Octava sesión:
Historia Eclesiástica
5. LA IGLESIA MEDIEVAL
1)
Auge y decadencia del papado
i.
León El Grande
León I el Magno o el Grande (Toscana ha. 390 Roma 461)
fue el papa n 45 desde440 hasta461. Primero de los tres papas apodados
"El Grande", León era hijo de Quintianus y los datos históricos más
antiguos lo sitúan como diácono en Roma bajo el pontificado de Celestino I convirtiéndose
en un destacado diplomático con el papa Sixto III quien, a petición del
emperador Valentiniano III, lo envía a la Galia con la misión de resolver el
enfrentamiento entre Aëcio, el comandante militar de la provincia, y el
magistrado Albino. Tras fallecer el papa Sixto III, León es elegido como nuevo
pontífice en Roma.
Combatió exitosamente, el maniqueísmo que desde África se había extendido por
Italia, el pelagianismo en Aquilea, y el
priscilianismo en España. Durante su pontificado se celebró, el Concilio de
Calcedonia (451) contra el monofisismo. El episodio más conocido de su
pontificado fue su encuentro, en 452 en la ciudad de Mantua con Atila, el rey
de los hunos, quien había invadido el norte de Italia obligando al emperador
Valentiniano III a abandonar la corte de Ravena y refugiarse en Roma. León
convence a Atila para que no marche sobre Roma logrando la retirada de su
ejército tras la firma de un tratado de paz con el Imperio Romano a cambio del
pago de un tributo. Otra teoría barajada es que Atila se retiró de Italia debido
a la hambruna y epidemias que sufría su ejército. Este hecho tuvo una gran
importancia simbólica ya que, aunque el Imperio Romano seguiría existiendo
hasta 476, situaba como principal fuerza
política de Europa a la Iglesia y no el Imperio. Unos años más tarde, en 455,
en una situación similar, los vándalos de Genserico saquearon Roma, pero el
papa consiguió que se respetara la vida de sus habitantes y que no fuera
incendiada. Murió en el 461. [1]
ii.
Gregorio El Grande
Gregorio nació en Roma en el año 540, su bisabuelo era el papa
Félix III (492), su abuelo el papa Félix IV (530) y dos de sus tías paternas
eran monjas. Oficialmente a Gregorio se le adjudica la invención del concepto
de Purgatorio. Se dedicó a la política de joven, y en 573 alcanzó el puesto de
prefecto de Roma, pero, renunció pronto a este cargo y se hizo monje. Tras la
muerte de su padre en 575 transformó su residencia familiar en un monasterio bajo
la advocación de san Andrés. Trabajó por propagar la regla benedictina y llegó
a fundar seis monasterios aprovechando para ello las posesiones de su familia en
Roma y Sicilia. En el año 579 enviado por el papa Pelagio llega a
Constantinopla donde establece buenas relaciones con la familia del emperador
Mauricio. Luego regresa a Roma en 586 y ocupa el cargo de secretario de Pelagio
II hasta la muerte de éste, siendo elegido para sucederle como pontífice en el
año 590. Como papa se ve obligado a enfrentar las arduas responsabilidades que
pesan sobre todo obispo del siglo VI. Solo él poseía los recursos necesarios
para asegurar la provisión de alimentos de la ciudad y distribuir limosnas para
socorrer a los pobres. Para esto emplea los vastos dominios administrados por
la Iglesia, y también escribe al pretor de Sicilia solicitándole el envío de
grano y de bienes eclesiásticos.[2]
En el año 592 la ciudad es atacada por el rey lombardo
Agilulfo y sin ayuda imperial negocia con los lombardos, logrando que levanten
el asedio a cambio de un tributo anual de 500 libras de oro. Así, negocia una
tregua y luego un acuerdo para delimitar la parte del ducado romano situada al
norte del Tíber que pasara a ser lombarda. En una oportunidad, en Roma,
Gregorio puso su atención en un grupo de cautivos para ser vendidos como
esclavos. Eran altos, bellos de rostro y rubios. Movido por la piedad pregunta
de dónde provienen. "Son Anglos" responde alguien. Este episodio
motivó a Gregorio a enviar misioneros al norte y el trabajo estuvo a cargo del
obispo Agustín de Canterbury. Cuando Agustín llegó a Inglaterra escribió una
carta a Gregorio, preguntándole que debía hacer con los santuarios paganos, en
donde se practicaban sacrificios humanos. La respuesta de Gregorio fue que
limpien los santuarios, para ser re-dedicados al dios cristiano. Gregorio trabó
alianzas con las órdenes monásticas y con los reyes francos en la confrontación
con los ducados lombardos, adoptando la posición de un poder temporal separado
del Imperio. Gregorio falleció el 12 de marzo del año 604. Es uno de los cuatro
Grandes Padres de la Iglesia católica occidental junto con Jerónimo de
Estridon, Agustín de Hipona y Ambrosio de Milán.
iii.
León IX
León IX (de nombre Bruno
de Egisheim-Dadsburg). Nació en
Eguisheim; Alsacia, actual Francia (1002) estando vinculada por parte de
madre a los carolingios de Francia occidental y por su padre a los reyes
germanos. Tras la muerte de su tutor, fue llamado a la corte del emperador
Conrado II. En 1026 condujo a las tropas levantadas a Toul para una campaña en
Lombardía. A la muerte del obispo Hermann de Toul, cuando tenía apenas 24 años,
fue propuesto por el clero como su sucesor. Conrado le concedió el permiso para
ser obispo de Toul pero Bruno se negó a hacer el juramento de fidelidad al
obispo metropolita de Treveris y este se negó a ordenarlo. Tuvo que intervenir
el mismo Conrado y en 1027 fue consagrado por el arzobispo Poppo de Treveris
hasta 1048 cuando fue designado por
Enrique III, para suceder en el pontificado al efímero Dámaso II.
Con esta
elección el emperador pretendía que el pontificado se incorporara a la iglesia
imperial que Enrique dirigía tal y como había logrado con anterioridad el
emperador Constantino
I. No obstante León IX condicionó la
aceptación del cargo a la celebración posterior de una elección canónica lo que
da una primera idea de su rechazo al sometimiento imperial y fue el motivo de
que su consagración se retrasara hasta el 12 de febrero de 1049, tras ser
aceptado por el pueblo y el clero romano. El mismo año en que se convirtió en
papa prohibió el matrimonio de Guillermo el Bastardo (luego
denominado el Conquistador), Duque de Normandía, con Matilde de Flandes dado su
grado de parentesco. A pesar de ello el matrimonio tuvo lugar. Decidido a
encabezar el movimiento de reforma eclesiástico, que hasta entonces había
liderado el emperador, se rodeó de figuras de la talla de Pedro Damiano,
Hildebrando y el cardenal Humberto de Silva Candida entre otros. También dio entrada en el
colegio cardenalicio a eclesiásticos no romanos, haciéndolo más internacional y
partidario de las ideas cluniacenses. Se le puede considerar un predecesor de
la Reforma Gregoriana. Sus reformas se centraron en el objetivo de erradicar de
la Iglesia la simonía y el matrimonio de los sacerdotes, para lo cual celebró
hasta doce sínodos, destacando los de Letran, Pavía, Reims y Maguncia. También
intentó frenar a los normandos que, instalados en el sur de Italia, amenazaban
los territorios pontificios. Así, en
1053 armó un ejército que resultó
derrotado en Civitate y en la que cayó prisionero, no recobrando la libertad
hasta poco antes de su muerte.
El hecho más significativo de su pontificado fue la
consumación del Cisma la iglesia Oriental que estallo en 1054 cuando con objeto
de lograr una alianza con Bizancio contra los normandos León IX mandó una embajada a Constantinopla encabezada
por el cardenal Humberto de Silva Candida, sin embargo el encuentro no resulto
como lo esperaba. El patriarca de Constantinopla Miguel I Cerulario, había
amenazado con cerrar las iglesias latinas que no adoptasen el rito griego. Humberto
de Silva Candida, a su llegada, le negó el título de patriarca ecuménico, el
segundo puesto en la jerarquía eclesiástica de Constantinopla y, además, dudó
de la legitimidad de la elevación de Cerulario al patriarcado. El Patriarca se
negó a recibirlos y Humberto respondió con la publicación de su “Diálogo entre
un romano y un constantinopolitano”, un tratado en el que critica las
costumbres griegas; y redactando una bula de excomunión contra Cerulario, tras
lo cual abandonó inmediatamente la ciudad. La reacción inmediata, el 24 de
julio de 1054, fue la contra excomunión del cardenal y su séquito. Se llega de
esta forma a la ruptura y a partir de ese instante ya nunca más se mencionó el
nombre del papa en la liturgia bizantina, y permanecieron cerradas en
Constantinopla las iglesias para los latinos. Por su parte la Iglesia de
Occidente pasó a no reconocer el VI Concilio de Constantinopla con lo que el
Credo niceno-constantinopolitano pasó a incluir el filioque. León IX falleció
el 18 de abril de 1054, y su cuerpo reposa en la Basílica de San Pedro.
iv. Gregorio VII
(Hildebrando
de Soana; Soana, Toscana, h. 1020 - Salerno, Nápoles, 1085). Papa. Este monje
toscano adquirió experiencia en la política romana como secretario del papa
Gregorio VI (1045-46) y luego tesorero de León IX (1049-54). Bajo los
pontificados de Nicolás II (1059-61) y de Alejandro II (1061-73), Hildebrando
se perfiló como uno de los hombres más influyentes de la Curia papal,
representante de la corriente reformista. En 1073 fue elegido papa y se
consagró a la que desde entonces se conoce como «reforma gregoriana»: un
esfuerzo por elevar el nivel moral del clero, al mismo tiempo que trataba de
encuadrar mejor a los fieles, defender la independencia del Papado frente a las
restantes monarquías y reforzar la supremacía de la autoridad romana sobre las
iglesias «nacionales» occidentales (después del gran cisma que había
protagonizado la Iglesia de Oriente en 1054).[3]
Todos
estos objetivos eran los que venían defendiendo los reformistas católicos desde
que los propusiera León IX, pero Gregorio se distinguió por la intransigencia y
la energía con que los defendió. Fue él quien, en el Concilio de Roma de 1074,
proclamó el celibato de los eclesiásticos que todavía perdura en la Iglesia
católica. Continuó la lucha de sus predecesores contra la simonía, prohibiendo
a los laicos conceder cargos eclesiásticos (en la línea de Nicolás II, que
había decretado en 1059 la elección del papa por los cardenales, sin
intervención del emperador ni la nobleza romana). En el tajante Dictatus
papae de 1075 afirmó que sólo el papa podía nombrar y deponer a los obispos
como cabeza de la Iglesia y no el emperador, que el papa es señor absoluto de la Iglesia, estando por encima de los
fieles, los clérigos y los obispos, pero también de las Iglesias locales,
regionales y nacionales, y por encima también de los concilios, el papa es
señor supremo del mundo, todos le deben sometimiento incluidos los príncipes,
los reyes y el propio emperador y que la Iglesia romana no erró ni errará jamás; y
llevó su autoritarismo hasta el punto de defender que también correspondía al
papa la designación de los reyes, por tener éstos un poder delegado de Dios.
Estas pretensiones papales llevaban claramente a un
enfrentamiento con el emperador alemán en la disputa conocida como “Querella de
Investiduras” que inicia cuando, en un
sínodo celebrado en 1075 en Roma, Gregorio VII renueva la prohibición de la
investidura por laicos. Esta prohibición no fue admitida por Enrique IV que siguió
nombrando obispos en Milán. Spoleto y Fermo, territorios colindantes con los
Estados pontificios, por lo que el papa intentó intimidarle mediante la amenaza
de excomunión y de deposición como emperador. Enrique reacciona, en enero de
1076, celebrando un sínodo de Worms donde depone al papa. La excomunión lanzada
por Gregorio sobre Enrique significaba que sus súbditos quedaban libres de
prestarle vasallaje y obediencia, por lo que el emperador temiendo un
levantamiento de los príncipes alemanes, que habían acudido a Augsburgo para
reunirse en una dieta con el Papa, decide ir al encuentro de Gregorio y pedirle
la absolución. El encuentro entre Papa y Emperador tiene lugar en el castillo
Stammburg de la gran condesa Matilde de Tuscia. Enrique no se presentó como
rey, sino como penitente sabiendo que con ello, el pontífice en su calidad de
sacerdote no podría negarle el perdón. El 28 de enero de 1077, Gregorio VII
absolvió a Enrique IV de la excomunión a cambio de que se celebrara una Dieta en
la que se debatiría la problemática de las investiduras eclesiásticas.
Sin embargo Enrique dilata en el tiempo la celebración de la
prometida Dieta por lo que Gregorio VII lanza contra el emperador una segunda
condena de excomunión, lo depone y procede a reconocer como nuevo rey a Rodolfo
duque de Suabia. Esta segunda excomunión no obtuvo los efectos de la primera ya
que los obispos alemanes y lombardos apoyaron a Enrique quien, en un sínodo
celebrado en Brixen en 1080, proclama nuevo papa a Clemente III y marcha al
frente de su ejército sobre Roma que le abre sus puertas en 1084. Se celebra
entonces un sínodo en el que se decreta la deposición y excomunión de Gregorio
VII y se confirma al antipapa Clemente III quien procedió a coronar como
emperadores a Enrique IV y a su esposa Berta. Gregorio VII se refugió en el Castillo de
saint Angello esperando la ayuda de sus aliados
normandos, quienes a su llegada someten e incendian Roma, acción que
desencadenó el levantamiento de los romanos contra Gregorio que se vio obligado
a retirarse a la ciudad de Salerno donde fallecía el 25 de mayo de 1085. La
disputa sobre las investiduras finalizó mediante el Concordato de Worms en
1122, que deslindó la investidura eclesiástica de la feudal.[4]
2)
La vida monástica
Monaquismo y régimen feudal. Desarrollo
práctico de la regla benedictina y del principio Ora et labora. El "labora"
está ya sometido al "ora", es decir, que, evidentemente, el objetivo
principal era el servicio divino. Así es como los colonos reemplazan a los
monjes-campesinos, para que éstos puedan en todo momento encontrarse en el
convento para cumplir con los ritos. En el convento, los monjes cambian de
"trabajo": trabajo industrial (artesanal) y trabajo intelectual (que
contiene una parte manual, la copistería).
La
relación entre colonos y convento es feudal, con concesiones enfitéuticas [cesión
extensa o perpetua del campo por pago anual de renta], y está ligado a la
elaboración interna que sobreviene en el trabajo monacal, así corno también al
crecimiento de la propiedad terrateniente del monasterio. Otro desarrollo está
dado por el sacerdocio, los monjes sirven como sacerdotes en el territorio
circundante y su especialización aumenta: sacerdotes, intelectuales de
concepto, copistas, operarios, industriales, artesanos. El convento es la
"corte" de un territorio feudal defendido, más que por las armas, por
el respeto religioso, etc. Y él reproduce y desarrolla el régimen de la
"villa" romana patricia. Para el régimen interno del monasterio se
desarrolló e interpretó un principio de la Regola, en el que se decía
que en la elección del abad [Superior] debe prevalecer el voto de los que se
consideran más sabios y prudentes; y cuyo consejo el abad debe seguir cuando
tenga que decidir problemas graves, pero que no exijan consultar a toda la
congregación; de ese modo se distinguieron los monjes sacerdotes, que se
dedicaban a los oficios ligados a los fines de la institución, de los que
debían atender a los servicios de la casa.[5]
i.
Pacomio y El
Monaquismo Comunal
Pacomio fue un soldado romano del siglo
IV
que luchó
en el bando de Majencio en la Segunda
Tetrarquía. Se convirtió al cristianismo en el transcurso de un
viaje a Alejandría, altamente impresionado por
las buenas cualidades que pudo ver entre los cristianos de aquellas tierras, en
especial la caridad. Fue entonces cuando decidió retirarse como ermitaño para llevar una vida de
oración y austeridad, junto a uno de los templos de Serapis
que por
aquel entonces se hallaba en ruinas. Tras
un tiempo de vida como ermitaño decidió crear una regla para monjes en
comunidad que debían tener el trabajo como medio de subsistencia importante.
Con esta regla monástica sentó las bases para lo que fuera más tarde el Ora
et labora que proclamó San Benito. Los monasterios creados por Pacomio
llegaron a ser centros fabriles de producción, con un recinto rodeado por un
muro, en el que había cabida hasta para mil monjes repartidos en las distintas
casas. Dentro del cercado había distintas edificaciones y en cada una
trabajaban y oraban cuarenta monjes. A su vez cuatro de estos edificios
formaban una tribu con 160 monjes. Al frente del conjunto del monasterio había
un abad. Cada cierto tiempo se reunían todos los frailes para tratar asuntos
comunes y de religión. Estas reuniones se hicieron célebres con el nombre de pacomias. La vida monástica de los pacomios tuvo gran
aceptación entre las comunidades cristianas. A la muerte de Pacomio existían ya
nueve monasterios de monjes y dos de monjas, siendo el primero de todos el que
fundó en Tabennisi cerca de Denderath (Egipto). Murió hacia el año 346.[6]
ii.
Juan Crisóstomo
Nació en Antioquía (Siria), en el año 347. La segunda más importante del Imperio Romano de
Oriente. Fue bautizado en 370, a la
edad de 23 años y ordenado lector (una de las órdenes menores de la Iglesia).
Comenzó estudios con el filósofo Andragatio y continuó con Libanio, que entonces era un
famoso orador y el más ferviente partidario del feneciente paganismo romano.
Fue el obispo Meletio quien le animo a estudiar teología con Diodoro de Tarso (uno de los líderes de la antigua
escuela de Antioquía) manteniendo un ascetismo extremo. No obstante, las ansias
de una vida más perfecta lo llevaron a convertirse en un eremita (alrededor de 375) condición en la que permaneció hasta que
su quebrantada salud por excesivas vigilias y ayunos durante el invierno lo
obligaron a volver a Antioquía donde retomó su actividad como lector.
Crisóstomo fue siempre un admirador de un monasticismo activo y utilitario y se
pronunció contra los peligros de una contemplación ociosa.
En 381
fue ordenado diácono por Meletio de Antioquía y en 386 fue ordenado sacerdote por el obispo Flaviano I de
Antioquía. Al parecer fue éste el momento más feliz de su vida. Su principal
tarea durante doce años consistió en predicar. Adquirió gran popularidad por su
elocuencia. Dignos de mencionar son los comentarios que hizo a pasajes bíblicos
y la exposición de enseñanzas morales muchas de ellas recopiladas en sus Homilías.
Con el transcurso del tiempo Crisóstomo llegó a ser el sucesor de Flaviano I.
Durante su misión como obispo mostró gran preocupación por las necesidades
espirituales y materiales de los pobres. También se pronunció en contra de los
abusos de los poderosos y de la propiedad personal. Su interpretación directa
de las Escrituras (en contraste con la tendencia de Alejandría donde se
recurría a una interpretación alegórica) lo condujo a seleccionar para sus charlas temas
eminentemente sociales que explicaban el concepto de la vida cristiana.
A la muerte de Nectario en 397 fue instituido de cierta forma en contra de su voluntad como
metropolitano de Constantinopla. Quedó instituido como metropolitano en 398 por Teófilo,
patriarca de Alejandría, quien con gran desgano llevó a cabo el pedido del
emperador Arcadio. Constantinopla en 330 paso
a ser la capital del Imperio Romano de Oriente y sede principal sede episcopal
del Oriente y se convirtió en el centro de la teología oficial, las intrigas
palaciegas y las controversias teológicas. A Crisóstomo le desagradaban los
privilegios que le habían sido conferidos por su condición de metropolitano.
Durante su mandato se negó a ofrecer recepciones suntuosas y criticó el alto
nivel de vida que llevaba el clero. Sus esfuerzos por reformar la Iglesia de
Constantinopla chocaron con la oposición de los poderosos y del clero corrupto
y tuvieron poco éxito aunque incrementaron su popularidad entre las personas
comunes. Su estancia en Constantinopla resultó muy difícil.
Teófilo, el patriarca de Alejandría, quería
someter a Constantinopla a su poder y se opuso al liderazgo de Crisóstomo. Como
era un fuerte oponente de las enseñanzas de Orígenes, Teófilo acusó a
Crisóstomo de parcialidad ante las enseñanzas de ese maestro y sacó provecho
del episodio de los cuatro monjes de Egipto a quienes había condenado por su
apoyo a las teorías de Orígenes. Dichos monjes
huyeron de la represalia de Teófilo y fueron acogidos por Crisóstomo en
Constantinopla. Además Crisóstomo se ganó a otro enemigo en la persona de la
emperatriz Eudoxia, esposa de Arcadio,
que se vio identificada con las críticas del metropolitano contra las
extravagancias en el vestir de las mujeres.
Crisóstomo se caracterizó por la falta de tacto y temeridad
al denunciar las ofensas de las instancias superiores y su actitud condujo a
que se creara una alianza en su contra entre Eudoxia, Teófilo y el clero, quienes convocaron un sínodo en 403 y acusaron a Crisóstomo de favorecer las enseñanzas de
Orígenes. El sínodo (llamado "de
la Encina") depuso a Crisóstomo.
Sin embargo fue restituido por Arcadio temeroso de la ira
del pueblo y porque un incidente que ocurrió en palacio la emperatriz lo
atribuyó a la ira de Dios. Sin embargo la paz fue corta. Una estatua de plata
que Eudoxia se hizo erigir frente a la catedral fue denunciada por Crisóstomo y
una vez más fue suspendido y enviado a una región lejana en la frontera con Armenia. Crisóstomo resultaban de gran
influencia dentro de Constantinopla y como su vida se prolongaba más de lo
deseado por sus adversarios, se determinó desterrarlo a un extremo fronterizo
cerca del Cáucaso, murió en el viaje el 404. Las frecuentes deposiciones de las que
fue objeto demuestran la influencia del poder temporal sobre la Iglesia de
Oriente en dicho período a la par de la rivalidad entre Constantinopla y Alejandría por ser reconocidas como la sede principal del Oriente.[7]
iii.
El Monaquismo
Benedictino
La única fuente con información sobre la vida de San Benito
de Nursia es el libro segundo de los Diálogos, escritos por Gregorio Magno (c.
540-604). Era hijo de un noble romano. Su infancia se desarrolla en Nursia
donde realiza sus primeros estudios. Es enviado a Roma para capacitarse en filosofía y retórica, pero decepcionado
por el desorden moral de los habitantes de la ciudad y deseando una vida más
espiritual, pronto abandona la capital para retirarse a Enfide (actual Affile), de donde
huyó y se instaló en una gruta de difícil acceso, en un lugar cercano llamado Subiaco, para vivir allí como un ermitaño.
Después de pasar tres años en ese lugar, dedicado a la oración y el sacrificio,
fue descubierto por unos pastores, quienes extendieron su fama de santidad.
A partir de allí, y especialmente gracias a sus supuestas dotes de
taumaturgo, fue visitado constantemente por personas que buscaban su consejo y
dirección espiritual. Es elegido abad de un monasterio en Vicovaro, en el norte
de Italia, pero dado que los monjes no
aceptan su régimen de vida exigente, intentan envenenarlo. Tras esto, el abad
decide abandonar la comunidad. Vuelve a Subiaco, donde, debido a una gran
afluencia de discípulos, funda allí varios monasterios. En 529, a causa de la envidia de un
sacerdote de la región, se refugia en Montecasino donde funda un monasterio y
desde donde se extiende la Orden Benedictina. En 540 escribe su famosa “Regla
de los monasterios” Murió en el año 547.
La Regula monasteriorum, que consta de 73 capítulos y
un prólogo, fue retomada por Benito de Aniano en el siglo IX, antes de las invasiones normandas;
él la estudió y la codificó dando origen a su expansión por toda la Europa carolingia, aunque fue adaptada para restarle importancia a
los trabajos manuales, en relación a la liturgia y a los monjes.
Posteriormente, a través de la Orden de Cluny y la centralización de todos los monasterios bajo la Regla
de San Benito en cabeza de los cluniacenses, fue como la Regla de San Benito
adquirió gran importancia en la vida religiosa europea durante la Edad Media.
En el siglo XI apareció la reforma del Císter, que buscaba recuperar un régimen benedictino más ajustado
a la Regula. Otras reformas (como la camaldulense, la olivetana o la
silvestrina) han buscado darle también énfasis a diferentes aspectos de la
Regla de San Benito.
A pesar de diferentes momentos históricos, en los cuales la
indisciplina, las persecuciones o las agitaciones políticas han hecho decaer la
práctica de la Regla de San Benito o han diezmado la población monástica, los
monasterios benedictinos han mantenido en todos los tiempos un gran número de
religiosos y religiosas. Se incluyen en esta cifra monasterios de confesión protestante, tanto anglicanos como luteranos. Su influencia en el monacato es considerable tanto en
occidente como en el mundo, especialmente en lo que concierne a la vida
intelectual del cristianismo. Esta Regla es un modelo de vida colectiva, tomada
como ejemplo en la organización de algunas empresas.[8]
iv.
La Reforma
Cluniacense
La orden de Cluny es una reforma de la orden benedictina. Fue creada el 11 de
septiembre de 910 cuando Guillermo I, duque de Aquitania, donó la villa de Cluny al papado para que fundara en ella
un monasterio con doce monjes. El monasterio se situó en Mâconnais, en Saona
y Loira. La donación hecha por Guillermo I no fue
gratuita, pretendió obtener la protección y la garantía de Roma, dado que su
poder era muy escaso. Guillermo el Piadoso intentó evitar su control por los
laicos. En la Carta de fundación de la abadía se establece la libre elección
del abad por parte de los monjes, un punto de suma importancia en la orden
benedictina. La Carta condena gravemente a los que transgredan este artículo.
La donación de Cluny no es la única. En esta época, numerosos dominios son
legados al papado, como Vézelay. El
prestigio de los pontífices del siglo X es relevante. La reforma monástica es apoyada por el monasterio
de San Martín d’Autun
y el de Fleury-sur-Loire. En el 914, se
funda el monasterio de Brogne convirtiéndose en un centro de gran influencia
junto con su fundador Gérard.
Guillermo el Piadoso nombró al abad Bernón, hombre
importante de la reforma, como abad de Baume. Bernón estableció la observancia
de la regla de Benito de Nursia, reformada por Benito de Aniane, respetando, no obstante,
las directrices de los monasterios. Bernon murió en 926 tras una vida dedicada a la expansión de la regla por numerosos
monasterios. Le sucedió el abad Odón. Era compañero de viaje de Bernón y también de su
compañera Isabel del Arco, próximo a las concepciones de su predecesor. Odón
viajó de convento en convento para enseñar la reforma. Algunos se negaron a
admitirle como abad, adoptando al de Cluny. La influencia de Cluny va
aumentando, pero carece de organización. El monasterio obtiene el derecho de
acuñar moneda, se abren escuelas y una biblioteca. A la muerte de Odón, en 942, el prestigio de Cluny es ya muy importante. Le sucede
Aimar, prosiguiendo su obra, pero en 948 queda ciego y nombra como coadjutor a Mayolo, que acaba dirigiendo
Cluny desde 954 hasta 994. Proveniente de una rica e importante familia de señores
de Válenosle, Mayolo utiliza toda la
experiencia adquirida para gestionar y administrar la gran pujanza de Cluny.
La Regla (llamada cluniacense) es adoptada por otros
monasterios, que forman, junto con Cluny, un verdadero imperio monástico de
prioratos autónomos pero sometidos al gobierno común del abad de Cluny. El
debilitamiento de la reforma en Alemania y la Lorena, fortalecieron la situación de Cluny durante el
monaquismo. La orden se apoyaba en la alta aristocracia, el emperador, el rey
de Borgoña, los condes y los obispos. Se
fundan nuevos monasterios cluniacienses, y se reconvierten otros al aceptar la
disciplina cluniacense. La Orden de Cluny está presente en el Jura, el Delfinado, la Provenza, el valle del Ródano, el
sur de Borgoña, y el Borbonesado.
Mantiene una treintena de conventos muy dinámicos. Mayolo fue llamado el
"Árbitro de los reyes" por sus relaciones con la aristocracia. Su
prestigio fue notable, y rehusó ejercer la función papal en 973.
Tras la gran expansión realizada en el siglo X, la Orden continuó desarrollándose
durante el siglo XI y la
primera mitad del siglo XII,
ganando en organización al aplicar unos reglamentos muy precisos. En 994, Odilón es
nombrado abad de Cluny y dirige el monasterio durante 55 años. Hijo de los
señores de Mercoeur, mantiene relaciones con los personajes más ilustres de su
tiempo y aprovecha las oportunidades que se le ofrecen a la Orden. Pero en una
época marcada por el desmoronamiento de las estructuras carolingias y el
desmantelamiento laico, no puede contar con la protección de la alta
aristocracia y se alía con los señores, la fuerza preponderante en el año mil.
Trata de apaciguar la violencia de éstos, apoyándose en la Tregua de Dios. Ayuda a los caballeros y recurre a los servicios
espirituales de sus monjes para que favorezcan a sus familias, y se encarga de
afirmar la vocación (a veces forzada) de los jóvenes hidalgos. La política de
Cluny a favor de la asociación y creación de grandes conventos, disminuye, en
tanto que los pequeños van creciendo. Sin embargo siguen controlados, bien por
el propio Odilón, bien por la mediación de los grandes abades. Cuando muere
Odilón, se cuenta con 70 conventos, y Cluny se asocia con pujantes abadías, que
mantienen, en ocasiones, su autonomía.
En 1049 Hugo de Semur es nombrado abad.
Siguiendo las directrices de Odilón, continúa ampliando el poder de Cluny. Es
un borgoñón procedente de Semur-en-Brionnais.
Posee una gran elocuencia y un gran sentido político. Concluye la integración
con el Feudalismo que
acaba de nacer. Pequeños conventos van creándose todavía. El principio
hierático va flexibilizándose hacia 1075, cuando Cluny acepta en la orden abadías
de otras órdenes, diferentes a la benedictina, como Vézelay, que se hallan
dispuestas a ingresar en la Orden sin tener que renunciar a su rango para
convertirse en prioratos. Durante su abadiato se incorporaron a Cluny grandes
abadías, como las de Moissac (Sur-Oeste),
Lézat (Ariège), Figeac (Quercy). La Orden se
extendió por España, Italia e Inglaterra, contando con 10.000 monjes. El abad Hugo tuvo una
importantísima intervención en la Querella de las Investiduras que enfrentó al papado con el emperador germánico.
En 1109, tras un mandato de pocas semanas, Pons de Melgueil es nombrado nuevo abad. Un meridional hábil pero muy
intransigente. Intervino activamente al final de la Querella de las
Investiduras, y prosiguió con la idea de engrandecer la Orden. A tal fin,
inicia la construcción de Cluny III, una abadía gigantesca que acabaría
con todas las donaciones y compromisos adquiridos provenientes del Reino de León y Castilla. Empiezan las primeras dificultades
económicas de la Orden que generan una protesta contra el abad. Las críticas se
hacen patentes mediante la inclinación hacia otra orden monástica llamada cisterciense,
fundada en 1098. Pons solicita una entrevista con el Papa Calixto
II, y presenta su dimisión a la salida de la misma
sin que se conozcan las razones.
Pedro de Montboissier, más conocido como Pedro el Venerable, le sustituye en 1122. Es
un hombre cultivado y muy hábil. Tendrá que enfrentarse a Pons en 1126, tras
un peregrinaje a Tierra Santa. Pons retomará
el poder de Cluny haciendo uso tanto de su influencia, como de las armas.
Finalmente, Pons será excomulgado y la Orden quedará en manos de Pedro el
Venerable. Retorna la paz y se restaura la disciplina, pero las finanzas son
catastróficas, sobre todo tras el episodio violento registrado a cargo de unos
mercenarios que robaron todo el oro. Pedro intenta imponer una sana gestión de
dominio público con la ayuda de Enrique de Blois,
obispo de Winchester, que aporta, desde Inglaterra,
tanto sus conocimientos como su riqueza. Se advierte una restauración de las
tradiciones, pero la Orden de Cluny ha empezado un lento declive que irá
acrecentándose tras la muerte de Pedro el Venerable sucedida en 115 7 .
En el siglo XII, la llamada Orden de Cluny, cuenta
con dos mil prioratos, algunos de ellos considerados como los más grandes
monasterios de la época: Si la mayoría de los monasterios pasan a ser simples
prioratos, un reducido número de ellos, conserva, sin embargo, su rango de
abadía, aceptando, no obstante, la disciplina común y la autoridad del abad de
Cluny. Directamente sometida a la Santa Sede, Cluny es, en el siglo XI, el
instrumento más eficaz en la consecución de la paz y en la reforma gregoriana. Muchos Papas y legados pontificios procedían de Cluny. La
red de Cluny difunde los principios de la reforma contra los vicios de la
Iglesia ligada a los estados feudales del mundo laico: simonía, nicolaísmo.
Acusada por su enriquecimiento y un poder temporal excesivo, la orden de Cluny
pierde su influencia espiritual a finales del siglo XI y principios del siglo XII,
cuando eclosionan nuevas órdenes inspiradas en un idealismo de pobreza y
austeridad: Cister, Prémontrés, la Chartreuse, Camaldoli.
Bernardo de Claraval sostiene una
áspera disputa con Pedro el Venerable defendiendo el ideal cisterciense frente
a los ideales de Cluny, uno de los principales focos de la vida intelectual y
artística de Occidente. Odón escribe la Historia Sagrada en verso y
elabora una moral práctica. Los sermones de Odilón serán durante mucho tiempo
modelos de una elocuencia elegante y concisa. Abbón de Fleury definió los
equilibrios del poder político. Pedro el Venerable indujo a los cristianos a conocer el Corán y recurrir con frecuencia a las traducciones del árabe.
Cluny fue el origen de muchos teólogos, moralistas, poetas e historiadores. La
arquitectura es otra muestra de la pujanza y el poder de Cluny. A una iglesia
contemporánea de la fundación le sucede la abadía de Bernón, después las de Aymard y Maïeul, llamado San Pedro el Viejo, cuyo
plano característico, el coro y sus colaterales es, más o menos, reproducido en
casi todas las iglesias monásticas. El mismo se encuentra en San Pedro el
Viejo, en Borgoña, Alemania y Suiza. Cluny es, en
efecto, el símbolo de la reforma gregoriana y, sin duda alguna, la orden más
rica e influyente de su época. Sin embargo, del periodo de restauración
económica de Pedro el Viejo, hay poca constancia.[9]
v.
La Reforma
Cisterciense
La orden
cisterciense es una orden monástica católica reformada, cuyo origen
se remonta a la fundación de la Abadía de Císter por Roberto de Molesmes en 1098. Ésta se
encuentra donde se originó la antigua Cistercium romana, localidad próxima a Dijon, Francia. La orden cisterciense desempeñó un papel protagonista en
la historia religiosa del siglo XII. Por su
organización y por su autoridad espiritual, se impuso en todo el occidente,
incluso en sus márgenes. Su influencia fue particularmente importante en el
este del Elba donde la orden hizo
«progresar al mismo tiempo el cristianismo, la civilización y el desarrollo de
las tierras».
Como restauración de la regla benedictina inspirada en la reforma gregoriana, la orden cisterciense promueve el ascetismo, el rigor litúrgico y trata, con cierta mesura, el trabajo como un elemento cardinal, como
lo demuestra su patrimonio técnico, artístico y arquitectónico. Además de la
función social que ocupó hasta la Revolución
francesa, la orden ejerció una influencia importante
en los ámbitos intelectual o económico, así como en el ámbito de las artes y de
la espiritualidad. Debe su considerable desarrollo a Bernardo de
Claraval (1090-1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcionales. Su influencia y su prestigio personal
hicieron que se convirtiera en el cisterciense más importante del siglo XII. Pues, aun no siendo el fundador, sigue siendo todavía hoy
el maestro espiritual de la orden.
Aunque siguen la regla de san Benito, los cistercienses no son
propiamente considerados como benedictinos. En efecto, es en el IV Concilio de Letrán (1215) cuando la palabra benedictino
apareció para designar a los monjes que no pertenecían a ninguna Orden
centralizada, por oposición a los cistercienses. Pero numerosos vínculos unen a
ambas familias monásticas, en particular en el ámbito de la formación.
En Occidente, en el cambio entre el siglo XI y el siglo XII, son
numerosos los fieles que buscan «nuevas vías de perfección», «deseo
inexpresado, pero exaltando todo el fervor de rejuvenecer el mundo».
Sin embargo, las peregrinaciones y cruzadas no alimentan
espiritualmente a todos los creyentes. También, conjugando el ascetismo y el
rigor litúrgico y rechazando la ociosidad en contraposición al trabajo manual,
la regla benedictina es a finales del
siglo XI una formidable fuente de inspiración para los movimientos que se
esforzaban en buscar la perfección, tales como la Orden de Grandmont o la Orden
Cartuja, fundada por San Bruno en 1084. La
Orden Cisterciense está marcada en su nacimiento por la necesidad de reforma y
la inspiración evangélica que apuntala igualmente la experiencia de Robert de
Arbrissel - fundador de la Orden de Fontevraud en 1091- y la
eclosión de los capítulos de canónigos regulares.
La aventura cisterciense comienza con la fundación de la
abadía de Notre-Dame de Molesmes por Roberto de Molesmes en 1075, en la región de Tonnerre. Roberto de Molesmes convertido en prior e imbuido del
ideal de restauración de la vida monástica bajo la regla benedictina, abandona
el monasterio en 1075 y consigue poner en
práctica ese ideal compartiendo la soledad, la pobreza, el ayuno y la oración
con siete ermitaños, cuya vida espiritual dirige, e instalándose en el bosque
de Collan, cerca de Tonnerre. Gracias a los
señores de Maligny, el grupo se establece en el valle del Laignes, en la localidad
de Molesmes, adoptando reglas similares a las
de los camaldulenses y
combinando la vida comunal de trabajo y el oficio benedictino con el eremitismo.
Esta nueva abadía atrae a numerosos visitantes y donantes,
religiosos y laicos. «Quince años después de su fundación, Molesmes se asemeja
a cualquier abadía benedictina próspera de su época.» Pero las exigencias de
Roberto y de Albéric son mal aceptadas. Se producen divisiones en el seno de la
comunidad. En 1090, Roberto, con algunos compañeros, decide alejarse durante
un tiempo de la abadía y sus disensiones y se establece con algunos hermanos en
Aulx, para llevar allí una vida de ermitaño. Sin embargo, es obligado a
regresar a la abadía de Molesmes donde encontrará
la muerte en 1111. Su sucesor en Citeaux,
san Alberico, en 1099, logró que la orden fuera aprobada por el papa Pascual II
en 1100. Al tercer abad, el inglés san Esteban Harding, se le atribuye la
creación de la constitución de la orden cisterciense, la Carta de la Caridad.
La orden tenía que mantener la observancia de las mismas reglas en todas sus
casas, comunidades que recibían la visita anual de su abad fundador. Una vez al
año se realizaba una convención de abades cistercienses en Citeaux.
En 1113, san
Bernardo de Claraval ingresó en el noviciado del monasterio de Citeaux; en 1115
se convirtió en el abad fundador de Claraval (Clairvaux). Más adelante pasó a
ser el mentor espiritual que más influencia ejerció en aquella época, y también
el responsable de la rápida expansión de la orden. Cuando muere, en 1153
honrado por todo el mundo cristiano, convierte a Cîteaux en uno de los
principales centros de la cristiandad, en un alto lugar espiritual. En 1153
existían ya más de 300 monasterios cistercienses, 68 de los cuales habían sido
fundados directamente desde Clairvaux. A finales de la edad media, la orden
contaba con más de 700 abadías, habiendo logrado una gran expansión por casi
toda Europa.
A medida que la
orden se fue expandiendo y prosperando, le fueron surgiendo nuevas exigencias.
Para poder cumplir con estas demandas, los cistercienses se apartaron de los
ideales de ascetismo señalados en su constitución, en parte porque algunas de
estas disposiciones no eran compatibles con el espectacular crecimiento que
experimentaba la orden. Durante el siglo XII, considerada como su edad de oro,
los cistercienses constituían la orden con más influencia dentro de la iglesia
católica. Alcanzaron obispados y desempeñaron diversas funciones eclesiásticas,
encomendadas a los benedictinos de Cluny durante el siglo XI, reemplazándolos
en la curia romana, que gobierna la Iglesia. También tuvieron un fuerte
protagonismo en la economía de la edad media, en especial en el desarrollo de
técnicas para hacer utilizables terrenos baldíos, y en la creación de métodos
de producción, distribución y venta de granos y de lana. Fueron en gran parte
los responsables de la expansión de la arquitectura gótica por toda Europa, y
dedicaron mucho tiempo y esfuerzos en la recogida y copia de manuscritos para
sus bibliotecas.
Debido a las numerosas adhesiones y donaciones, y también a
una perfecta organización y un gran dominio técnico y comercial en una Europa
en plena expansión económica, la orden se convierte rápidamente en protagonista
de todos los sectores. Pero el extraordinario éxito económico de la orden en el
siglo XIII acaba por volverse contra ella. Las abadías aceptan numerosas
donaciones, que a veces son participaciones en molinos o en censos. Las abadías recurren, pues, de hecho, al
arrendamiento rústico o a la aparcería, mientras que originariamente la orden
explotaba sus tierras mediante el trabajo manual de los conversos. El
desarrollo económico es poco compatible con la vocación inicial de pobreza que
dio lugar al éxito de la orden en el siglo XII. Por ello, la disminución de las
vocaciones hace cada vez más difícil reclutar conversos. Los cistercienses
recurren entonces de manera creciente a mano de obra asalariada, en
contradicción con los preceptos originales de la orden.[10]
Durante el
siglo XIII tuvieron un período de decadencia, etapa que fue seguida por un
resurgimiento, al nacer grupos nuevos de cistercienses reformados. Dentro de
éstos, el más destacable es el que surgió en La Trappe. Por lo general son
llamados trapenses. Más tarde este grupo se desgajó del tronco original con el
nombre de cistercienses de la Observancia Estricta. La orden original recibió
el nombre de cistercienses de Observancia Común. Con el desarrollo de
las ciudades y de las universidades, los cistercienses, instalados
principalmente en lugares remotos, pierden su influencia intelectual en favor
de las órdenes mendicantes que predican en las ciudades y que proporcionan a
las universidades sus más grandes maestros. El Gran Cisma de Occidente asesta
un segundo golpe a la organización de la orden. Por una parte, la exacerbación
de los particularismos nacionales perjudica la unidad; por otra parte, los dos
papas compiten en generosidad para garantizarse el apoyo de los monasterios, lo
que supone «un perjuicio considerable a la uniformidad de la observancia.»
Si bien la orden conserva en el siglo XIV
un verdadero poder económico, se enfrenta a la crisis económica que
comienza y que empeorará con la Guerra
de los Cien Años. Muchas abadías se empobrecen. Aunque durante la Guerra de los
Cien Años los monasterios cistercienses se benefician de su relativa autonomía,
el conflicto daña a numerosos establecimientos. En particular, el reino de
Francia es explotado por las compañías de mercenarios, muy presentes en Borgoña
y en sus grandes ejes comerciales. Las
transformaciones medievales y las crisis políticas y religiosas de los siglos
XIV y XV obligan a la orden a adaptarse. El clero y el poder real franceses
critican cada vez más violentamente sus privilegios. En el siglo XV nacen nuevas
obediencias y se hacen esfuerzos para conservar la unidad original y restaurar
el edificio cisterciense. Como consecuencia, los siglos XV y XVI constituyen un
período de desarrollo de las congregaciones en el seno de la orden.
El movimiento de reforma protestante conmociona profundamente la situación.
Un gran movimiento de deserción afecta a las comunidades del norte de Europa y
los príncipes ganados para la Reforma confiscan los bienes de la orden. Los
monasterios ingleses, luego los escoceses y finalmente los irlandeses lo son
entre1536 y 1580. Más de 200 establecimientos desaparecen antes del final del siglo XVII. Con la
deserción de Inglaterra y de numerosos estados germánicos pasados a la Reforma,
la historia de la orden se halla circunscrita, a partir de ese momento y
durante dos siglos, al reino de Francia. En 1560, sólo están presentes trece
abades[11]
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