Cuarta sesión: Historia Eclesiástica
1) LA IGLESIA PRIMITIVA
a) La
formación del Canon del Nuevo Testamento
La definición y aceptación del Canon es un proceso histórico ayudado con el
concurso del Espíritu Santo. Aunque la lista de libros que tenemos actualmente,
fue ratificado por diversos concilios, la historia y los propios escritos neotestamentarios nos dan indicios más
que suficientes para mostrarnos que no se necesitó el concurso de ningún
concilio católico romano para confirmar o canonizar nada que no hubiese sido ya
ratificado y acordado por la mayoría de las iglesias y congregaciones ortodoxas
desde el comienzo mismo del cristianismo.
Al ya no estar presentes los apóstoles, las iglesias cristianas de los
primeros siglos, no solo estuvieron muy interesadas en sustituir su presencia
con copias de sus Cartas y Evangelios, sino que se volvió una urgente necesidad
frente a los movimientos heréticos que empezaron a tergiversar la doctrina
apostólica. Movimientos como los Montanistas, o los seguidores de Arrio,
obligaron a guardar celo por la doctrina apostólica y conservarla. Estos son
los distintos intentos por establecer un canon.
Siglo
I Escritos considerados inspirados antes del canon
Siglo
II Lista de libros de Marción
Siglo
II Fragmento Muratori
Siglo
III Lista de Eusebio de Cesarea
397
Concilio local de Hipona
1.500
Reforma Protestante. Intento de Martín Lutero para establecer el Canon.
1.546
Concilio de Trento Lista de libros
actuales.
i. Etapa Pre canoníca
(siglo I)
En la etapa pre canónica hay escritos cristianos
que empiezan a verse como inspirados por el Espíritu Santo, es decir con
autoridad semejante al Antiguo Testamento, algunos de los tales son los
escritos Paulinos. Es bueno recordar que la versión del Antiguo Testamento que
usaba la iglesia fue la Septuaginta, la cual incluye los libros
Deuterocanónicos. Pero fue Clemente de Roma en su primera epístola a la iglesia
de Corinto por el año 100 que dijo que Pablo escribió bajo la inspiración del
Espíritu Santo.
ii. Lista de libros de Marción (Siglo II)
Casi a mediados del segundo siglo, Marción (85-150?) un heresiarca cristiano fundador de la secta marcionita, publicó una colección
de textos; un grupo de diez cartas paulinas y un evangelio similar al de Lucas.
El contenido de cartas paulinas no incluía las Cartas Pastorales –I de Timoteo,
II de Timoteo y Tito, ni incluía el libro de Hebreos. El evangelio que publicó
era similar al de Lucas, pero no incluía ni el nacimiento de Jesús, ni muchos relatos
de la versión actual de Lucas. Otro detalle es que la colección no incluía el libro
de Hechos, los evangelios de Mateo, Marcos y Juan, ni las epístolas Universales
y el libro de Apocalipsis. Este hecho ha
sido base para que en discusión histórica se plantee que Marción produjo el
primer canon del Nuevo Testamento y que en respuesta a su canon, los grupos que
formaron la ortodoxia publicaron nuestro Nuevo Testamento ¿produjo Marción el
primer canon del N. T. ? ¿Fue contra este canon marcionita que se produjo el canon
del N. T.? ¿Qué relación hay entre Marción y el proceso canónico del N. T.? Los
dos escritores que discuten con detalles la vida, pensamiento y obra de
Marción, son: Tertuliano a finales del segundo siglo en sus obras Contra Marción en cinco volúmenes y Epifanio en su obra Panarión en el 370 dC. No obstante Tertuliano está más cercano a la
situación del marcionismo y escribe detalladamente sobre el canon
marcionita. Otra fuente primaria que
tiene información sobre Marción y su comunidad de fe es la obra de Eusebio de Cesárea,
Historia de la Iglesia. 324 dC. Además la obra de Ireneo, Contra las herejías que nos provee información adicional.
Lo que finalmente se puede señalar es que Marción fue el primero en publicar un
corpus paulino con un evangelio. Pero este corpus y este evangelio ya tenían
autoridad en sus comunidades respectivas. En el caso de las cartas paulinas, la
colección de papiros del segundo siglo del corpus paulino nos ha mostrado que
independiente a Marción había un corpus con cartas paulinas, por lo que no
podemos adjudicar a Marción la creación de este cuerpo de cartas. Marción
publicó una versión de este corpus paulino. El Nuevo Testamento que poseemos, específicamente
las cartas Pastorales, Hechos, y Hebreos es posible que hayan sido desconocidas
por Marción u omitidas de forma arbitraria debida a su tendencia teológica. Al
separar estas cartas como; Hebreos, Hechos y las cartas Pastorales, Marción
construiría un Pablo en clara discontinuidad con la Ley y con los profetas del
A.T.
En la segunda mitad del siglo II, se comienzan a
llamar a los libros que se consideran inspirados como Escrituras, pero se
presenta el problema que se le da también ese nombre a los libros que
posteriormente no serían catalogados como canónicos y aún heréticos. Justino
Mártir (100-165) es el primero en asociar el concepto de canonicidad con el de
la inspiración divina. Un elemento de orden material que influyó mucho en la
formación del canon, fue la sustitución de los antiguos rollos de piel por los
códices que eran hojas encuadernadas primero de papiro y luego de pergamino.
Era necesario definir que escritos se incluían dentro del códice (Libro).
iii. El
Fragmento Muratori (siglo II-III)
Es un manuscrito de finales del siglo II o
principios del III, que contiene una lista de libros del Nuevo Testamento,
escrita en latín, conocida como el Fragmento Muratori, por el nombre del
anticuario y teólogo que descubrió el documento: Ludovico Antonio Muratori.
(Fragmento)
... en éstos, sin embargo, él estaba
presente, y así los anotó.
El tercer libro del evangelio: según
Lucas.
Después de la ascensión de Cristo,
Lucas el médico, el cual Pablo había llevado consigo como experto jurídico,
escribió en su propio nombre concordando con la opinión de [Pablo]. Sin
embargo, él mismo nunca vio al Señor en la carne y, por lo tanto, según pudo
seguir..., empezó a contarlo desde el nacimiento de Juan.
El cuarto evangelio es de Juan, uno de
los discípulos.
Cuando sus co-discípulos y obispos le
animaron, dijo Juan, "Ayunad junto conmigo durante tres días a partir de
hoy, y, lo que nos fuera revelado, contémoslo el uno al otro". Esta misma
noche le fue revelado a Andrés, uno de los apóstoles, que Juan debería escribir
todo en nombre propio, y que ellos deberían revisárselo. Por lo tanto, aunque
se enseñan comienzos distintos para los varios libros del evangelio, no hace
diferencia para la fe de los creyentes, ya que en cada uno de ellos todo ha
sido declarado por un solo Espíritu, referente a su natividad, pasión, y
resurrección, su asociación con sus discípulos, su doble advenimiento - su
primero en humildad, cuando fue despreciado, el cual ya pasó; su segundo en
poder real, su vuelta. No es de extrañar, por lo tanto, que Juan presentara de
forma tan constante los detalles por separado en sus cartas también, diciendo
de sí mismo: "Lo que hemos visto con nuestros ojos y oído con nuestros
oídos y hemos tocado con nuestras manos, éstas cosas hemos escrito".
Porque de esta manera pretende ser no sólo un espectador sino uno que escuchó,
y también uno que escribía de forma ordenada los hechos maravillosos acerca de
nuestro Señor.
Los Hechos de todos los apóstoles han
sido escritos en un libro. Dirigiéndose al excelentísimo Teófilo, Lucas incluye
una por una las cosas que fueron hechas delante de su propios ojos, lo que él
muestra claramente al omitir la pasión de Pedro, y también la salida de Pablo
al partir de la Ciudad para España.
En cuanto a las cartas de Pablo, ellas
mismas muestran a los que deseen entender desde qué lugar y con cuál fin fueron
escritas. En primer lugar [escribió] a los Corintios prohibiendo divisiones y
herejías; luego a los Gálatas [prohibiendo] la circuncisión; a los Romanos
escribió extensamente acerca del orden de las escrituras y también insistiendo
que Cristo fuese el tema central de éstas. Nos es necesario dar un informe bien
argumentado de todos éstos ya que el bendito apóstol Pablo mismo, siguiendo el
orden de su predecesor Juan, pero sin nombrarle, escribe a siete iglesias en el
siguiente orden: primero a los Corintios, segundo a los Efesios, en tercer
lugar a los Filipenses, en cuarto lugar a los Colosenses, en quinto lugar a los
Gálatas, en sexto lugar a los Tesalonicenses, y en séptimo lugar a los
Romanos. Sin embargo, aunque [el mensaje] se repita a los Corinitios y los
Tesalonicenses para su reprobación, se reconoce a una iglesia como difundida a
través del mundo entero. Porque también Juan, aunque escribe a siete iglesias
en el Apocalipsis, sin embargo escribe a todas. Además, [Pablo escribe] una
[carta] a Filemón, una a Tito, dos a Timoteo, en amor y afecto; pero han sido
santificadas para el honor de la iglesia católica en la regulación de la
disciplina eclesiástica.
Se dice que existe otra carta en
nombre de Pablo a los Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, [ambos]
falsificadas según la herejía de Marción, y muchas otras cosas que no pueden
ser recibidas en la iglesia católica, ya que no es apropiado que el veneno se
mezcle con la miel.
Pero la carta de Judas y las dos
superscritas con el nombre de Juan han sido aceptadas en la [iglesia] católica;
la Sabiduría también, escrita por los amigos de Salomón en su honor. El
Apocalipsis de Juan también recibimos, y el de Pedro, el cual algunos de los
nuestros no permiten ser leído en la iglesia. Pero el Pastor fue escrito por
Hermas en la ciudad de Roma bastante recientemente, en nuestros propios días,
cuando su hermano Pío ocupaba la silla del obispo en la iglesia de la ciudad de
Roma; por lo tanto sí puede ser leído, pero no puede ser dado a la gente en la
iglesia, ni entre los profetas, ya que su número es completo, ni entre los
apóstoles al final de los tiempos.
Pero no recibimos ninguno de los
escritos de Arsino o Valentino o Miltiado en absoluto. También han compuesto un
libro de salmos para Marción [éstos rechazamos] junto con Basildo [y] el
fundador asiático de los Catafrigios.
En el Fragmento Muratori se mencionan, como libros
aceptados, 22 de los que componen nuestra versión del Nuevo Testamento. Faltando
los siguientes: Hebreos, Santiago, 1 y 2 de Pedro, 3 de Juan. Pero se añaden
otros dos libros: Apocalipsis de Pedro y Sabiduría de Salomón. Además, se da
una lista de obras que fueron rechazadas por la iglesia.
iv. Algunos
conceptos divergentes
Como no había una lista oficial de libros que
debían usarse, cada Iglesia tenía sus libros preferidos. En el segundo siglo
Taciano (110-172) rechazaba algunas cartas de Pablo. Clemente de Alejandría
(155-220) primer erudito cristiano, no acepta a Santiago y cita a la Didaje, el
pastor de Hermas, la predicación de Pedro, la carta de Bernabé, el Apocalipsis
de Pedro, el evangelio según los hebreos, el evangelio según los egipcios y el
apócrifo de Mateo como escritura Sagrada. Por su parte Ireneo (125-200) Obispo
de Lyon, no considera a Hebreos como inspirado pero cita la 1 de Clemente y el
Pastor de Hermas como Escritura. Tertuliano (155-220) Teólogo africano es el
primero que usa los términos Antiguo y Nuevo testamento con lo cual los escritos
cristianos reconocidos son colocados en una categoría similar a los libros
judíos. En la segunda mitad del siglo IV, Cirilo de Jerusalén y Gregorio de
Nazianzo emiten sus listas, que enumeran solamente 26 libros, faltando el
Apocalipsis. Pero en las suyas lo incluyen Epifanio de Constancia y Atanasio de
Alejandría. Este último los denomina «libros canonizados que se nos han
transmitido y que se cree que son divinos». Sin embargo, hacia el 400, todavía
omiten en su lista Apocalipsis, y en cambio añaden dos epístolas de Clemente de
Alejandría.
v. Lista de Eusebio de Cesárea (Siglo III)
En 303 sobreviene la feroz persecución ordenada por
Diocleciano, con su quema de escrituras cristianas. Esto no sólo fomenta,
indirectamente, la multiplicación de copias clandestinas, sino que acelera la
fijación del canon, puesto que el problema de la Iglesia es cuáles escrituras
han de salvarse y preservarse a toda costa. Hay dos factores que presionaron la definición
de que libros se debían considerar canónicos. El primero es la aparición de la
Vulgata latina escrita por Jerónimo, quien desde el 382 fue Secretario del Papa
Dámaso y con su patrocinio comenzó la traducción al latín de las Escrituras. El
segundo es la encomienda que hace el emperador Constantino a Eusebio de Cesárea
(265-339) para que le escribiera 50 códices de las Sagradas Escrituras, por
desgracia se perdieron todos y no sabemos qué libros tenían. No obstante
Eusebio escribe en su Historia Eclesiatica:
"Habiendo
llegado a este punto, ya es hora de dar una lista de los escritos del Nuevo
Testamento mencionados. Primero se ha de situar la santa tétrade de los
Evangelios, seguidos por los Hechos de los apóstoles.
A
continuación hay que disponer las epístolas de Pablo, después se ha de decretar
como cierta la 1 de Juan así como la de Pedro. Luego si se desea, el
Apocalipsis de Juan, sobre el que ha su tiempo manifestaremos lo que se cree de
él. Estos son los reconocidos.
Los
escritos discutidos, a pesar de ser conocidos por la mayoría, son las llamadas
epístolas de Santiago, la de judas y la 2 de Pedro, y las que llaman 2 y 3 de
Juan, tanto si son del evangelista como si son de alguien con el mismo nombre.
Hay que
considerar como espurios los siguientes: Los Hechos de Pablo, el llamado
Pastor, el Apocalipsis de Pedro, la que dicen que es epístola de Bernabé, el
escrito llamado Enseñanza de los apóstoles y como dije si se desea, el
Apocalipsis de Juan. Este escrito es rechazado por algunos y considerado entre los
reconocidos por otros.
Algunos
incluyen en esta lista el evangelio a los hebreos por el que gozan en gran
manera los hebreos que han recibido a Cristo. No obstante todos estos escrito
son discutidos”.
Así pues, nos hemos visto
obligados a hacer la lista también de los discutidos, separando los escritos
que, según la tradición eclesiástica, son verdaderos, originales y admitidos,
de los restantes, que, a pesar de no ser testamentarios, sino discutidos, son
conocidos por la mayoría de los autores eclesiásticos. De este modo podemos ver
estos escritos y también aquellos que, bajo el nombre de los apóstoles, han
diseminado los herejes, como si contuvieran los Evangelios de Pedro, de Tomás, de
Matías o de cualquier otro, así como los Hechos de Andrés, de Juan o de
otros apóstoles. De todos éstos, ninguno fue considerado jamás como digno de
ser citado por los escritores de la sucesión eclesiástica.
Hay que añadir que incluso
el tipo de frase cambia con respecto a los apóstoles, y que el concepto y el
plan que en ellos se hallan, armonizan menos con la verdadera ortodoxia, hasta
tal punto que viene a ser evidente que fueron forjados por hombres herejes. Por
eso no hay que situarlos entre los espurios, sino que, como totalmente ilógicos
e impíos, deben de ser rechazados.” (HE Libro 3. Cap 25)
vi. Concilio local de Hipona (397)
Es necesario hacer la distinción entre los
Concilios Locales y los Concilios Ecuménicos, pues mientras los primeros tenían
vigencia en el lugar donde se presidía, los segundos tenían una mayor cobertura
pues consensuaba mayor cantidad de iglesias. Es así como en el Concilio de
Hipona y de Cartago presididos por Agustín de Hipona se definieron los 27
libros actuales, pero esta decisión tuvo solamente trascendencia local, sin
embargo, Agustín impulsó la inclusión de los libros Deuterocanónicos en la
Vulgata de Jeronimo. Los escritos más antiguos que existen de este texto actualmente
son el Códice Sinaítico del siglo IV, el Vaticano del siglo IV y el Alejandrino
del siglo V. Por voz de dos de sus concilios, el
de Hipona (393) y el de Cartago (397), declaran cerrado el canon del Nuevo
Testamento con los 27 libros actuales.
vii. Intento de Martín Lutero para establecer el Canon
Lutero (1483-1546) intentó crear un nuevo canon que
estuviera acorde a la salvación por la fe, excluyó Hebreos, Santiago, Judas y
el Apocalipsis. Y rechazó también: II Pedro, II y III Juan. La tendencia de los teólogos luteranos del siglo XVII fue la de clasificar
todos estos escritos como de autoridad dudosa (o al menos inferior). Posteriormente
los luteranos se fueron familiarizando con la idea de que la diferencia entre
los libros controvertidos del NT y el resto era solamente en el grado de
certeza (con respecto al origen más que en el carácter intrínseco). El hecho de
que los calvinistas y los Anglicanos aceptaran completamente estos libros
condicionó a los luteranos a contemplar con menor rigor a los “deúteros del NT”
que a los del Antiguo. En el siglo XVII ya se admitía apenas una diferencia teórica
entre las dos clases, y en 1700, ya se podía decir que tanto los católicos como
los protestantes estaban de acuerdo en el Canon del NT. El único resabio de
este período queda en las Biblias que usan los protestantes alemanes, y radica
en el orden: Hebreos va al final con Santiago, Judas y
el Apocalipsis (Hebreos no se incluye entre los escritos paulinos, en tanto que Santiago y Judas no
aparecen en el mismo rango que las Epístolas católicas).
Aunque Lutero no consideraba canónicos Hebreos, Judas, Apocalipsis y Santiago
carta que llamaba de paja, su iniciativa no prospero.
viii. Concilio de Trento (1546)
El Concilio Católico de Trento 1.546-
1563 ratificó los 27 libros actuales y también determinó en la Iglesia Católica
que las Escrituras y la tradición serían fuentes iguales de la fe, y definió la
importancia de la confesión auricular. En la actualidad no puede hablarse de
completa unanimidad en cuanto al canon, pues la Iglesia Siria y su canon Nestoriano
no tiene en su Nuevo testamento 2-3 de Juan, Judas y Apocalipsis. La Iglesia
Etíope compone su canon de 35 libros, los 27 canónicos y 8 más que son Sinodos, además, del Libro de la Alianza, Clemente y Didascalia. El Nuevo testamento en su versión gótica no incluye el
Apocalipsis. Los armenios, en su canon, incluyen
la 3era. Epístola a los Corintios y dos libros propios: Plegaria de Eutalio y El
descanso de San Juan. La Iglesia
Copto-arábiga incluye en su canon de las
Escrituras Sagradas, las llamadas Constituciones Apostólicas y las epístolas 1 y
2 de Clemente.
2) Los Maestros de la Iglesia
a) Ireneo de Lion
Obispo de la ciudad de Lyon, en las Galias (actual Francia), nace sin
embargo en Asia Menor, posiblemente hacia el 130-140 d.c. donde escucha de
joven al viejo Policarpo, que le transmite las verdades y doctrinas de la fe
cristiana que él mismo había oído de la boca del apóstol Juan, muerto solo unas
décadas antes. Así la influencia de Policarpo, y por ende del "Discípulo
Amado" del Señor, dejarán en su doctrina y legado una huella imborrable.
Parece ser que después pasó un tiempo en Roma, pero sea como fuese, le
encontramos en Galia ejerciendo de presbítero de la Iglesia de Lyon en el año
177 d.c.
Pero la obra cumbre de Ireneo de Lyon, por la que se le ha llegado a
conocer y estudiar, es Adversus Aereses, o "Contra las Herejías" que
ha llegado a nosotros prácticamente íntegra por medio de diferentes fragmentos.
El título completo en Griego es "Desenmascarar y Refutar la falsamente
llamada Ciencia (lit. Gnosis)" lo cual es uno de sus dos principales
objetivos con esta obra, siendo el segundo, en sus propias palabras: "La
Demostración de la Predicación Apostólica". En "Contra las
Herejías" Ireneo no trata de inventar nada nuevo ni de elucubrar sobre la
fe cristiana, se limita a transmitir las doctrinas que él había recibido por
medio de Policarpo y las Escrituras, para de este modo desenmascarar a los
herejes que se habían infiltrado en la Iglesia.
En "Contra las Herejías", Ireneo de Lyon nos va desgranando una a
una las verdades fundamentales de la fe cristiana: En el libro I hay una serie
de exposiciones sobre los herejes a los que combate, y sus doctrinas, el Libro
II es la refutación propiamente dicha, el Libro III es una demostración de las
verdades fundamentales de la fe cristiana: La verdad de las Escrituras, La
Unicidad de Dios, Cristo hecho hombre, etc. En el libro IV citando ampliamente
las escrituras y las Palabras del Señor demuestra la unidad del A.T. y del N.T.
frente a los gnósticos y otros herejes. El libro V expone su escatología
milenarista, heredada de los apóstoles: el Anticristo, la Resurrección de los
justos y el Milenio
Su información sobre el Anticristo (Libro V, 25:1), del que dice que
provendría de la Tribu de Dan (la única que no se menciona en el Apocalipsis
entre los 144.000 sellados de Israel) es más que interesante. Nos habla del
Número de la bestia y su significado (lo pone en relación con el dios Sol -que
más tarde sería adoptado por Constantino como divinidad protectora-), del
juicio venidero, de la Gran tribulación (de la que dice, como siempre ha dicho
la iglesia hasta hace poco más de un siglo, que será antes del arrebatamiento.
No olvidemos que él escuchó y cita constantemente las doctrinas de Policarpo y
Papías que fueron oyentes directos del Apóstol Juan). Da tres reglas para luchar
contra el gnosticismo, que es el propósito fundamental del libro:
1. Apoyarse en el Antiguo y Nuevo
Testamento.
2. Eliminar los ritos falsos y
creer en la historicidad de Jesús.
3.
La doctrina apostólica
b) Clemente de Alejandría
Nació hacia
el año 150, probablemente en Atenas, de padres paganos; después de hacerse
cristiano, viajó por el sur de Italia y por Siria y Palestina, en busca de maestros cristianos, hasta que llegó a
Alejandría; las enseñanzas de Panteno hicieron que se quedara allí. Hacia el año
202, la persecución de Séptimo Severo le obligó a abandonar Egipto, y se
refugió en Capadocia, donde murió poco antes del 215.
Su
conocimiento de los escritos paganos y de la literatura cristiana es notable; influido por el platonismo, estudió las relaciones entre el
cristianismo y la filosofía griega y fue el iniciador de la elaboración
científica de la teología. Es autor de Exhortación
a los gentiles, Protréptico y Stromata. Contribuyó a que la filosofía fuera aceptada en la Iglesia. Según él, Platón se hallaba en el
camino recto para encontrar a Dios; aunque la plenitud del conocimiento y por
tanto de la salvación la ha traído el Logos, Jesucristo. Así lo señala en el Protréptico
o “exhortación”, una invitación a la conversión.
A los que se deciden a
seguir a Cristo, Clemente dedica la segunda de sus obras, el Pedagogo, el “preceptor”. En el
primero de los tres libros de que se compone, de carácter más general, trata de
la obra educadora del Logos como pedagogo y establece principios generales de
moral. En el segundo y el tercero trata de situaciones de la vida ordinaria en
Alejandría, siguiendo una relación pormenorizada y dando normas sobre ellas: la
manera de vestir y de divertirse, el uso de perfumes, la asistencia a los
baños, la música y la danza, la vida conyugal, la disposición y ornato de la
casa, las buenas maneras, etc.;
Para cerrar
esta trilogía, Clemente proyectaba otra obra, el Didascalos, en la que
iba a exponer sistemáticamente la religión cristiana, pues “el Logos primero
exhorta, luego educa y finalmente enseña”. Pero no llegó a escribirla. En
cambio escribió unos Stromata, o
”tapices”, donde va tratando temas variados con los que Clemente quiere crear
inquietudes religiosas en el gentil. En ellos domina el interés por presentar
el cristianismo como una verdadera gnosis
c) Tertuliano de Cartago
Quinto Septimio Florente Tertuliano, más comúnmente
conocido como Tertuliano (ca.
160– ca. 220) fue un líder de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda
parte del siglo segundo y primera parte del tercero. Nació, vivió y murió en Cartago,
en el actual Túnez. Sus primeras
obras antes de hacerse montanista son escritos generalmente apologéticos contra
los paganos y las diversas herejías y cismas de la época. En estas obras se
nota su educación como abogado por la retórica que usa en sus argumentos, a
veces mordaz y otras veces directamente tomada del derecho romano. Así, para tertuliano, el depósito de la fe descansa
exclusivamente en la iglesia universal, que ha recibido sus enseñanzas de los
apóstoles, por lo que los herejes y cismáticos ni siquiera tienen derecho
"legal" de usar el nombre de cristianos y las Escrituras, ni la
Iglesia se debe tomar la molestia siquiera de discutir con los mismos. Hubiese
sido tertuliano de Cartago un santo del siglo III para la Iglesia
Católico-Romana, conocido como azote de los herejes y defensor de la ortodoxia,
si no hubiese abrazado, el año 207 d.C. el Montanismo.
Pero el montanismo no fue un cisma ni una herejía en sus principios, más
bien, del mismo modo que hoy pasa con el movimiento carismático o pentecostal,
fue una involución de carácter rigorista y en muchos casos fanática y
exagerada, que se dio en el seno de todas las comunidades de la iglesia. Ya como
montanista Tertuliano siguió escribiendo tratados contra las herejías, que han
sido capitales para entender el posterior desarrollo de la teología cristiana.
Quizá la más importante es su tratado "Contra Praxeas", un alegato
contra un tal Praxeas, que en la iglesia de Roma se opuso al montanismo y su
interpretación acerca de la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Así, Praxeas predicaba el llamado "patripasiosismo" herejía
que explicaba que Dios unas veces actuaba como Padre, otras como Hijo, y otras
como Espíritu.
Tertuliano entonces postula la siguiente fórmula para entender la relación
entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esa fórmula es que “Hay en el
Dios único una sola sustancia y tres personas diferentes”. Tertuliano es así
el primero que acuña la fórmula trinitaria. Escribió además, como montanista, ardientes
alegatos contra la iglesia proto-católica a la que acusaba de falta de rigor y
santidad, y llamaba a los católicos los "psíquicos" por su oposición,
según él, al Espíritu Santo. Resulta tremendamente paradójico que un defensor
de la ortodoxia como Tertuliano, se uniese a un grupo tenido por herético por
el resto de la iglesia, y que ya "en la herejía" produjese fórmulas
teológicas que han resultado ser de primerísima importancia para la Iglesia
d) Orígenes de Alejandría
Orígenes (185-254) Es considerado un Maestro de la Iglesia,
destacado por su erudición y, junto con Agustín y Tomás de Aquino uno de los tres pilares de la teología cristiana. Nació en
Alejandría, y fue discípulo de Clemente de Alejandría y de Ammonio Saccas. Enseñó
el cristianismo a paganos y cristianos. Viajó a Palestina en el año
216, tras ser invitado a dar conferencias sobre las escrituras, pues se
caracterizaba por su gran erudición, llegando a ser un gran exégeta. Director de la escuela teológica de Alejandría, disfrutó de un
periodo de creatividad hasta su enfrentamiento con el obispo local, Demetrio,
que le llevó a exiliarse a Cesárea de Palestina. La causa, según lo sabemos por
Eusebio y Focio, de este enfrentamiento fue la ordenación sacerdotal que
Orígenes recibió en Cesárea, sin conocimiento de Demetrio, por parte de
Teoctisto de Cesárea y Alejandro de Jerusalén. Hay que tener en cuenta que,
según las ideas de la época, Orígenes no podía recibir las órdenes por ser
eunuco, ya que se autoemasculó en su juventud en un arrebato de ascetismo. En el año 248
escribió ocho libros Contra Celso. En el año 250 fue encarcelado durante las
persecuciones emprendidas por el emperador Decio. Fue sometido a tortura durante un año y murió cuatro años después
como consecuencia del maltrato sufrido en Tiro. Escribió, según testimonio de Jerónimo, alrededor
de 800 obras, la mayoría referidas a comentarios sobre la Biblia. La mayor de esta se ha
perdido, Exponente privilegiado de la gnosis ortodoxa, fue
el primero en concebir un sistema completo del cristianismo, integrando las
teorías neoplatónicas. En sus obras doctrinarias
(Contra Celso y Sobre los principios), Orígenes expone su pensamiento
filosófico, en el que se muestra deudor del platonismo, del estoicismo y del
neoplatonismo. Sus ideas, recuperadas y sistematizadas en los siglos
siguientes por una corriente de pensamiento llamada origenismo, suscitaron
vivas controversias y fueron finalmente condenadas en el concilio de
Constantinopla (553). Es por eso que no se cuenta
con la mayoría de sus obras. Lo poco que se sabe de ellas se encuentra en citas
registradas en crónicas, tratados de otros autores y las traducciones de
Jerónimo, Rufino y Ambrosius Traversarius. No obstante, se conservan Exaplos,
los Principios y la Defensa del Cristianismo. En sus libros aseveró que conocía
más de veinte versiones de los Evangelios, quejándose por el pésimo estado de conservación
de esos documentos y por las malas interpretaciones que hacían aquellos
encargados de escribirlos.
En su
Comentario sobre el Evangelio de Juan (libro II, capítulo II ), Orígenes afirma
que el Logos (El Verbo de Dios) es theos (dios) sin el artículo definido
("el"), en cambio el Padre es ho theos (el Dios) con artículo.
En la Teología de Orígenes el Hijo de Dios es subordinado al Padre, tendencia
presente en otros Padres del período; esta tendencia subordinacionista puede
ser considerada, sin embargo, ortodoxa.
Ya que nosotros que decimos que el
mundo visible está bajo el gobierno del que creó todas las cosas, declare así
que el Hijo no es más fuerte que el Padre, sino inferior a Él. Y esta creencia
que basamos en el refrán de Jesús mismo, «el Padre que me envió es mayor que
yo». Y ninguno de nosotros es tan insano para afirmar que el Hijo del hombre es
el Señor sobre Dios.
Contra Celso
libro VIII, 15
[...] Y aunque podamos llamarlo
"segundo" Dios (deuteros Theos), permítanos hacerles saber que por el
término "segundo Dios" no queremos decir nada más que una virtud
capaz de la inclusión de todas otras virtudes, y una razón capaz de contener
toda la razón en absoluto que existe en todas las cosas [...]
Contra Celso
Libro V, 39
En esta cita
se puede resumir lo que él afirma sobre el Ser de Dios:
Dios «ni siquiera participa del ser»:
porque más bien es participado que participa, siendo participado por los que
poseen el Espíritu de Dios. Asimismo, nuestro Salvador no participa de la
justicia, sino que siendo la Justicia, los que son justos participan de él. Lo
que se refiere al ser requiere un largo discurso y no fácilmente comprensible,
particularmente lo que se refiere al Ser en su pleno sentido, que es inmóvil e
incorpóreo. Habría que investigar si Dios «está más allá del ser en dignidad y
en poder» (Plat. Rep. 509b) haciendo participar en el ser a aquellos que lo
participan según su Logos, y al mismo Logos, o bien si él mismo es ser, aunque
se dice invisible por naturaleza en las palabras que se refieren al Salvador:
«El cual es imagen del Dios invisible» (Col 1, 15), donde la palabra
«invisible» significa «incorpóreo». Habría que investigar también si el
unigénito y primogénito de toda criatura ha de ser llamado ser de los seres,
idea de las ideas y principio, mientras que su Padre y Dios está más allá de
todo esto.
Contra Celso
libro VI, 64
En esta cita
se muestra su visión del Espíritu Santo:
Si es verdad que mediante el Verbo
«fueron hechas todas las cosas» (cf. Jn 1, 3), ¿hay que decir que el Espíritu
Santo también vino a ser mediante el Verbo? Supongo que si uno se apoya en el
texto «mediante él fueron hechas todas las cosas» y afirma que el Espíritu es
una realidad derivada, se verá forzado a admitir que el Espíritu Santo vino a
ser a través del Verbo, siendo el Verbo anterior al Espíritu. Por el contrario,
si uno se niega a admitir que el Espíritu Santo haya venido a ser a través de
Cristo, se sigue que habrá de decir que el Espíritu es inengendrado... En cuanto
a nosotros, estamos persuadidos de que hay realmente tres personas
(hypostaseis), Padre, Hijo y Espíritu Santo; y creemos que sólo el Padre es
inengendrado; y proponemos como proposición más verdadera y piadosa que todas
las cosas vinieron a existir a través del Verbo, y que de todas ellas el
Espíritu Santo es la de dignidad máxima, siendo la primera de todas las
cosas que han recibido existencia de Dios a través de Jesucristo. Y tal vez
es ésta la razón por la que el Espíritu Santo no recibe la apelación de Hijo de
Dios: sólo el Hijo unigénito es hijo por naturaleza y origen, mientras que el
Espíritu seguramente depende de él, recibiendo de su persona no sólo el ser
sino la sabiduría, la racionalidad, la justicia y todas las otras propiedades
que hemos de suponer que posee al participar en las funciones del Hijo [...]
Comentario
en Juan libro II, 10
Al explicar la
Trinidad, la distinción de las personas predomina respecto a la unidad de
substancia, de tal forma que sólo el Padre es verdaderamente Dios, en cuanto es
el único "no-engendrado"; el Hijo ha sido engendrado, y por esa razón
es un Dios secundario; su acción se halla limitada a los seres racionales. El
Espíritu Santo deriva del Hijo y extiende su acción únicamente a los santos.
Orígenes
postula la creación del mundo ab aeterno, como corresponde, según él, a la inmutabilidad
de Dios, y a su bondad, la cual por su propia naturaleza tiende a una
manifestación y donación continuas. Cree que todas las almas provienen de un
mundo preexistente: los que hicieron uso de su libertad en contra de Dios,
fueron condenados a unirse con el cuerpo; es el caso de los hombres. Los
demonios serían seres cuya desobediencia fue mayor, y por eso cayeron más
abajo. Solamente el alma de aquel hombre que sería Jesús permaneció devota y
unida al Verbo hasta identificarse plenamente con él.
e)
Justino
Nació en la ciudad de Flavia Neapolis (actual Nablus, en Cisjordania; llamada Siquem en el Antiguo
Testamento). Aunque afirma ser samaritano, su familia era pagana de habla
griega, por lo que fue educado en ese contexto cultural. En su Diálogo con Trifón cuenta que estudió
filosofía con diferentes maestros que por una u otra razón le decepcionaron y,
tras convertirse al cristianismo en Éfeso, en tiempos de Adriano, dedicó el
resto de su vida a difundir lo que él consideraba la verdadera filosofía.
Parece ser que viajó bastante, y que al final de su vida se instaló en Roma,
donde fundó el Didascáleo romano, una escuela de filosofía cristiana.
Sufrió martirio en la capital del Imperio, al parecer debido a sus disputas con
el cínico Crescencio, durante el reinado de Marco Aurelio, siendo Junio Rústico prefecto de la ciudad
(entre 162 y 168).
La primera mención de Justino se encuentra en la Oratio ad
Graecos de Taciano, quien lo llama
"el muy admirable Justino", cita una frase suya e informa de que el
cínico Crescencio lo denunció a las autoridades. Ireneo (Haer. I., xxviii. 1) habla de su martirio y
explica que Taciano fue su discípulo, le cita en dos ocasiones (IV., vi. 2, V.,
xxvi. 2) y muestra su influencia en otros lugares. Tertuliano, en su Adversus
Valentinianos, lo llama filósofo y mártir, y el primer antagonista de los herejes.
Hipólito de Roma y Metodio de Olimpia también
lo mencionan y lo citan. Eusebio de Cesárea lo
trata con cierta extensión en su Historia eclesiástica (iv. 18), y le
atribuye las siguientes obras, de las cuales sólo se tienen por auténticas la
primera y la última:
1.
La Primera Apología de Justino Mártir,
dirigida a Antonino Pío, a sus hijos, y el Senado Romano;
2.
Una Segunda
Apología dirigida al Senado Romano;
3.
El Discurso
a los griegos, una discusión con filósofos griegos acerca de la naturaleza
de sus dioses;
4.
Una Exhortación
dirigida a los griegos;
5.
un tratado Sobre
la soberanía de Dios;
6.
una obra
titulada El salmista;
7.
un tratado Sobre
el alma; y
8.
el Diálogo
con Trifón.
La idea del Logos siempre le llamaba la atención a Justino.
Es demasiado asumir una unión directa con Filón
de Alejandria, en este detalle. La idea del Logos era extensamente familiar a
hombres cultos, y la designación del Hijo de Dios como Logos no era nueva a la
teología cristiana. El significado está claro, sin embargo, en la manera en la
cual Justino identifica al Cristo histórico con la fuerza racional vigente en
el universo, que conduce hasta la reclamación de toda la verdad y virtud para
los cristianos y a la demostración de la veneración de Cristo, que despertó
tanta oposición, como la única actitud razonable. Es principalmente para esta
justificación de la veneración de Cristo que Justino emplea la Idea del Logos.
Justino ve al Logos de Dios como un Dios engendrado:
El Logos de la Sabiduría, quien es este mismo Dios engendrado del Padre
de todo, Logos, Sabiduría, Poder, y gloria del Engendrador.
Diálogo con
Trifón LXI
Considera
al Logos un Dios subordinado a Dios, manifestando un claro subordinacionismo:
Yo te persuadiré, desde que tú has
entendido las Escrituras (de la verdad), de que hay, y se dice que existe, otro
Dios y Señor subordinado al Hacedor de todo; quien es llamado Ángel, porque Él
anuncia a los hombres cualquier cosa que el hacedor de todo, sobre quien no hay
otro Dios, desea decirles a ellos.
Diálogo con Trifón LVI
El
siguiente pasaje es motivo de controversia y de interpretación, para entender
cuál es el sentido, en el cual, Justino considera a los ángeles semejantes a
Cristo y dignos de ser también homenajeados:
Nosotros confesamos que somos ateos en
lo que se refiere a los dioses, pero no con respecto al más grande verdadero
Dios, el Padre de la Justicia y la templanza y de otras virtudes, quien es
libre de toda impureza. Pero Él y el Hijo quien proviene de Él y nos enseñó
estas cosas y a la hueste de los otros ángeles buenos que le siguen y que son
similares a él, y al Espíritu profético, nosotros veneramos y rendimos
homenaje.
Primera Apología VI
Los
escritos de Justino que han llegado completos hasta nosotros son las dos
Apologías y el Diálogo con Trifón. En la primera Apología, Justino protesta
contra la condenación de los cristianos por razón de su religión o de falsas
acusaciones. En ella fundamenta que es injusto acusarlos de ateísmo y de
inmoralidad, ya que son ciudadanos pacíficos, cuya lealtad al emperador se basa
en sus mismos principios religiosos. La segunda Apología es un apéndice de la
primera. En su tercer libro, el mártir hace una defensa del cristianismo en
contraste con el judaísmo, bajo la forma de diálogo con un judío llamado
Trifón.
Justino
se negó a la orden dada por Crescencio de ofrecer sacrificios a los ídolos y,
confesando valientemente a Cristo, fue condenado por el juez a morir
decapitado.
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