Sexta sesión: Historia Eclesiástica
LA
IGLESIA IMPERIAL
Mientras el imperio romano se iba desmoronando
y las persecuciones arreciaban contra los cristianos, en Occidente ocurre un
acontecimiento trascendental. Constantino, el hijo de Constancio Cloro, es
declarado augusto por los soldados a la muerte de su padre (306). Su madre,
Elena, era catecúmena cristiana. Sin embargo, las cosas no serian nada fáciles
para Constantino, pues en lugar de cuatro, pronto hubo siete emperadores en
lucha unos contra otros. Constantino elimina uno tras otro a sus competidores
de occidente. En 312 comienza la guerra contra Majencio. Durante la misma un
hecho prodigioso (narrado por Eusebio en la Vida de Constantino) produce
un sentimiento de simpatía de Constantino por el cristianismo. Antes de su
victoria definitiva junto al puente Milvio, mientras invocaba la protección del
dios paterno, habría visto sobre el sol el signo de la Cruz con la siguiente
inscripción: in hoc signo vinces (con este signo vencerás).
Durante la noche siguiente se le habría aparecido Jesús con la Cruz y le habría
ordenado grabarla en los escudos de los soldados. Pero Lactancio, más cercano a
Constantino, habla sólo de un sueño. Lo cierto es que Constantino experimentó
de algún modo un auxilio de Cristo durante la campaña militar, y esto pudo
haber influido en su opinión favorable hacia los cristianos.
Otras posibles influencias pueden ser los
antecedentes de su padre, que no puso en práctica los edictos de persecución de
Diocleciano. O tal vez la posible presencia de cristianos en su familia: una
hermanastra por parte de su padre se llama Anastasia (gr. resurrección),
nombre casi exclusivo de cristianos). O tal vez la aversión a Diocleciano y a
Galerio (que quisieron desplazarlo en la sucesión del imperio), que pudo
hacerle intentar una política religiosa distinta. La manifestación más
importante de cambio fue la carta al gobernador de Bitinia, llamada
tradicionalmente edicto de Milán. Firmada con su cuñado Licinio (augusto
de Oriente) en febrero de 313, esta carta concede plena y total libertad de
culto para todos los súbditos del Imperio, citando expresamente a los
cristianos. También restituye a la Iglesia los bienes inmuebles confiscados
durante la última persecución:
"Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos
felizmente en Milán, para tratar de todos los problemas que afectan a la
seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar junto con
los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención para el
bien de la mayoría, tratar, repetimos, de aquellos en los que radica el respeto
de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a los demás,
facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que
toda clase de de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros
y a todos los que están bajo nuestra autoridad. Así pues, hemos tomado esta
saludable y rectísima determinación de que a nadie le sea negada la facultad de
seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la
cristiana o cualquier otra que crea más conveniente, a fin que la suprema
divinidad, a cuya religión rendimos este libre homenaje, nos preste su
acostumbrado favor y benevolencia. Por lo cual es conveniente que tu excelencia
sepa que hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido
enviadas anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos
parecían hostiles y poco propias de nuestra clemencia, y permitir de ahora en
adelante a todos los que quieran observar la religión cristiana, hacerlo
libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y molestia... Y
además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que se les
devuelva los locales en donde solían reunirse y acerca de lo cual te fueron
anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro
fisco o hayan sido compradas por particulares, y que los cristianos no tengan
que pagar por ellos ningún dinero de ninguna clase de indemnización..."
(transmitida por Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores 48).
1) El cristianismo
como religión del Imperio.
Desde su victoria sobre Majencio Constantino
manifiesta su simpatía por el cristianismo. A las medidas ya generosas de
Licinio, añade en sus nuevas provincias de África favores en beneficio del
clero de la Iglesia, distribución de dinero, exenciones fiscales. Así en 315 se
acuñan símbolos cristianos en las monedas imperiales, de las cuales desaparecen
los signos paganos en 323. La Iglesia recibe un estatuto jurídico privilegiado,
por el cual las sentencias de un tribunal eclesiástico son también válidas ante
el Estado. Los obispos son considerados al mismo nivel que los gobernadores de
provincias. Vemos también que la inspiración cristiana comienza a aparecer en
la legislación imperial. Los cristianos ahora acceden al Consulado, a la
Prefectura de Roma, a la Prefectura del Pretorio. Por otro lado aparecen las
primeras restricciones respecto al culto pagano: se prohíben los sacrificios
privados, la magia y los auspicios en los domicilios privados. Finalmente
Constantino educa a sus hijos en el cristianismo, aunque él no recibirá el
bautismo hasta dos meses antes de su muerte.
Licinio, por su parte, va cambiando su actitud para
con los cristianos hasta convertirse en perseguidor. Después de expulsar a los
servidores cristianos de su palacio, y de entorpecer las reuniones sinodales y
de culto, viola el edicto de Milán al obligar a todos los soldados de su
ejército a ofrecer sacrificios a los dioses. Constantino reaccionó declarando
la guerra a Licinio, que fue vencido definitivamente en Tracia (324) y
asesinado por orden de Constantino (325), quedando éste como único dueño del
imperio. Los cristianos de Oriente recibieron a Constantino como a su
liberador. Éste, por su parte trasladó la residencia imperial a Bizancio (330),
constituyendo allí una ciudad enteramente cristiana: Constantinopla.
Con esta paz en la Iglesia, quedan removidos
todos los obstáculos, sean legales o materiales, que dificultaban la
evangelización. La generosidad del emperador y de su madre cristiana se traduce
en donación de edificios oficiales (basílicas) para que los cristianos
los usen para el culto, y en la construcción de otros magníficos edificios
nuevos destinados al mismo fin: la primera basílica de San Pedro en la colina
Vaticana, la del Santo Sepulcro en Jerusalem, la de la Natividad en Belén,
todas las iglesias en Constantinopla. Las conversiones se multiplican y se
fundan nuevas sedes episcopales. La política imperial tan favorable al cristianismo
empuja a la cristianización del Imperio romano en su totalidad y hace de
Constantino el primer emperador cristiano. El cambio total que se dio en la
relación Imperio-Iglesia hizo que comenzara a verse al ahora Imperio Cristiano
como una imagen del Reino de Dios, en cierta manera materializado en la tierra:
"Expurgada así realmente toda tiranía, el imperio que les
correspondía se reservaba seguro e indiscutible solamente para Constantino y
sus hijos, quienes, después de eliminar del mundo antes que nada el odio a
Dios, conscientes de los bienes que Dios les había otorgado, pusieron de
manifiesto su amor a la virtud, su amor a Dios, su piedad para con Dios y su
gratitud mediante obras que realizaban públicamente a la vista de todos los
hombres" (Eusebio, Hist. Ecles. X,2,9).
El emperador no podía quedar al margen de las
realidades espirituales. Al establecerse la relación entre Iglesia y Estado los
problemas religiosos afectaban al imperio, así el emperador se veía en la
obligación de intervenir en las querellas religiosas. De esta manera el interés
del emperador no solo era la pacificación de la sociedad, sino que intervenía
como un involucrado, pero además como jefe del pueblo cristiano.
El
primer problema
del que debió ocuparse Constantino fue el cisma africano de los donatistas,
suscitado como consecuencia de la persecución de Diocleciano. El problema se
inicio con la elección para la sede de Cartago del archidiácono Ceciliano, cuya
consagración fue puesta en duda, pues uno de los tres obispos que intervinieron
en la consagración era considerado culpable de traditio. Eran
considerados traditores los obispos que, obedeciendo a la orden de
Diocleciano, habían entregado los Libros Santos. Contra Ceciliano fue elegido
otro obispo al que poco después sucedió Donato. Para los donatistas era tan
grave haber sido un traditor que incluso los que entraban en comunión
con estos o eran sucerores suyos contraían la misma mancha. Consideraban
inválidos los sacramentos administrados por los traditores o por sus
sucesores, por lo que rebautizaban a los cristianos que ingresaban a sus filas.
Surge en Cartago y en todo el norte africano una división que enfrenta a la
autodenominada Iglesia de los Santos (los donatistas) y a los traditores
(la Iglesia presidida por Ceciliano). Los donatistas apelaron al emperador para
que reconociera sus derechos. Constantino encomendó el asunto a los obispos de
Italia y luego de la Galia. Éstos condenaron en el concilio de Arlés en 314 a
Donato y la costumbre de rebautizar. Una vez oídas ambas posiciones,
Constantino se pronunció a favor de Ceciliano y ordena a los donatistas
entregar las iglesias que habían ocupado. Escribe en una carta a Ceciliano:
Los donatistas se resistieron, aún ante la
intervención del ejército, resultando de esto motines y víctimas (honradas como
mártires por ellos). Es interesante apreciar un cierto elemento nacionalista
bereber (pueblos norafricanos) en esta controversia, que aparece a veces como
una reacción contra la colonización romana: sea el Estado perseguidor o la
Iglesia universal comprometida con los traditores. Dotados de espíritu
sectario, los llevará a sobreestimar el martirio al punto de provocar
incidentes. El Estado no tiene más salida que concederles la tolerancia en 321.
Las consecuencias doctrinales son valiosas. La Iglesia se ve obligada a
precisar en los años siguientes, la doctrina de los sacramentos; éstos tienen
eficacia a partir de la acción misma realizada (ex opere operato)
y no a partir de aquel que realiza la acción sacramental (ex opere
operantis). Es decir que su eficacia no depende de la santidad del
ministro. Agustín de Hipona, dirá más tarde: "Aunque sean muchos los
ministros santos o pecadores, la santidad del bautismo se debe al que bautiza
en el Espíritu Santo”.
El giro iniciado por Constantino llega a ser
de este modo completo. De perseguidores, los paganos han pasado a ser
perseguidos. Y de perseguidos, los cristianos llagaron a ser perseguidores. El
poder estatal, antes al servicio del paganismo, está ahora al servicio del
cristianismo. Pero siguen funcionando las mismas estructuras mentales. Era
inconcebible, para un romano tradicional, la separación entre la religión y el
estado. Pocos años antes, el negarse a sacrificar a los dioses de Roma era un
delito contra el Imperio. El ateísmo era castigado con la pena capital;
y los cristianos eran acusados principalmente de ser ateos. La religión
seguía siendo el fundamento de la sociedad. Pero la religión de la sociedad
había cambiado y los atentados contra ella seguirían siendo castigados con la
misma pena capital.
Mientras tanto, en los países orientales había
surgido otra contienda, doctrinal. Un presbítero de Alejandría llamado Arrio,
intenta definir la doctrina del Padre en la Trinidad, demostrando una tendencia
subordinacionista, ante su obispo Alejandro, quien convoca un sínodo de casi
cien obispos de Egipto y Libia, condenando finalmente su enseñanza y excomulgándo
a él y a sus partidarios. Arrio, no acepta la condena, y busca apoyo en Palestina, y junto a Eusebio de
Cesarea, en Asia Menor y Eusebio de Nicomedia, y los sínodos provinciales de
Bitinia y Palestina es rehabilitado. A partir de entonces, la polémica llegó a
extenderse a cada región del Imperio, reaccionando los obispos uno contra otro.
Enterado de esto, Constantino con el fin de mantener la unidad del imperio
intervino convocando a todos los obispos de Oriente y Occidente al concilio de
Nicea. Aun que el concilio señalo y condeno la herejía arriana no pudo
frenarla. Esto se verá claro a la muerte de Constantino (338), cuando se
repartieron el Imperio sus hijos Constante en el Occidente (protector de la fe
nicena) y Constancio II en el Oriente (que permanecerá bajo la influencia de
los teólogos arrianizantes). Al mismo tiempo estos emperadores continuaron la
cristianización del Imperio, pero sin tener en cuenta el edicto de tolerancia
de Milán, que permitía la libertad de todos los cultos. Ambos prohíben los
sacrificios paganos, y obligan a cerrar sus templos. A la muerte de Constante, Constancio
aplicará la pena de muerte para reforzar estas leyes. Cincuenta años antes eran
los cristianos los que morían por negarse a hacer lo que ahora se prohibía. Se
sucedieron en esos años varios concilios locales que propusieron fórmulas de fe
diversas, desde algunas semiarrianas hasta una vagamente ortodoxa. Pero los
obispos se negaron a firmarlas.
La Iglesia se había visto beneficiada por el
edicto de tolerancia y el favor del emperador, pero comenzaba a ser seriamente
perjudicada por esta misma protección. Todos estos conflictos sembraron la
división en cada Iglesia local. Atanasio de Alejandría conocerá siete
destierros y el temor de la persecución, renacía cuando Juliano se enfrentó a
su primo Constancio y lo venció, quedando como su sucesor del cargo y tendría
un gobierno muy hostil hacia los cristianas: Les privó de los privilegios
concedidos por Constantino y sus hijos.
Restauró y organizó el
culto pagano, habiendo sido él cristiano; por eso se lo llamará el Apóstata. En las poblaciones donde los
paganos eran mayoría los cristianos sufrieron muchas vejaciones, y a veces el
martirio. Pero
sobre todo, para debilitar el cristianismo, favoreció la confusión arriana.
Permitió que regresaran todos los obispos desterrados, para que las diversas
facciones se hicieran mutuamente la guerra.
Pero esta situación duró
poco tiempo, pues en 363 Juliano murió luchando contra los partos.
Sin embargo, los problemas seguirían, por
acusaciones entre obispos. Prisciliano, obispo de Avila, en Hispania, había sido
acusado de maniqueísmo ante un concilio local, que condenó sus doctrinas, sin
tomar medidas disciplinares contra él. Más tarde, sus acusadores llevaron la
acusación al emperador Máximo, que aplicó el rigor de la legislación romana
contra los que atentaban contra la religión. Martín, obispo de Tours, exhortó
al obispo acusador a que desistiera y al emperador a que no derramara sangre: Sin
embargo, Prisciliano y muchos de sus partidarios fueron ejecutados en 385 bajo
la acusación de inmoralidad y de magia. Fue la primera vez que se condenó a
muerte a cristianos por herejía. Este hecho provocó un inmenso pesar incluso en
personajes como el obispo Ambrosio de Milán que, aunque se había negado a
recibir a Prisciliano, no dudó en romper relaciones con los obispos acusadores.
Mas adelante el obispo Ambrosio se enfrentaría al emperador Teodosio con
ocasión de un episodio sangriento en 390, en donde muchos alcanzaron a ser
asesinados en un estadio por el asesinato de un soldado romano, . Ambrosio le
impuso pública penitencia, y el emperador debió humillarse como cualquier
pecador y someterse a la disciplina penitencial de su propia Iglesia. Ambrosio
le recordó que el emperador cristiano no es señor, sino hijo de la Iglesia,
como cualquier bautizado.
Luego en 392 Teodosio promulgó un edicto contra
las herejías y el paganismo, ya no se llama religión a la de los
antiguos romanos, sino a la de los cristianos; y ya no se llama superstición
al cristianismo, sino al paganismo. En esta misma línea se suprimen en 394 los juegos
olímpicos. Esas situaciones tensas, en las que el emperador se apoderaba de
atribuciones de juicio que pertenecían al orden espiritual, o aquellas otras en
las que el emperador debía someterse a dicho juicio, dejaron entrever cuán
peligrosa resultaba la alianza entre la Iglesia y el Imperio. No todos los
pastores tenían la convicción y valentía de Ambrosio, y por eso los privilegios
seguirán siendo bienvenidos y muchas veces buscados por tal o cual obispo. Pero
no faltarán tampoco voces decididas como la del presbítero Jerónimo, que no
tiene inconvenientes en decir: "Desde que la Iglesia vino a estar bajo
emperadores cristianos, ha aumentado, sí, su poder y riqueza, pero ha
disminuido su fuerza moral" (Vida de S. Malco PL 23, 55 B).
Teodosio, según esa intención de combatir la herejía,
desplazó de sus cátedras a los obispos arrianos y convocó en 381 un concilio en
Constantinopla para restablecer la ortodoxia. El arrianismo comenzaba a
declinar, pero no sólo a causa de una decisión imperial. Algunos personajes
contribuyeron a eso mediante su contribución teológica. Entre ellos el obispo
Basilio en Cesarea de Capadocia, Gregorio de Nacianzo (obispo de
Constantinopla), el obispo de Roma, Dámaso. Sus aportes iluminaron la oscuridad
de una época marcada por la inquietud teológica. La aportación de los
escritores procedentes de Capadocia fue decisiva para el desarrollo de la
doctrina trinitaria y para la comprensión del credo Niceno. Solo ellos
consiguieron concluir definitivamente la lucha arriana. El cambio de situación
del cristianismo frente al imperio hizo que el ser cristiano dejase de implicar
el riesgo de ser ejecutado. Al contrario, la protección del Estado movió a
muchos a solicitar el bautismo sólo para gozar de ese beneficio. Se hacía
necesario entonces efectuar un severo control de los candidatos para verificar
si estaban realmente dispuestos a vivir las exigencias morales que requería el
bautismo. El obispo Cirilo de Jerusalem les decía a los catecúmenos que pueden
tener las motivaciones más rastreras ocultas en su corazón: "Puede ser que
hayas venido con otro pretexto. A veces un hombre desea conquistar a una mujer
y viene para ello. Lo mismo podría decirse de alguna mujer. A veces se trata de
un esclavo que desea agradar a su amo, o de un amigo por agradar a su amigo. Y
yo me trago la carnada del anzuelo y te acepto a ti que vienes con mal
propósito, pero lo hago con la buena esperanza de salvarte" (Catequesis
previa 5). Por eso se organizó un catecumenado (tiempo de formación) para
preparar a los candidatos al bautismo.
Cuando un pagano deseaba hacerse cristiano y
era aceptado por el obispo, tenía que someterse a algunas ceremonias
preliminares, después de las cuales era contado entre los cristianos, pero
todavía no entre los fieles, pues aún no había recibido el bautismo. En algunos
el catecumenado se eterniza. Retrasan el bautismo hasta su ancianidad o el
lecho de muerte. Como el bautismo perdona todos los pecados y la reconciliación
de los bautizados que pecan se concede en este tiempo una sola vez en la vida,
más vale aguardar a que se calmen las pasiones para comprometerse
definitivamente. Por eso la Iglesia concentró sus esfuerzos en aquella época
por atender más a los que piden efectivamente el bautismo para una fecha
cercana.
2) La Teología Oficial:
Eusebio de Cesárea
Teólogo,
historiador eclesiástico y erudito, es probable que Palestina fuera su lugar de
nacimiento. Eusebio Pánfilo, adoptó el nombre de Pánfilo por su amigo y
profesor Pánfilo de Cesarea, cuya amplia biblioteca le proporcionó gran parte
de los materiales históricos para sus obras literarias posteriores. Eusebio
colaboró además con Pánfilo en una edición de Septuaginta basándose en el Hexapla
del escritor y teólogo cristiano primitivo Orígenes, y en la preparación de una
apología (cinco libros, en la actualidad perdidos) de las doctrinas de éste.
Tras el martirio de Pánfilo, Eusebio abandonó Cesarea y se fue a Tiro. Más
tarde huyó de esta ciudad durante las persecuciones de cristianos a comienzos
del siglo IV, y es probable que fuera encarcelado a su llegada a Egipto. Las
persecuciones cesaron después del año 310 y fue puesto en libertad. Hacia el
año 314 Eusebio se convirtió en obispo de Cesarea. En el Concilio de Nicea, en
el año 325, Eusebio pronunció el discurso de apertura y se convirtió en el
líder de los semiarrianos, un grupo moderado contrario a la discusión de la
naturaleza de la Trinidad, que preferían el sencillo lenguaje de las Escrituras
a las sutilezas de las distinciones metafísicas. En Nicea aceptó la posición de
Atanasio, aunque mostró inclinaciones arrianas en los sínodos de Antioquía
(324) y Tiro (335). Eusebio contó con la protección de Constantino I, emperador
de Roma y fue uno de los hombres más instruidos de su tiempo.
Aparte de sus
escritos históricos, Eusebio fue responsable de los Eusebian canons, un sistema de referencias a los Evangelios
utilizadas en muchos manuscritos bíblicos. Eusebio preparó o perfeccionó la
obra del teólogo alejandrino del siglo III Ammonio, dividiendo el Evangelio de
Mateo en 355 secciones, el de Marcos en 236, el de Lucas en 342 y el de Juan en
232, con el número de cada una de éstas (llamadas secciones ammonianas) anotado
al margen del texto. A consecuencia de la similitud de materias, muchas
secciones de un Evangelio eran casi idénticas a las de uno o varios de los
otros Evangelios. Para facilitar la consulta, Eusebio elaboró 10 tablas o
listas clarificadoras. Fue un escritor prolífico, autor de dos obras
apologéticas, así como de una historia del mundo hacia el año 303 y hacia el
324 de una historia de la Iglesia cristiana. Autor, por tanto, de la Historia
cristiana, apologética, fue el dignificador del Imperio Romano, en el sentido
de cambiar el concepto de bestia del cristianismo a defensor del mismo. Estuvo,
quizás, demasiado ligado al poder.
3) La extensión del cristianismo en la Europa
Occidental
En la misma
medida que el cristianismo niceno era visto como fe romana, el arrianismo era
considerado, desde el asentamiento de los pueblos bárbaros en Occidente, como
la fe germánica por excelencia. Al lado del arrianismo, quedaba el paganismo de
los francos, de los anglos, jutos y sajones, establecidos en Britania y de los
pueblos germanos que no habían alcanzado los límites del imperio. Se daban, por
tanto, una serie de confrontaciones: Catolicismo (nicenismo) - arrianismo (de
gran parte de los pueblos germánicos). Paganismo (francos, anglos, jutos y
sajones)- cristianismo. Cristiandad céltica: Católica pero con ciertas
singularidades que la hicieron distinta de la Romana (datación de la Pascua por
ejemplo).
i.
Los
Reinos Germánicos
El responsable
de la “arrianización” de una parte de los pueblos germánicos, es un godo
llamado Ulfilas (lobezno), consagrado obispo en 341 por el arriano Eusebio de
Nicomedia. Ulfilas instruiría a las poblaciones germánicas acantonadas en las
bases del arrianismo, llevando a cabo, incluso, la traducción a la lengua
gótica de algunos pasajes de la Biblia. En 383 los godos estarían casi
convertidos por completo al arrianismo y de ahí pasó a otros pueblos. El
arrianismo se volvió una especie de religión nacional que tenía la ventaja de
proporcionar una gran cohesión étnica a las minorías germánicas frente a las
masas de provinciales. Ese afán por conservar su pureza étnica y no verse
diluidos en la masa fue la causa de la prohibición de celebrar matrimonios
mixtos y que no sería derogada hasta Leovigildo.
La tolerancia e
intolerancia entre germánicos y cristianos fue caprichosa. habían situaciones
de intolerancia como cuando los vándalos
pasaron al Norte de África en 429 y con su imponencia arriana causaron
problemas al clero católico. Genserico y Ulterico, según el relato de Víctor de
Vita (sacerdote
del clero cartaginés 484 y obispo de Vita), llevarían a cabo
terribles persecuciones. Pero hay también períodos de tolerancia, como cuando
Justiniano recupera la zona y es recibido prácticamente como un salvador. En el
extremo de mayor tolerancia estarían los
burgundios que representan un prodigio de buen entendimiento. Se asientan
en el valle del Ródano. El monarca Gondebaldo se hizo muy amigo de Avito,
obispo de Vienne y Segismundo su heredero se convirtió al catolicismo en 505.
Podría decirse que el nicenismo fue un paso más en la romanización deseada por
los burgundios. Por su parte Los suevos
acabaron establecidos en la Galicia y tienen una trayectoria espiritual en
constante revisión. Se ha dicho que cuando cruzaron el Rin eran paganos, y que
cuando se instalan en Galicia se convierten al catolicismo, en 465 se habrían
hecho arrianos por influencia visigoda pero que en vísperas de su absorción por
Leovigildo volvieron a hacerse católicos.
ii.
El Reino
Vándalo De Africa
Uno de los reinos de más breve duración fue el que
establecieron los vándalos al norte de Africa. Y sin embargo, su corta
existencia fue de gran importancia para la historia de la iglesia. Al mando de
Genserico, los vándalos tomaron la ciudad de Cartago en el 439, e hicieron de
ella la capital de su reino. Pronto éste se extendió a toda la mitad occidental
de la costa norte de Africa. Desde allí emprendieron una serie de incursiones
que pronto los hicieron árbitros de la navegación en el Mediterráneo oriental.
Así se hicieron dueños de Cerdeña, Córcega y, por algún tiempo, Sicilia. Por
fin, en el 455 tomaron y saquearon la ciudad de Roma. Y en ese caso el
estropicio fue aún mayor que cuando Alarico y los godos tomaron la ciudad.
Genserico era arriano convencido, y por tanto trató de forzar a los católicos a
aceptar la fe arriana. (así como donatistas), pronto se desató la persecución.
Todas las iglesias fueron confiscadas y entregadas a los arrianos, al tiempo
que se expulsaba del país a los obispos católicos. A la muerte de Genserico, en el 477, le
sucedió Unerico, quien al principio fue más comedido en su política religiosa.
Pero Genserico había establecido toda una jerarquía arriana, bajo la dirección
de un patriarca de Cartago, y cuando hubo un conflicto entre dicho patriarca y
el obispo católico de la ciudad la persecución se desató con más fuerza que
antes. Unerico les prohibió a sus súbditos vándalos hacerse católicos o asistir
al culto católico. Poco después prohibió enteramente el culto católico, y
expulsó a los obispos y a buena parte del clero. Muchos fueron torturados, y a algunos se les cortó
la lengua. Fue por razón de esta persecución que el término “vandalismo”
adquirió el sentido que hoy tiene. Unerico murió en el 484, y entonces amainó
la persecución. La política del rey Trasamundo fue dejar que el catolicismo
muriera por sí sólo, sin perseguirlo abiertamente. Con ese propósito continuó
la prohibición de que los vándalos se hicieran católicos nicenos, y promovió
debates entre los católicos y los arrianos. En tales debates el obispo
Fulgencio de Ruspe salió a relucir como uno de los grandes defensores de la
ortodoxia.
Por fin, bajo el gobierno de Ilderico, se les dio más libertad
a los católicos. Fulgencio de Ruspe se puso a la cabeza de un movimiento
renovador, y junto al obispo Bonifacio de Cartago convocó a un sínodo que se
reunió en el 525. Pero el reino de los vándalos estaba destinado a desaparecer
pronto. La porción oriental del Imperio Romano, con su capital en
Constantinopla, estaba gozando de un nuevo despertar bajo el reinado de
Justiniano. Uno de los sueños de Justiniano era restaurar la perdida unidad del
Imperio, y por ello tan pronto como los vándalos le dieron ocasión para ello
envió a su general Belisario al mando de una flota que se apoderó de Cartago en
el 533, y pronto destruyó el reino vándalo. A partir de entonces el arrianismo
fue desapareciendo del norte de África. Todo esto, sin embargo, tuvo funestas
consecuencias para la iglesia en la región. Ya que la iglesia en el norte de África
se hallaba dividida a causa del cisma donatista. Ese cisma persistía aún. A
ello vino a sumarse ahora medio siglo de gobierno arriano, y una nueva
conquista por parte de tropas que en fin de cuentas eran casi tan extranjeras
como los vándalos mismos. El resultado de todo esto fue que la región quedó tan
dividida, y el cristianismo en ella tan debilitado, que la conquista árabe
siglo y medio después fue relativamente fácil, y después de esa conquista la fe
cristiana desapareció.
iii.
El Reino
Visigodo De España
De los
visigodos, se dice, que sometieron a los católicos nicenicos a persecuciones
tanto en época del reino de Tolosa (hasta 507), como en época del reino de
Toledo (hasta su conversión en 589). Los testimonios de persecuciones vienen de
Sidonio Apolinar, obispo de Clermont, quien señala a Eurico como responsable de
que hubiese una serie de sedes vacantes (Burdeos, Bazas, Cominges, etc.) y una
serie de parroquias desoladas. Se dice de Alarico II fue un feroz perseguidor
de los católicos nicenicos y que tuvieron que llamar a Clodoveo rey de los
francos en su socorro, aunque no siempre fue así, pues en muchos casos hubo
colaboración entre obispos y visigodos, en una ocasión los obispos fueron los
interlocutores entre el rey Teodoredo y el “emperador” Valentiniano, llegándose
a un acuerdo sobre Arlés que fue aceptado por ambas partes y siguió con las
negociaciones entre Eurico y Julio Nepote, además también considerados como
representantes provinciales, cuando Alarico promulga la Lex Romana Visigotorum.
Respecto al
reino visigodo de Toledo lo más resaltado fue la persecución de Leovigildo que
se concretó con las represalias sobre los obispos Juan de Biclara y Masona y
con el martirio de su hijo Hermenegildo. Los problemas políticos se iniciaron cuando Hermenegildo
hijo de Leovigildo se caso con la princesa católica franca Ingunda, y su
conversión al catolicismo, esto provocó una creciente tensión en las relaciones
con su padre. La dificultad se vio en la posible sucesión de un rey católico al
trono de una nación arriana. La tensión diplomática existente entre católicos y
arrianos se vio endurecida por la intransigencia de la esposa de Leovigildo, Goswinta. El conflicto armado comenzó en el año 581, y se prolongó
hasta 584. Finalmente Hermenegildo termino siendo capturado y
decapitado al negarse a recibir la comunión de un obispo arriano y su esposa murió
en su trayecto hacia África donde había pedido asilo.
Juan de Biclaro
obispo godo y católico de Masona fue presionado por Leovigildo para que se haga
arriano, al no ceder fue desterrado a Barcino (Barcelona) pero a los 10 años
nuevamente llamado por el mismo monarca para hacerse cargo de un monasterio. En
el proyecto unificador de Leovigildo estaba conseguir atraer a los católicos
hacia un arrianismo propugnando el
diálogo entre católicos y arrianos. A la muerte de Leovigildo, Recaredo hijo y
sucesor asume el reinado y luego se convierte al catolicismo en el III concilio
de Toledo, con lo que llevó a cabo la unificación religiosa entre visigodos e
hispanorromanos. Lo que aspiró su padre se logro, pero de forma inversa. La monarquía visigoda ha
sido definida como una monarquía conciliar. Los 17 Concilios de Toledo, unían
los intereses de monarquía y alto clero.
El paso al nicenismo de los visigodos, supuso un proceso de
germanización del alto clero. La intervención real en el nombramiento de cargos
era evidente e interesada ya que los contactos con Roma eran muy escasos. Desde
el año 589 las disputas teológicas solo se darían entre visigodos y judíos, ya
se podría hablar de una tradición antijudía que arrancaría del Concilio de
Elvira (314) y que se va ratificando en
Concilios posteriores, hasta llegar al Concilio XVII de Toledo de 694 en que
las medidas contra los judíos fueron atroces condenándoseles a la esclavitud en
toda la Península Ibérica.
iv.
El Reino
Franco En La Galia
El término
franco habría que asociarlo a las razzias
germanas del siglo III protagonizadas por francos y alamanes que llegan hasta
la Península Ibérica. Los francos en el siglo V hacen valer su peso hasta el
punto que, en el continente, será el único pueblo germánico que supere todas
las vicisitudes y no desaparezca. Cuando en Oriente se habla de “francos”, se
refieren a todos los pueblos occidentales, curiosamente esto ocurre con el
pueblo menos romanizado y que estaba fraccionado políticamente. El asentamiento
de los francos en la Galia está plagado de leyendas. La realidad empieza con
Clodoveo, rey de Turne, uno de tantos caudillos francos a los que irá
eliminando sin ningún escrúpulo hasta conseguir la unidad de la Galia, una
unidad poco duradera desde el punto de vista político pero extraordinariamente
fructífera desde el punto de vista católico. La entrada de los francos vino
acompañada de la destrucción de ciudades. En 486 se produce la victoria de
Clodoveo sobre Siagrio, general romano de Soissons. A partir de aquí, la
leyenda se apodera de Clodoveo, Mantiene un primer contacto con San Remigio,
obispo de Reims. En 496, con motivo de la batalla de Tulviac con los alamanes,
Clodoveo invoca al Dios de su católica mujer Clotilde. Su victoria le decide a
convertirse al catolicismo. En 496 se produce el bautismo de Clodoveo por
Remigio obispo de Reims.
La batalla de
Vouillé contra los visigodos de Alarico II, da una idea de la complicidad del
episcopado de la Galia con un monarca que se ha hecho católico frente a un
monarca arriano. En un brevísimo plazo, los francos se han hecho con el control
de toda la Galia. Clodoveo muere en 511 y sus sucesores absorben Borgoña y
Provenza. La Galia, por tanto, de los merovingios[1].
La unidad política se perdió tras Clodoveo. Las divisiones y subdivisiones del
territorio, en manos de los monarcas merovingios, pesaron en el episcopado de
la Galia. El episcopado de la Galia franca, sufre una tutela por parte de los
reyes merovingios, los obispos desempeñan funciones políticas e incluso hubo
dos de ellos que fueron asesinados en conjuras palaciegas. El caso de
Radegunda, reina merovingia fundadora de algún monasterio desempeña el único
papel digno representado por los merovingios. El Primer Concilio “nacional” de
Orleans (511) reunió a los obispos de la Galia merovingia sometida a Clodoveo.
En 614, el Concilio de París tiene su importancia. A partir de éste, la
anarquía a la que queda sometido el territorio, impide que se celebren más
Concilios
v.
Las
Islas Británicas
Tenemos pocas
noticias de la penetración del cristianismo en época romana. Sabemos en Gran
Bretaña de un mártir llamado Albano
a mediados del siglo III, pero la existencia de comunidades cristianas no es
fácil de verificar. A finales del Imperio romano, la comunidad cristiana en
Britannia ya debía tener cierta vitalidad por el papel que representa el hereje
Pelagio. La irrupción de anglos, jutos y sajones
provocó una desorganización de la estructura de las Islas Británicas, hacia 450
ya habrían llegado grandes masas de invasores, como federados de Roma desdeel
395. En 429 el obispo Germán de Auxerre dice que “Britannia es un territorio desvinculado de Roma y en plena anarquía”.
Gildas, cronista bretón del siglo VI presenta la invasión de anglos y sajones como
un castigo de Dios. La cultura indígena celta se vería reducida a las regiones
occidentales (Gales, Cornualles y la península Armórica). Esto acabaría
favoreciendo a un territorio que acabaría convirtiéndose en el original centro
del cristianismo: Irlanda.
El primer
apóstol de Irlanda fue Paladio y llego hacia el 431. Fue enviado a Gran Bretaña
a luchar contra el pelagianismo y de allí a Irlanda. Fundaría obispados en Tigronei,
Donar y Cilleen Cormac en las cercanías de Dublín, considerándosele el primer
obispo. Pero el principal obispo sería San Patricio (c.389-c.461), prelado
cristiano, también llamado el Apóstol de Irlanda, nació en Bannavem Taburniae al
sudoeste de Gran Bretaña. Fue hijo de un decurión (magistrado local) y nieto de
un presbítero, Su nombre británico fue Succat. A los 16 años fue raptado por
los piratas irlandeses y pasó su cautividad trabajando como vaquero en la
montaña Slemish en el condado de Antrim, según la tradición, o en el de
Connacht. De joven tuvo visiones que lo impulsaron a escapar y tras seis años
de esclavitud logró alcanzar la costa norteña de Gaul (hoy Francia). Se preparó durante seis años en estudios
bíblicos. Ordenado sacerdote, quizá por el obispo German, en Auxerre, volvió a
Irlanda donde en el 431 fue nombrado sucesor del obispo Paladio. En 435 funda
la sede de Armac, desde allí, iría delimitando la estructura eclesiástica de la
Isla. Es posible que visitara Roma y volviese con reliquias. Su empleo del
trébol como ilustración simbólica de la trinidad pasó a convertirse en el
emblema nacional irlandés. Se conserva un extraño canto suyo, llamado el
Lorica, en el Libro de los himnos, y
en el Museo Nacional de Dublín se guarda la campanilla que utilizó en la misa.
Su festividad tradicional se celebra el 17 de marzo Cuando San Patricio muere
(460), el monacato irlandés es el elemento que caracteriza a la sociedad
cristiana irlandesa junto con una diferente liturgia (bautismo, tonsura y sobre
todo la datación de la Pascua), respecto a la cristiandad continental romana. Otra característica de la Iglesia irlandesa es
la actividad misionera. Destacan en
ella elobispo Columbo con la fundación del monasterio de Jona (563) que muere
en 615 habiendo fundado monasterios como el de Bobbio en Italia. El porvenir de
la Iglesia, desde el punto de vista cristiano europeo, será de tradición romana
o irlandesa. Uno de los culpables del triunfo de la liturgia romana sobre la
celta será, sin duda, Gregorio Magno.
En la Pascua de
597, Agustín, prior del convento de San Andrés de Roma, fue enviado por
Gregorio a Inglaterra. Su primer éxito
fue el bautismo del rey Edelberto de Kent. Agustín se pone al frente de esa
Iglesia en Canterbury con la instrucción no de destruir el paganismo, sino de cristianizar las costumbres paganas. Aunque
se presentan dos resistencias: el reino anglo de Mercia y la propia cristiandad
céltica. Al final, las diferencias entre el ritual celta y el romano se
resolvieron en el Sínodo de Whitby (664) que opta por el calendario romano para
la Pascua. En 673, el Sínodo de Hertford es el primer concilio nacional inglés
para organizar la Iglesia de Inglaterra con diez cánones disciplinares. Este
Sínodo fue presidido por el obispo Teodoro de Canterbury que será la sede
primada de Inglaterra. El obispo Teodoro era un griego de Asia Menor que había
huido del avance musulmán. Otro avances a considerar seria las fundaciones
monásticas (Wermouth, Jarrow), de las que saldrán importantes figuras, como; Beda
el Venerable, primer historiador de la iglesia inglesa, o más tarde, Alcuino de
York, teólogo erudito de Carlomagno.
vi.
Los
Reinos Bárbaros De Italia
Los ostrogodos
mantuvieron unas relaciones con la Iglesia Católica similares a las de los
visigodos. Teodorico el Grande interviene en Italia desde 483 como
representante del emperador Zenón de Constantinopla para destruir al hérulo
Odoacro. Teodorico es un hombre respetuoso con la tradición clásica, intenta
una coexistencia con la población italorromana católica marcada por el respeto
absoluto. Teodorico trata de revitalizar las viejas instituciones romanas
(Senado, etc.) y para ello se apoya en dos personalidades romanas de la talla
de Boecio y Casiodoro. Su respeto llega a ser tal, que incluso llega a mediar
en la disputa que dos candidatos al papado (Símaco y Lorenzo).
La política de
buen entendimiento con Constantinopla (Teodorico incluso había dirigido una
carta al emperador Anastasio diciendo “nuestro
reino es imitación del vuestro…imagen del único Imperio”…), se quiebra a
partir de 518, cuando suben al trono Justino y Justiniano que practican una
política de “romanismo radical y defensa
de la ortodoxia” sin permitir las inclinaciones arrianas de los ostrogodos.
Teodorico responde con una medida “defensiva” creando una confederación de
pueblos germánicos a cuya cabeza se situaría él con ánimo de contrapesar la
fuerza de Constantinopla. La víctima de todo esto es la población católica de
Italia, como Boecio que fue encarcelado y ejecutado. El papa Juan I fue enviado
a prisión por Teodorico. Los últimos años de Teodorico contemplan un difícil
equilibrio entre ostrogodos y católicos que dará una excelente excusa a
Justiniano para reconquistar Italia.
Los lombardos
arrianos fueron los últimos en convertirse al catolicismo, y durante un tiempo,
su grado de catolización dependerá del rey de turno. En la primera fase de
asentamiento en Italia, lo que priva es una pars
longobarda arriana. Rotario, rey tolerante de los lombardos, llega a crear
una Iglesia nacional lombarda de confesión arriana. A finales del siglo VII, ya se puede hablar de
los lombardos como católicos, estos católicos, serán los que den lugar al
repliegue bizantino reduciendo su presencia. Este repliegue bizantino pudo
haber dado lugar al nacimiento de una “nacionalidad
italiana”, como había pasado con visigodos y francos en la Galia e
Hispania, pero los lombardos no lo consiguieron en Italia, por el
comportamiento de los papas, que aunque aliviados por la conversión de los
lombardos, no quisieron pasar de la sumisión política a los bizantinos a la
sumisión política a los lombardos y que acabarán solicitando ayuda a Pipino
cuando estos se conviertan en una amenaza.
[1] Fue una familia de estirpe
germánica que gobernó la actual Francia, Bélgica, parte de Alemania y Suiza,
descendientes de Meroveo, Childerico, Clodoveo
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