglo de gobierno arriano, y una nueva conquista por parte de tropas que en fin de cuentas eran casi tan extranjeras como los vándalos mismos. El resultado de todo esto fue que la región quedó tan dividida, y el cristianismo en ella tan debilitado, que la conquista árabe siglo y medio después fue relativamente fácil, y después de esa conquista la fe cristiana desapareció.

        iii.      El Reino Visigodo De España

De los visigodos, se dice, que sometieron a los católicos nicenicos a persecuciones tanto en época del reino de Tolosa (hasta 507), como en época del reino de Toledo (hasta su conversión en 589). Los testimonios de persecuciones vienen de Sidonio Apolinar, obispo de Clermont, quien señala a Eurico como responsable de que hubiese una serie de sedes vacantes (Burdeos, Bazas, Cominges, etc.) y una serie de parroquias desoladas. Se dice de Alarico II fue un feroz perseguidor de los católicos nicenicos y que tuvieron que llamar a Clodoveo rey de los francos en su socorro, aunque no siempre fue así, pues en muchos casos hubo colaboración entre obispos y visigodos, en una ocasión los obispos fueron los interlocutores entre el rey Teodoredo y el “emperador” Valentiniano, llegándose a un acuerdo sobre Arlés que fue aceptado por ambas partes y siguió con las negociaciones entre Eurico y Julio Nepote, además también considerados como representantes provinciales, cuando Alarico promulga la Lex Romana Visigotorum.  

Respecto al reino visigodo de Toledo lo más resaltado fue la persecución de Leovigildo que se concretó con las represalias sobre los obispos Juan de Biclara y Masona y con el martirio de su hijo Hermenegildo. Los problemas políticos se iniciaron cuando Hermenegildo hijo de Leovigildo se caso con la princesa católica franca Ingunda, y su conversión al catolicismo, esto provocó una creciente tensión en las relaciones con su padre. La dificultad se vio en la posible sucesión de un rey católico al trono de una nación arriana. La tensión diplomática existente entre católicos y arrianos se vio endurecida por la intransigencia de la esposa de Leovigildo, Goswinta.  El conflicto armado comenzó en el año 581, y se prolongó hasta 584. Finalmente Hermenegildo termino siendo capturado y decapitado al negarse a recibir la comunión de un obispo arriano y su esposa murió en su trayecto hacia África donde había pedido asilo.

Juan de Biclaro obispo godo y católico de Masona fue presionado por Leovigildo para que se haga arriano, al no ceder fue desterrado a Barcino (Barcelona) pero a los 10 años nuevamente llamado por el mismo monarca para hacerse cargo de un monasterio. En el proyecto unificador de Leovigildo estaba conseguir atraer a los católicos hacia un arrianismo propugnando el diálogo entre católicos y arrianos. A la muerte de Leovigildo, Recaredo hijo y sucesor asume el reinado y luego se convierte al catolicismo en el III concilio de Toledo, con lo que llevó a cabo la unificación religiosa entre visigodos e hispanorromanos. Lo que aspiró su padre se logro, pero de forma inversa.  La monarquía visigoda ha sido definida como una monarquía conciliar. Los 17 Concilios de Toledo, unían los intereses de monarquía y alto clero.  El paso al nicenismo de los visigodos, supuso un proceso de germanización del alto clero. La intervención real en el nombramiento de cargos era evidente e interesada ya que los contactos con Roma eran muy escasos. Desde el año 589 las disputas teológicas solo se darían entre visigodos y judíos, ya se podría hablar de una tradición antijudía que arrancaría del Concilio de Elvira (314)  y que se va ratificando en Concilios posteriores, hasta llegar al Concilio XVII de Toledo de 694 en que las medidas contra los judíos fueron atroces condenándoseles a la esclavitud en toda la Península Ibérica.

        iv.      El Reino Franco En La Galia

El término franco habría que asociarlo a las razzias germanas del siglo III protagonizadas por francos y alamanes que llegan hasta la Península Ibérica. Los francos en el siglo V hacen valer su peso hasta el punto que, en el continente, será el único pueblo germánico que supere todas las vicisitudes y no desaparezca. Cuando en Oriente se habla de “francos”, se refieren a todos los pueblos occidentales, curiosamente esto ocurre con el pueblo menos romanizado y que estaba fraccionado políticamente. El asentamiento de los francos en la Galia está plagado de leyendas. La realidad empieza con Clodoveo, rey de Turne, uno de tantos caudillos francos a los que irá eliminando sin ningún escrúpulo hasta conseguir la unidad de la Galia, una unidad poco duradera desde el punto de vista político pero extraordinariamente fructífera desde el punto de vista católico. La entrada de los francos vino acompañada de la destrucción de ciudades. En 486 se produce la victoria de Clodoveo sobre Siagrio, general romano de Soissons. A partir de aquí, la leyenda se apodera de Clodoveo, Mantiene un primer contacto con San Remigio, obispo de Reims. En 496, con motivo de la batalla de Tulviac con los alamanes, Clodoveo invoca al Dios de su católica mujer Clotilde. Su victoria le decide a convertirse al catolicismo. En 496 se produce el bautismo de Clodoveo por Remigio obispo de Reims.

La batalla de Vouillé contra los visigodos de Alarico II, da una idea de la complicidad del episcopado de la Galia con un monarca que se ha hecho católico frente a un monarca arriano. En un brevísimo plazo, los francos se han hecho con el control de toda la Galia. Clodoveo muere en 511 y sus sucesores absorben Borgoña y Provenza. La Galia, por tanto, de los merovingios[1]. La unidad política se perdió tras Clodoveo. Las divisiones y subdivisiones del territorio, en manos de los monarcas merovingios, pesaron en el episcopado de la Galia. El episcopado de la Galia franca, sufre una tutela por parte de los reyes merovingios, los obispos desempeñan funciones políticas e incluso hubo dos de ellos que fueron asesinados en conjuras palaciegas. El caso de Radegunda, reina merovingia fundadora de algún monasterio desempeña el único papel digno representado por los merovingios. El Primer Concilio “nacional” de Orleans (511) reunió a los obispos de la Galia merovingia sometida a Clodoveo. En 614, el Concilio de París tiene su importancia. A partir de éste, la anarquía a la que queda sometido el territorio, impide que se celebren más Concilios

         v.      Las Islas Británicas

Tenemos pocas noticias de la penetración del cristianismo en época romana. Sabemos en Gran Bretaña de un mártir llamado Albano a mediados del siglo III, pero la existencia de comunidades cristianas no es fácil de verificar. A finales del Imperio romano, la comunidad cristiana en Britannia ya debía tener cierta vitalidad por el papel que representa el hereje Pelagio.  La irrupción de anglos, jutos y sajones provocó una desorganización de la estructura de las Islas Británicas, hacia 450 ya habrían llegado grandes masas de invasores, como federados de Roma desdeel 395. En 429 el obispo Germán de Auxerre dice que “Britannia es un territorio desvinculado de Roma y en plena anarquía”. Gildas, cronista bretón del siglo VI presenta la invasión de anglos y sajones como un castigo de Dios. La cultura indígena celta se vería reducida a las regiones occidentales (Gales, Cornualles y la península Armórica). Esto acabaría favoreciendo a un territorio que acabaría convirtiéndose en el original centro del cristianismo: Irlanda.

El primer apóstol de Irlanda fue Paladio y llego hacia el 431. Fue enviado a Gran Bretaña a luchar contra el pelagianismo y de allí a Irlanda. Fundaría obispados en Tigronei, Donar y Cilleen Cormac en las cercanías de Dublín, considerándosele el primer obispo. Pero el principal obispo sería San Patricio (c.389-c.461), prelado cristiano, también llamado el Apóstol de Irlanda, nació en Bannavem Taburniae al sudoeste de Gran Bretaña. Fue hijo de un decurión (magistrado local) y nieto de un presbítero, Su nombre británico fue Succat. A los 16 años fue raptado por los piratas irlandeses y pasó su cautividad trabajando como vaquero en la montaña Slemish en el condado de Antrim, según la tradición, o en el de Connacht. De joven tuvo visiones que lo impulsaron a escapar y tras seis años de esclavitud logró alcanzar la costa norteña de Gaul (hoy Francia).  Se preparó durante seis años en estudios bíblicos. Ordenado sacerdote, quizá por el obispo German, en Auxerre, volvió a Irlanda donde en el 431 fue nombrado sucesor del obispo Paladio. En 435 funda la sede de Armac, desde allí, iría delimitando la estructura eclesiástica de la Isla. Es posible que visitara Roma y volviese con reliquias. Su empleo del trébol como ilustración simbólica de la trinidad pasó a convertirse en el emblema nacional irlandés. Se conserva un extraño canto suyo, llamado el Lorica, en el Libro de los himnos, y en el Museo Nacional de Dublín se guarda la campanilla que utilizó en la misa. Su festividad tradicional se celebra el 17 de marzo Cuando San Patricio muere (460), el monacato irlandés es el elemento que caracteriza a la sociedad cristiana irlandesa junto con una diferente liturgia (bautismo, tonsura y sobre todo la datación de la Pascua), respecto a la cristiandad continental romana.  Otra característica de la Iglesia irlandesa es la actividad misionera. Destacan en ella elobispo Columbo con la fundación del monasterio de Jona (563) que muere en 615 habiendo fundado monasterios como el de Bobbio en Italia. El porvenir de la Iglesia, desde el punto de vista cristiano europeo, será de tradición romana o irlandesa. Uno de los culpables del triunfo de la liturgia romana sobre la celta será, sin duda, Gregorio Magno.

En la Pascua de 597, Agustín, prior del convento de San Andrés de Roma, fue enviado por Gregorio a  Inglaterra. Su primer éxito fue el bautismo del rey Edelberto de Kent. Agustín se pone al frente de esa Iglesia en Canterbury con la instrucción no de destruir el paganismo, sino de cristianizar las costumbres paganas. Aunque se presentan dos resistencias: el reino anglo de Mercia y la propia cristiandad céltica. Al final, las diferencias entre el ritual celta y el romano se resolvieron en el Sínodo de Whitby (664) que opta por el calendario romano para la Pascua. En 673, el Sínodo de Hertford es el primer concilio nacional inglés para organizar la Iglesia de Inglaterra con diez cánones disciplinares. Este Sínodo fue presidido por el obispo Teodoro de Canterbury que será la sede primada de Inglaterra. El obispo Teodoro era un griego de Asia Menor que había huido del avance musulmán. Otro avances a considerar seria las fundaciones monásticas (Wermouth, Jarrow), de las que saldrán importantes figuras, como; Beda el Venerable, primer historiador de la iglesia inglesa, o más tarde, Alcuino de York, teólogo erudito de Carlomagno.

        vi.      Los Reinos Bárbaros De Italia

Los ostrogodos mantuvieron unas relaciones con la Iglesia Católica similares a las de los visigodos. Teodorico el Grande interviene en Italia desde 483 como representante del emperador Zenón de Constantinopla para destruir al hérulo Odoacro. Teodorico es un hombre respetuoso con la tradición clásica, intenta una coexistencia con la población italorromana católica marcada por el respeto absoluto. Teodorico trata de revitalizar las viejas instituciones romanas (Senado, etc.) y para ello se apoya en dos personalidades romanas de la talla de Boecio y Casiodoro. Su respeto llega a ser tal, que incluso llega a mediar en la disputa que dos candidatos al papado (Símaco y Lorenzo).

La política de buen entendimiento con Constantinopla (Teodorico incluso había dirigido una carta al emperador Anastasio diciendo “nuestro reino es imitación del vuestro…imagen del único Imperio”…), se quiebra a partir de 518, cuando suben al trono Justino y Justiniano que practican una política de “romanismo radical y defensa de la ortodoxia” sin permitir las inclinaciones arrianas de los ostrogodos. Teodorico responde con una medida “defensiva” creando una confederación de pueblos germánicos a cuya cabeza se situaría él con ánimo de contrapesar la fuerza de Constantinopla. La víctima de todo esto es la población católica de Italia, como Boecio que fue encarcelado y ejecutado. El papa Juan I fue enviado a prisión por Teodorico. Los últimos años de Teodorico contemplan un difícil equilibrio entre ostrogodos y católicos que dará una excelente excusa a Justiniano para reconquistar Italia.

Los lombardos arrianos fueron los últimos en convertirse al catolicismo, y durante un tiempo, su grado de catolización dependerá del rey de turno. En la primera fase de asentamiento en Italia, lo que priva es una pars longobarda arriana. Rotario, rey tolerante de los lombardos, llega a crear una Iglesia nacional lombarda de confesión arriana.  A finales del siglo VII, ya se puede hablar de los lombardos como católicos, estos católicos, serán los que den lugar al repliegue bizantino reduciendo su presencia. Este repliegue bizantino pudo haber dado lugar al nacimiento de una “nacionalidad italiana”, como había pasado con visigodos y francos en la Galia e Hispania, pero los lombardos no lo consiguieron en Italia, por el comportamiento de los papas, que aunque aliviados por la conversión de los lombardos, no quisieron pasar de la sumisión política a los bizantinos a la sumisión política a los lombardos y que acabarán solicitando ayuda a Pipino cuando estos se conviertan en una amenaza.




[1] Fue una familia de estirpe germánica que gobernó la actual Francia, Bélgica, parte de Alemania y Suiza, descendientes de Meroveo,  Childerico, Clodoveo

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