lunes, 25 de agosto de 2014

Cuarta sesión: Historia Eclesiástica

1)  LA IGLESIA PRIMITIVA

a)   La formación del Canon del Nuevo Testamento

La definición y aceptación del Canon es un proceso histórico ayudado con el concurso del Espíritu Santo. Aunque la lista de libros que tenemos actualmente, fue ratificado por diversos concilios, la historia y los propios escritos neotestamentarios nos dan indicios más que suficientes para mostrarnos que no se necesitó el concurso de ningún concilio católico romano para confirmar o canonizar nada que no hubiese sido ya ratificado y acordado por la mayoría de las iglesias y congregaciones ortodoxas desde el comienzo mismo del cristianismo.

Al ya no estar presentes los apóstoles, las iglesias cristianas de los primeros siglos, no solo estuvieron muy interesadas en sustituir su presencia con copias de sus Cartas y Evangelios, sino que se volvió una urgente necesidad frente a los movimientos heréticos que empezaron a tergiversar la doctrina apostólica. Movimientos como los Montanistas, o los seguidores de Arrio, obligaron a guardar celo por la doctrina apostólica y conservarla. Estos son los distintos intentos por establecer un canon.

Siglo I Escritos considerados inspirados antes del canon 
Siglo II Lista de libros de Marción
Siglo II Fragmento Muratori
Siglo III Lista de Eusebio de Cesarea
397 Concilio local de Hipona
1.500 Reforma Protestante. Intento de Martín Lutero para establecer el Canon.
1.546 Concilio de Trento  Lista de libros actuales.

i. Etapa Pre canoníca (siglo I)

En la etapa pre canónica hay escritos cristianos que empiezan a verse como inspirados por el Espíritu Santo, es decir con autoridad semejante al Antiguo Testamento, algunos de los tales son los escritos Paulinos. Es bueno recordar que la versión del Antiguo Testamento que usaba la iglesia fue la Septuaginta, la cual incluye los libros Deuterocanónicos. Pero fue Clemente de Roma en su primera epístola a la iglesia de Corinto por el año 100 que dijo que Pablo escribió bajo la inspiración del Espíritu Santo.

ii. Lista de libros de Marción (Siglo II)

Casi a mediados del segundo siglo, Marción (85-150?) un heresiarca cristiano fundador de la secta marcionita, publicó una colección de textos; un grupo de diez cartas paulinas y un evangelio similar al de Lucas. El contenido de cartas paulinas no incluía las Cartas Pastorales –I de Timoteo, II de Timoteo y Tito, ni incluía el libro de Hebreos. El evangelio que publicó era similar al de Lucas, pero no incluía ni el nacimiento de Jesús, ni muchos relatos de la versión actual de Lucas. Otro detalle es que la colección no incluía el libro de Hechos, los evangelios de Mateo, Marcos y Juan, ni las epístolas Universales y el libro de Apocalipsis.  Este hecho ha sido base para que en discusión histórica se plantee que Marción produjo el primer canon del Nuevo Testamento y que en respuesta a su canon, los grupos que formaron la ortodoxia publicaron nuestro Nuevo Testamento ¿produjo Marción el primer canon del N. T. ? ¿Fue contra este canon marcionita que se produjo el canon del N. T.? ¿Qué relación hay entre Marción y el proceso canónico del N. T.? Los dos escritores que discuten con detalles la vida, pensamiento y obra de Marción, son: Tertuliano a finales del segundo siglo en sus obras Contra Marción en cinco volúmenes y Epifanio en su obra Panarión en el 370 dC. No obstante Tertuliano está más cercano a la situación del marcionismo y escribe detalladamente sobre el canon marcionita.  Otra fuente primaria que tiene información sobre Marción y su comunidad de fe es la obra de Eusebio de Cesárea, Historia de la Iglesia. 324 dC. Además la obra de Ireneo, Contra las herejías que nos provee información adicional.

Lo que finalmente se puede señalar es que Marción fue el primero en publicar un corpus paulino con un evangelio. Pero este corpus y este evangelio ya tenían autoridad en sus comunidades respectivas. En el caso de las cartas paulinas, la colección de papiros del segundo siglo del corpus paulino nos ha mostrado que independiente a Marción había un corpus con cartas paulinas, por lo que no podemos adjudicar a Marción la creación de este cuerpo de cartas. Marción publicó una versión de este corpus paulino. El Nuevo Testamento que poseemos, específicamente las cartas Pastorales, Hechos, y Hebreos es posible que hayan sido desconocidas por Marción u omitidas de forma arbitraria debida a su tendencia teológica. Al separar estas cartas como; Hebreos, Hechos y las cartas Pastorales, Marción construiría un Pablo en clara discontinuidad con la Ley y con los profetas del A.T.

En la segunda mitad del siglo II, se comienzan a llamar a los libros que se consideran inspirados como Escrituras, pero se presenta el problema que se le da también ese nombre a los libros que posteriormente no serían catalogados como canónicos y aún heréticos. Justino Mártir (100-165) es el primero en asociar el concepto de canonicidad con el de la inspiración divina. Un elemento de orden material que influyó mucho en la formación del canon, fue la sustitución de los antiguos rollos de piel por los códices que eran hojas encuadernadas primero de papiro y luego de pergamino. Era necesario definir que escritos se incluían dentro del códice (Libro).

iii. El Fragmento Muratori (siglo II-III)

Es un manuscrito de finales del siglo II o principios del III, que contiene una lista de libros del Nuevo Testamento, escrita en latín, conocida como el Fragmento Muratori, por el nombre del anticuario y teólogo que descubrió el documento: Ludovico Antonio Muratori.

(Fragmento)
... en éstos, sin embargo, él estaba presente, y así los anotó.
El tercer libro del evangelio: según Lucas.
Después de la ascensión de Cristo, Lucas el médico, el cual Pablo había llevado consigo como experto jurídico, escribió en su propio nombre concordando con la opinión de [Pablo]. Sin embargo, él mismo nunca vio al Señor en la carne y, por lo tanto, según pudo seguir..., empezó a contarlo desde el nacimiento de Juan.

El cuarto evangelio es de Juan, uno de los discípulos.
Cuando sus co-discípulos y obispos le animaron, dijo Juan, "Ayunad junto conmigo durante tres días a partir de hoy, y, lo que nos fuera revelado, contémoslo el uno al otro". Esta misma noche le fue revelado a Andrés, uno de los apóstoles, que Juan debería escribir todo en nombre propio, y que ellos deberían revisárselo. Por lo tanto, aunque se enseñan comienzos distintos para los varios libros del evangelio, no hace diferencia para la fe de los creyentes, ya que en cada uno de ellos todo ha sido declarado por un solo Espíritu, referente a su natividad, pasión, y resurrección, su asociación con sus discípulos, su doble advenimiento - su primero en humildad, cuando fue despreciado, el cual ya pasó; su segundo en poder real, su vuelta. No es de extrañar, por lo tanto, que Juan presentara de forma tan constante los detalles por separado en sus cartas también, diciendo de sí mismo: "Lo que hemos visto con nuestros ojos y oído con nuestros oídos y hemos tocado con nuestras manos, éstas cosas hemos escrito". Porque de esta manera pretende ser no sólo un espectador sino uno que escuchó, y también uno que escribía de forma ordenada los hechos maravillosos acerca de nuestro Señor.

Los Hechos de todos los apóstoles han sido escritos en un libro. Dirigiéndose al excelentísimo Teófilo, Lucas incluye una por una las cosas que fueron hechas delante de su propios ojos, lo que él muestra claramente al omitir la pasión de Pedro, y también la salida de Pablo al partir de la Ciudad para España.

En cuanto a las cartas de Pablo, ellas mismas muestran a los que deseen entender desde qué lugar y con cuál fin fueron escritas. En primer lugar [escribió] a los Corintios prohibiendo divisiones y herejías; luego a los Gálatas [prohibiendo] la circuncisión; a los Romanos escribió extensamente acerca del orden de las escrituras y también insistiendo que Cristo fuese el tema central de éstas. Nos es necesario dar un informe bien argumentado de todos éstos ya que el bendito apóstol Pablo mismo, siguiendo el orden de su predecesor Juan, pero sin nombrarle, escribe a siete iglesias en el siguiente orden: primero a los Corintios, segundo a los Efesios, en tercer lugar a los Filipenses, en cuarto lugar a los Colosenses, en quinto lugar a los Gálatas, en sexto lugar a los Tesalonicenses, y en séptimo lugar a los Romanos. Sin embargo, aunque [el mensaje] se repita a los Corinitios y los Tesalonicenses para su reprobación, se reconoce a una iglesia como difundida a través del mundo entero. Porque también Juan, aunque escribe a siete iglesias en el Apocalipsis, sin embargo escribe a todas. Además, [Pablo escribe] una [carta] a Filemón, una a Tito, dos a Timoteo, en amor y afecto; pero han sido santificadas para el honor de la iglesia católica en la regulación de la disciplina eclesiástica.

Se dice que existe otra carta en nombre de Pablo a los Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, [ambos] falsificadas según la herejía de Marción, y muchas otras cosas que no pueden ser recibidas en la iglesia católica, ya que no es apropiado que el veneno se mezcle con la miel.
Pero la carta de Judas y las dos superscritas con el nombre de Juan han sido aceptadas en la [iglesia] católica; la Sabiduría también, escrita por los amigos de Salomón en su honor. El Apocalipsis de Juan también recibimos, y el de Pedro, el cual algunos de los nuestros no permiten ser leído en la iglesia. Pero el Pastor fue escrito por Hermas en la ciudad de Roma bastante recientemente, en nuestros propios días, cuando su hermano Pío ocupaba la silla del obispo en la iglesia de la ciudad de Roma; por lo tanto sí puede ser leído, pero no puede ser dado a la gente en la iglesia, ni entre los profetas, ya que su número es completo, ni entre los apóstoles al final de los tiempos.

Pero no recibimos ninguno de los escritos de Arsino o Valentino o Miltiado en absoluto. También han compuesto un libro de salmos para Marción [éstos rechazamos] junto con Basildo [y] el fundador asiático de los Catafrigios.

En el Fragmento Muratori se mencionan, como libros aceptados, 22 de los que componen nuestra versión del Nuevo Testamento. Faltando los siguientes: Hebreos, Santiago, 1 y 2 de Pedro, 3 de Juan. Pero se añaden otros dos libros: Apocalipsis de Pedro y Sabiduría de Salomón. Además, se da una lista de obras que fueron rechazadas por la iglesia.

iv. Algunos conceptos divergentes

Como no había una lista oficial de libros que debían usarse, cada Iglesia tenía sus libros preferidos. En el segundo siglo Taciano (110-172) rechazaba algunas cartas de Pablo. Clemente de Alejandría (155-220) primer erudito cristiano, no acepta a Santiago y cita a la Didaje, el pastor de Hermas, la predicación de Pedro, la carta de Bernabé, el Apocalipsis de Pedro, el evangelio según los hebreos, el evangelio según los egipcios y el apócrifo de Mateo como escritura Sagrada. Por su parte Ireneo (125-200) Obispo de Lyon, no considera a Hebreos como inspirado pero cita la 1 de Clemente y el Pastor de Hermas como Escritura. Tertuliano (155-220) Teólogo africano es el primero que usa los términos Antiguo y Nuevo testamento con lo cual los escritos cristianos reconocidos son colocados en una categoría similar a los libros judíos. En la segunda mitad del siglo IV, Cirilo de Jerusalén y Gregorio de Nazianzo emiten sus listas, que enumeran solamente 26 libros, faltando el Apocalipsis. Pero en las suyas lo incluyen Epifanio de Constancia y Atanasio de Alejandría. Este último los denomina «libros canonizados que se nos han transmitido y que se cree que son divinos». Sin embargo, hacia el 400, todavía omiten en su lista Apocalipsis, y en cambio añaden dos epístolas de Clemente de Alejandría.

v. Lista de Eusebio de Cesárea (Siglo III)

En 303 sobreviene la feroz persecución ordenada por Diocleciano, con su quema de escrituras cristianas. Esto no sólo fomenta, indirectamente, la multiplicación de copias clandestinas, sino que acelera la fijación del canon, puesto que el problema de la Iglesia es cuáles escrituras han de salvarse y preservarse a toda costa.  Hay dos factores que presionaron la definición de que libros se debían considerar canónicos. El primero es la aparición de la Vulgata latina escrita por Jerónimo, quien desde el 382 fue Secretario del Papa Dámaso y con su patrocinio comenzó la traducción al latín de las Escrituras. El segundo es la encomienda que hace el emperador Constantino a Eusebio de Cesárea (265-339) para que le escribiera 50 códices de las Sagradas Escrituras, por desgracia se perdieron todos y no sabemos qué libros tenían. No obstante Eusebio escribe en su Historia Eclesiatica:

"Habiendo llegado a este punto, ya es hora de dar una lista de los escritos del Nuevo Testamento mencionados. Primero se ha de situar la santa tétrade de los Evangelios, seguidos por los Hechos de los apóstoles.
A continuación hay que disponer las epístolas de Pablo, después se ha de decretar como cierta la 1 de Juan así como la de Pedro. Luego si se desea, el Apocalipsis de Juan, sobre el que ha su tiempo manifestaremos lo que se cree de él. Estos son los reconocidos.
Los escritos discutidos, a pesar de ser conocidos por la mayoría, son las llamadas epístolas de Santiago, la de judas y la 2 de Pedro, y las que llaman 2 y 3 de Juan, tanto si son del evangelista como si son de alguien con el mismo nombre.
Hay que considerar como espurios los siguientes: Los Hechos de Pablo, el llamado Pastor, el Apocalipsis de Pedro, la que dicen que es epístola de Bernabé, el escrito llamado Enseñanza de los apóstoles y como dije si se desea, el Apocalipsis de Juan. Este escrito es rechazado por algunos y considerado entre los reconocidos por otros.
Algunos incluyen en esta lista el evangelio a los hebreos por el que gozan en gran manera los hebreos que han recibido a Cristo. No obstante todos estos escrito son discutidos”.
Así pues, nos hemos visto obligados a hacer la lista también de los discutidos, separando los escritos que, según la tradición eclesiástica, son verdaderos, originales y admitidos, de los restantes, que, a pesar de no ser testamentarios, sino discutidos, son conocidos por la mayoría de los autores eclesiásticos. De este modo podemos ver estos escritos y también aquellos que, bajo el nombre de los apóstoles, han diseminado los herejes, como si contuvieran los Evangelios de Pedro, de Tomás, de Matías o de cualquier otro, así como los Hechos de Andrés, de Juan o de otros apóstoles. De todos éstos, ninguno fue considerado jamás como digno de ser citado por los escritores de la sucesión eclesiástica.
Hay que añadir que incluso el tipo de frase cambia con respecto a los apóstoles, y que el concepto y el plan que en ellos se hallan, armonizan menos con la verdadera ortodoxia, hasta tal punto que viene a ser evidente que fueron forjados por hombres herejes. Por eso no hay que situarlos entre los espurios, sino que, como totalmente ilógicos e impíos, deben de ser rechazados.” (HE Libro 3. Cap 25)

vi. Concilio local de Hipona (397)

Es necesario hacer la distinción entre los Concilios Locales y los Concilios Ecuménicos, pues mientras los primeros tenían vigencia en el lugar donde se presidía, los segundos tenían una mayor cobertura pues consensuaba mayor cantidad de iglesias. Es así como en el Concilio de Hipona y de Cartago presididos por Agustín de Hipona se definieron los 27 libros actuales, pero esta decisión tuvo solamente trascendencia local, sin embargo, Agustín impulsó la inclusión de los libros Deuterocanónicos en la Vulgata de Jeronimo. Los escritos más antiguos que existen de este texto actualmente son el Códice Sinaítico del siglo IV, el Vaticano del siglo IV y el Alejandrino del siglo V. Por voz de dos de sus concilios, el de Hipona (393) y el de Cartago (397), declaran cerrado el canon del Nuevo Testamento con los 27 libros actuales.

vii. Intento de Martín Lutero para establecer el Canon

Lutero (1483-1546) intentó crear un nuevo canon que estuviera acorde a la salvación por la fe, excluyó Hebreos, Santiago, Judas y el Apocalipsis. Y rechazó también: II Pedro, II y III Juan. La tendencia de los teólogos luteranos del siglo XVII fue la de clasificar todos estos escritos como de autoridad dudosa (o al menos inferior). Posteriormente los luteranos se fueron familiarizando con la idea de que la diferencia entre los libros controvertidos del NT y el resto era solamente en el grado de certeza (con respecto al origen más que en el carácter intrínseco). El hecho de que los calvinistas y los Anglicanos aceptaran completamente estos libros condicionó a los luteranos a contemplar con menor rigor a los “deúteros del NT” que a los del Antiguo. En el siglo XVII ya se admitía apenas una diferencia teórica entre las dos clases, y en 1700, ya se podía decir que tanto los católicos como los protestantes estaban de acuerdo en el Canon del NT. El único resabio de este período queda en las Biblias que usan los protestantes alemanes, y radica en el orden: Hebreos va al final con Santiago, Judas y el Apocalipsis (Hebreos no se incluye entre los escritos paulinos, en tanto que Santiago y Judas no aparecen en el mismo rango que las Epístolas católicas). Aunque Lutero no consideraba canónicos Hebreos, Judas, Apocalipsis y Santiago carta que llamaba de paja, su iniciativa no prospero.

viii. Concilio de Trento (1546)
El Concilio Católico de Trento 1.546- 1563 ratificó los 27 libros actuales y también determinó en la Iglesia Católica que las Escrituras y la tradición serían fuentes iguales de la fe, y definió la importancia de la confesión auricular. En la actualidad no puede hablarse de completa unanimidad en cuanto al canon, pues la Iglesia Siria y su canon Nestoriano no tiene en su Nuevo testamento 2-3 de Juan, Judas y Apocalipsis. La Iglesia Etíope compone su canon de 35 libros, los 27 canónicos y 8 más que son Sinodos, además, del Libro de la Alianza, Clemente y Didascalia. El Nuevo testamento en su versión gótica no incluye el Apocalipsis. Los armenios, en su canon, incluyen la 3era. Epístola a los Corintios y dos libros propios: Plegaria de Eutalio y El descanso de San Juan. La Iglesia Copto-arábiga incluye en su canon de las Escrituras Sagradas, las llamadas Constituciones Apostólicas y las epístolas 1 y 2 de Clemente.

2)  Los Maestros de la Iglesia

a)   Ireneo de Lion

Obispo de la ciudad de Lyon, en las Galias (actual Francia), nace sin embargo en Asia Menor, posiblemente hacia el 130-140 d.c. donde escucha de joven al viejo Policarpo, que le transmite las verdades y doctrinas de la fe cristiana que él mismo había oído de la boca del apóstol Juan, muerto solo unas décadas antes. Así la influencia de Policarpo, y por ende del "Discípulo Amado" del Señor, dejarán en su doctrina y legado una huella imborrable. Parece ser que después pasó un tiempo en Roma, pero sea como fuese, le encontramos en Galia ejerciendo de presbítero de la Iglesia de Lyon en el año 177 d.c.

Pero la obra cumbre de Ireneo de Lyon, por la que se le ha llegado a conocer y estudiar, es Adversus Aereses, o "Contra las Herejías" que ha llegado a nosotros prácticamente íntegra por medio de diferentes fragmentos. El título completo en Griego es "Desenmascarar y Refutar la falsamente llamada Ciencia (lit. Gnosis)" lo cual es uno de sus dos principales objetivos con esta obra, siendo el segundo, en sus propias palabras: "La Demostración de la Predicación Apostólica". En "Contra las Herejías" Ireneo no trata de inventar nada nuevo ni de elucubrar sobre la fe cristiana, se limita a transmitir las doctrinas que él había recibido por medio de Policarpo y las Escrituras, para de este modo desenmascarar a los herejes que se habían infiltrado en la Iglesia.

En "Contra las Herejías", Ireneo de Lyon nos va desgranando una a una las verdades fundamentales de la fe cristiana: En el libro I hay una serie de exposiciones sobre los herejes a los que combate, y sus doctrinas, el Libro II es la refutación propiamente dicha, el Libro III es una demostración de las verdades fundamentales de la fe cristiana: La verdad de las Escrituras, La Unicidad de Dios, Cristo hecho hombre, etc. En el libro IV citando ampliamente las escrituras y las Palabras del Señor demuestra la unidad del A.T. y del N.T. frente a los gnósticos y otros herejes. El libro V expone su escatología milenarista, heredada de los apóstoles: el Anticristo, la Resurrección de los justos y el Milenio

Su información sobre el Anticristo (Libro V, 25:1), del que dice que provendría de la Tribu de Dan (la única que no se menciona en el Apocalipsis entre los 144.000 sellados de Israel) es más que interesante. Nos habla del Número de la bestia y su significado (lo pone en relación con el dios Sol -que más tarde sería adoptado por Constantino como divinidad protectora-), del juicio venidero, de la Gran tribulación (de la que dice, como siempre ha dicho la iglesia hasta hace poco más de un siglo, que será antes del arrebatamiento. No olvidemos que él escuchó y cita constantemente las doctrinas de Policarpo y Papías que fueron oyentes directos del Apóstol Juan). Da tres reglas para luchar contra el gnosticismo, que es el propósito fundamental del libro:
1.     Apoyarse en el Antiguo y Nuevo Testamento.
2.     Eliminar los ritos falsos y creer en la historicidad de Jesús.
3.     La doctrina apostólica

b)   Clemente de Alejandría

Nació hacia el año 150, probablemente en Atenas, de padres paganos; después de hacerse cristiano, viajó por el sur de Italia y por Siria y Palestina, en busca de maestros cristianos, hasta que llegó a Alejandría; las enseñanzas de Panteno hicieron que se quedara allí. Hacia el año 202, la persecución de Séptimo Severo le obligó a abandonar Egipto, y se refugió en Capadocia, donde murió poco antes del 215.
Su conocimiento de los escritos paganos y de la literatura cristiana es notable; influido por el platonismo, estudió las relaciones entre el cristianismo y la filosofía griega y fue el iniciador de la elaboración científica de la teología. Es autor de Exhortación a los gentiles, Protréptico y Stromata.  Contribuyó a que la filosofía fuera aceptada en la Iglesia. Según él, Platón se hallaba en el camino recto para encontrar a Dios; aunque la plenitud del conocimiento y por tanto de la salvación la ha traído el Logos, Jesucristo. Así lo señala en el Protréptico o “exhortación”, una invitación a la conversión.
A los que se deciden a seguir a Cristo, Clemente dedica la segunda de sus obras, el Pedagogo, el “preceptor”. En el primero de los tres libros de que se compone, de carácter más general, trata de la obra educadora del Logos como pedagogo y establece principios generales de moral. En el segundo y el tercero trata de situaciones de la vida ordinaria en Alejandría, siguiendo una relación pormenorizada y dando normas sobre ellas: la manera de vestir y de divertirse, el uso de perfumes, la asistencia a los baños, la música y la danza, la vida conyugal, la disposición y ornato de la casa, las buenas maneras, etc.;
Para cerrar esta trilogía, Clemente proyectaba otra obra, el Didascalos, en la que iba a exponer sistemáticamente la religión cristiana, pues “el Logos primero exhorta, luego educa y finalmente enseña”. Pero no llegó a escribirla. En cambio escribió unos Stromata, o ”tapices”, donde va tratando temas variados con los que Clemente quiere crear inquietudes religiosas en el gentil. En ellos domina el interés por presentar el cristianismo como una verdadera gnosis

c)   Tertuliano de Cartago

Quinto Septimio Florente Tertuliano, más comúnmente conocido como Tertuliano (ca. 160– ca. 220) fue un líder de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo segundo y primera parte del tercero. Nació, vivió y murió en Cartago, en el actual Túnez. Sus primeras obras antes de hacerse montanista son escritos generalmente apologéticos contra los paganos y las diversas herejías y cismas de la época. En estas obras se nota su educación como abogado por la retórica que usa en sus argumentos, a veces mordaz y otras veces directamente tomada del derecho romano.  Así, para tertuliano, el depósito de la fe descansa exclusivamente en la iglesia universal, que ha recibido sus enseñanzas de los apóstoles, por lo que los herejes y cismáticos ni siquiera tienen derecho "legal" de usar el nombre de cristianos y las Escrituras, ni la Iglesia se debe tomar la molestia siquiera de discutir con los mismos. Hubiese sido tertuliano de Cartago un santo del siglo III para la Iglesia Católico-Romana, conocido como azote de los herejes y defensor de la ortodoxia, si no hubiese abrazado, el año 207 d.C. el Montanismo.

Pero el montanismo no fue un cisma ni una herejía en sus principios, más bien, del mismo modo que hoy pasa con el movimiento carismático o pentecostal, fue una involución de carácter rigorista y en muchos casos fanática y exagerada, que se dio en el seno de todas las comunidades de la iglesia. Ya como montanista Tertuliano siguió escribiendo tratados contra las herejías, que han sido capitales para entender el posterior desarrollo de la teología cristiana. Quizá la más importante es su tratado "Contra Praxeas", un alegato contra un tal Praxeas, que en la iglesia de Roma se opuso al montanismo y su interpretación acerca de la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así, Praxeas predicaba el llamado "patripasiosismo" herejía que explicaba que Dios unas veces actuaba como Padre, otras como Hijo, y otras como Espíritu.

Tertuliano entonces postula la siguiente fórmula para entender la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esa fórmula es que “Hay en el Dios único una sola sustancia y tres personas diferentes”. Tertuliano es así el primero que acuña la fórmula trinitaria.  Escribió además, como montanista, ardientes alegatos contra la iglesia proto-católica a la que acusaba de falta de rigor y santidad, y llamaba a los católicos los "psíquicos" por su oposición, según él, al Espíritu Santo. Resulta tremendamente paradójico que un defensor de la ortodoxia como Tertuliano, se uniese a un grupo tenido por herético por el resto de la iglesia, y que ya "en la herejía" produjese fórmulas teológicas que han resultado ser de primerísima importancia para la Iglesia

d)   Orígenes de Alejandría

Orígenes (185-254) Es considerado un Maestro de la Iglesia, destacado por su erudición y, junto con Agustín y Tomás de Aquino  uno de los tres pilares de la teología cristiana. Nació en Alejandría, y fue discípulo de Clemente de Alejandría y de Ammonio Saccas. Enseñó el cristianismo a paganos y cristianos. Viajó a Palestina en el año 216, tras ser invitado a dar conferencias sobre las escrituras, pues se caracterizaba por su gran erudición, llegando a ser un gran exégeta. Director de la escuela teológica de Alejandría, disfrutó de un periodo de creatividad hasta su enfrentamiento con el obispo local, Demetrio, que le llevó a exiliarse a Cesárea de Palestina. La causa, según lo sabemos por Eusebio y Focio, de este enfrentamiento fue la ordenación sacerdotal que Orígenes recibió en Cesárea, sin conocimiento de Demetrio, por parte de Teoctisto de Cesárea y Alejandro de Jerusalén. Hay que tener en cuenta que, según las ideas de la época, Orígenes no podía recibir las órdenes por ser eunuco, ya que se autoemasculó en su juventud en un arrebato de ascetismo.  En el año 248 escribió ocho libros Contra Celso. En el año 250 fue encarcelado durante las persecuciones emprendidas por el emperador Decio. Fue sometido a tortura durante un año y murió cuatro años después como consecuencia del maltrato sufrido en Tiro. Escribió, según testimonio de Jerónimo, alrededor de 800 obras, la mayoría referidas a comentarios sobre la Biblia. La mayor de esta se ha perdido, Exponente privilegiado de la gnosis ortodoxa, fue el primero en concebir un sistema completo del cristianismo, integrando las teorías neoplatónicas. En sus obras doctrinarias (Contra Celso y Sobre los principios), Orígenes expone su pensamiento filosófico, en el que se muestra deudor del platonismo, del estoicismo y del neoplatonismo. Sus ideas, recuperadas y sistematizadas en los siglos siguientes por una corriente de pensamiento llamada origenismo, suscitaron vivas controversias y fueron finalmente condenadas en el concilio de Constantinopla (553).  Es por eso que no se cuenta con la mayoría de sus obras. Lo poco que se sabe de ellas se encuentra en citas registradas en crónicas, tratados de otros autores y las traducciones de Jerónimo, Rufino y Ambrosius Traversarius. No obstante, se conservan Exaplos, los Principios y la Defensa del Cristianismo. En sus libros aseveró que conocía más de veinte versiones de los Evangelios, quejándose por el pésimo estado de conservación de esos documentos y por las malas interpretaciones que hacían aquellos encargados de escribirlos.

En su Comentario sobre el Evangelio de Juan (libro II, capítulo II ), Orígenes afirma que el Logos (El Verbo de Dios) es theos (dios) sin el artículo definido ("el"), en cambio el Padre es ho theos (el Dios) con artículo. En la Teología de Orígenes el Hijo de Dios es subordinado al Padre, tendencia presente en otros Padres del período; esta tendencia subordinacionista puede ser considerada, sin embargo, ortodoxa.

Ya que nosotros que decimos que el mundo visible está bajo el gobierno del que creó todas las cosas, declare así que el Hijo no es más fuerte que el Padre, sino inferior a Él. Y esta creencia que basamos en el refrán de Jesús mismo, «el Padre que me envió es mayor que yo». Y ninguno de nosotros es tan insano para afirmar que el Hijo del hombre es el Señor sobre Dios.
Contra Celso libro VIII, 15

[...] Y aunque podamos llamarlo "segundo" Dios (deuteros Theos), permítanos hacerles saber que por el término "segundo Dios" no queremos decir nada más que una virtud capaz de la inclusión de todas otras virtudes, y una razón capaz de contener toda la razón en absoluto que existe en todas las cosas [...]
Contra Celso Libro V, 39

En esta cita se puede resumir lo que él afirma sobre el Ser de Dios:

Dios «ni siquiera participa del ser»: porque más bien es participado que participa, siendo participado por los que poseen el Espíritu de Dios. Asimismo, nuestro Salvador no participa de la justicia, sino que siendo la Justicia, los que son justos participan de él. Lo que se refiere al ser requiere un largo discurso y no fácilmente comprensible, particularmente lo que se refiere al Ser en su pleno sentido, que es inmóvil e incorpóreo. Habría que investigar si Dios «está más allá del ser en dignidad y en poder» (Plat. Rep. 509b) haciendo participar en el ser a aquellos que lo participan según su Logos, y al mismo Logos, o bien si él mismo es ser, aunque se dice invisible por naturaleza en las palabras que se refieren al Salvador: «El cual es imagen del Dios invisible» (Col 1, 15), donde la palabra «invisible» significa «incorpóreo». Habría que investigar también si el unigénito y primogénito de toda criatura ha de ser llamado ser de los seres, idea de las ideas y principio, mientras que su Padre y Dios está más allá de todo esto.
Contra Celso libro VI, 64

En esta cita se muestra su visión del Espíritu Santo:

Si es verdad que mediante el Verbo «fueron hechas todas las cosas» (cf. Jn 1, 3), ¿hay que decir que el Espíritu Santo también vino a ser mediante el Verbo? Supongo que si uno se apoya en el texto «mediante él fueron hechas todas las cosas» y afirma que el Espíritu es una realidad derivada, se verá forzado a admitir que el Espíritu Santo vino a ser a través del Verbo, siendo el Verbo anterior al Espíritu. Por el contrario, si uno se niega a admitir que el Espíritu Santo haya venido a ser a través de Cristo, se sigue que habrá de decir que el Espíritu es inengendrado... En cuanto a nosotros, estamos persuadidos de que hay realmente tres personas (hypostaseis), Padre, Hijo y Espíritu Santo; y creemos que sólo el Padre es inengendrado; y proponemos como proposición más verdadera y piadosa que todas las cosas vinieron a existir a través del Verbo, y que de todas ellas el Espíritu Santo es la de dignidad máxima, siendo la primera de todas las cosas que han recibido existencia de Dios a través de Jesucristo. Y tal vez es ésta la razón por la que el Espíritu Santo no recibe la apelación de Hijo de Dios: sólo el Hijo unigénito es hijo por naturaleza y origen, mientras que el Espíritu seguramente depende de él, recibiendo de su persona no sólo el ser sino la sabiduría, la racionalidad, la justicia y todas las otras propiedades que hemos de suponer que posee al participar en las funciones del Hijo [...]
Comentario en Juan libro II, 10

Al explicar la Trinidad, la distinción de las personas predomina respecto a la unidad de substancia, de tal forma que sólo el Padre es verdaderamente Dios, en cuanto es el único "no-engendrado"; el Hijo ha sido engendrado, y por esa razón es un Dios secundario; su acción se halla limitada a los seres racionales. El Espíritu Santo deriva del Hijo y extiende su acción únicamente a los santos.

Orígenes postula la creación del mundo ab aeterno, como corresponde, según él, a la inmutabilidad de Dios, y a su bondad, la cual por su propia naturaleza tiende a una manifestación y donación continuas. Cree que todas las almas provienen de un mundo preexistente: los que hicieron uso de su libertad en contra de Dios, fueron condenados a unirse con el cuerpo; es el caso de los hombres. Los demonios serían seres cuya desobediencia fue mayor, y por eso cayeron más abajo. Solamente el alma de aquel hombre que sería Jesús permaneció devota y unida al Verbo hasta identificarse plenamente con él.

e)   Justino

Nació en la ciudad de Flavia Neapolis (actual Nablus, en Cisjordania; llamada Siquem en el Antiguo Testamento). Aunque afirma ser samaritano, su familia era pagana de habla griega, por lo que fue educado en ese contexto cultural. En su Diálogo con Trifón cuenta que estudió filosofía con diferentes maestros que por una u otra razón le decepcionaron y, tras convertirse al cristianismo en Éfeso, en tiempos de Adriano, dedicó el resto de su vida a difundir lo que él consideraba la verdadera filosofía. Parece ser que viajó bastante, y que al final de su vida se instaló en Roma, donde fundó el Didascáleo romano, una escuela de filosofía cristiana. Sufrió martirio en la capital del Imperio, al parecer debido a sus disputas con el cínico Crescencio, durante el reinado de Marco Aurelio, siendo Junio Rústico prefecto de la ciudad (entre 162 y 168).

La primera mención de Justino se encuentra en la Oratio ad Graecos de Taciano, quien lo llama "el muy admirable Justino", cita una frase suya e informa de que el cínico Crescencio lo denunció a las autoridades. Ireneo (Haer. I., xxviii. 1) habla de su martirio y explica que Taciano fue su discípulo, le cita en dos ocasiones (IV., vi. 2, V., xxvi. 2) y muestra su influencia en otros lugares. Tertuliano, en su Adversus Valentinianos, lo llama filósofo y mártir, y el primer antagonista de los herejes. Hipólito de Roma y Metodio de Olimpia también lo mencionan y lo citan. Eusebio de Cesárea lo trata con cierta extensión en su Historia eclesiástica (iv. 18), y le atribuye las siguientes obras, de las cuales sólo se tienen por auténticas la primera y la última:

1.    La Primera Apología de Justino Mártir, dirigida a Antonino Pío, a sus hijos, y el Senado Romano;
2.    Una Segunda Apología dirigida al Senado Romano;
3.    El Discurso a los griegos, una discusión con filósofos griegos acerca de la naturaleza de sus dioses;
4.    Una Exhortación dirigida a los griegos;
5.    un tratado Sobre la soberanía de Dios;
6.    una obra titulada El salmista;
7.    un tratado Sobre el alma; y
8.    el Diálogo con Trifón.

La idea del Logos siempre le llamaba la atención a Justino. Es demasiado asumir una unión directa con Filón de Alejandria, en este detalle. La idea del Logos era extensamente familiar a hombres cultos, y la designación del Hijo de Dios como Logos no era nueva a la teología cristiana. El significado está claro, sin embargo, en la manera en la cual Justino identifica al Cristo histórico con la fuerza racional vigente en el universo, que conduce hasta la reclamación de toda la verdad y virtud para los cristianos y a la demostración de la veneración de Cristo, que despertó tanta oposición, como la única actitud razonable. Es principalmente para esta justificación de la veneración de Cristo que Justino emplea la Idea del Logos.
Justino ve al Logos de Dios como un Dios engendrado:

El Logos de la Sabiduría, quien es este mismo Dios engendrado del Padre de todo, Logos, Sabiduría, Poder, y gloria del Engendrador.
Diálogo con Trifón LXI

Considera al Logos un Dios subordinado a Dios, manifestando un claro subordinacionismo:

Yo te persuadiré, desde que tú has entendido las Escrituras (de la verdad), de que hay, y se dice que existe, otro Dios y Señor subordinado al Hacedor de todo; quien es llamado Ángel, porque Él anuncia a los hombres cualquier cosa que el hacedor de todo, sobre quien no hay otro Dios, desea decirles a ellos.
Diálogo con Trifón LVI

El siguiente pasaje es motivo de controversia y de interpretación, para entender cuál es el sentido, en el cual, Justino considera a los ángeles semejantes a Cristo y dignos de ser también homenajeados:

Nosotros confesamos que somos ateos en lo que se refiere a los dioses, pero no con respecto al más grande verdadero Dios, el Padre de la Justicia y la templanza y de otras virtudes, quien es libre de toda impureza. Pero Él y el Hijo quien proviene de Él y nos enseñó estas cosas y a la hueste de los otros ángeles buenos que le siguen y que son similares a él, y al Espíritu profético, nosotros veneramos y rendimos homenaje.
Primera Apología VI

Los escritos de Justino que han llegado completos hasta nosotros son las dos Apologías y el Diálogo con Trifón. En la primera Apología, Justino protesta contra la condenación de los cristianos por razón de su religión o de falsas acusaciones. En ella fundamenta que es injusto acusarlos de ateísmo y de inmoralidad, ya que son ciudadanos pacíficos, cuya lealtad al emperador se basa en sus mismos principios religiosos. La segunda Apología es un apéndice de la primera. En su tercer libro, el mártir hace una defensa del cristianismo en contraste con el judaísmo, bajo la forma de diálogo con un judío llamado Trifón.


Justino se negó a la orden dada por Crescencio de ofrecer sacrificios a los ídolos y, confesando valientemente a Cristo, fue condenado por el juez a morir decapitado.

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