Decima sesión: Historia Eclesiástica
1) La separación de las iglesias latina y
griega.
La separación de las iglesias latina y griega se hizo formalmente
en el siglo once, aunque en la práctica se
efectuó mucho antes. Durante
cien años, la relación
normal entre papas y patriarcas
se caracterizó por la lucha. Al
final, en 1054 d.C., el mensajero del
papa puso sobre el altar de Santa Sofía, en Constantinopla, el decreto de excomunión.
En base a esto, el patriarca en turno
expidió su decreto de excomunión a Roma y a las iglesias que se sometían
al papa. Desde ese tiempo las iglesias latina y griega se mantuvieron
separadas, no reconociendo la existencia eclesiástica de la otra. La mayoría de
las cuestiones que formaron las causas de la separación parecen casi triviales
en nuestros días. Sin embargo, durante siglos fueron temas de violenta
controversia y a veces de cruel persecución. Doctrinalmente, la principal
diferencia estaba en la doctrina conocida como "la procedencia del
Espíritu Santo". Los latinos repetían: "El Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo" (filioque en latín). Los griegos decían que procedía
"del Padre", dejando fuera la palabra filioque. Sobre esa sola
palabra se realizaron muchos debates, se escribieron innumerables libros y aun
se derramó sangre en amarga lucha. En las ceremonias de la iglesia, diferentes
usos llegaron a ser costumbre en Oriente y Occidente, y estas costumbres se formularon
en leyes. En la iglesia occidental se prohibió el matrimonio de los
sacerdotes, pero se sancionó en la oriental. Actualmente, en toda la
iglesia griega, cada sacerdote de pueblo debe ser casado. En las iglesias
occidentales la adoración de imágenes se ha puesto en práctica durante
mil años, mientras que en las iglesias griegas uno no ve estatuas, sino solo
cuadros. Sin embargo, los cuadros están en relieve, como imágenes en bajo
relieve, y seles estima con la reverencia más profunda. En el servicio de la
misa, las iglesias romanas usan el pan sin levadura (la hostia),
mientras que en la comunión griega se distribuye pan común. Como protesta
contra la observancia judía del séptimo día, surgió la práctica de ayuno en
sábado en Occidente, pero nunca se observó en Oriente. Más tarde, el día de ayuno
católico romano se cambió al viernes, el día de crucifixión de nuestro Señor
Más profunda que estas diferencias de ceremonias para causar la separación
de las iglesias latina y griega fue la causa política de la independencia de
Europa del trono de Constantinopla, en el establecimiento del Santo Imperio
Romano (800 d.C.). Aun después de la caída del antiguo Imperio de Roma en 476 d.C., la idea imperial todavía tenía
fuerza. Los nuevos reinos bárbaros: godos, francos y otras razas, de una manera
vaga se consideraban teóricamente como
bajo el emperador de
Constantinopla. Sin embargo, cuando Carlomagno estableció el Santo Imperio
Romano, ocupó el lugar del antiguo imperio en forma separada e independiente de
los emperadores de Constantinopla. Un estado independiente necesitaba una
iglesia independiente. Sin embargo, el factor más poderoso que condujo a la
separación fueron las continuas reclamaciones de Roma de ser la iglesia
dominante y su papa de ser el "obispo universal". En Roma, la
iglesia dominó poco a poco al estado. En Constantinopla, la iglesia estaba
sumisa al estado. De manera que era inevitable el cisma entre ambas secciones
con conceptos opuestos. La separación final de las dos grandes divisiones de la
iglesia vino, como ya vimos, en 1054 d.C
2) El
Escolasticismo
En el siglo XI
se produjo un resurgir del pensamiento filosófico, fruto del creciente
encuentro entre las diferentes regiones del mundo occidental y el despertar del
interés por las culturas ignotas que culminara en el renacimiento. Los trabajos
de Platón, Aristóteles y otros sabios griegos fueron traducidos por eruditos
árabes y se conocieron en el Occidente cristiano gracias a las aportaciones de
los filósofos musulmanes de al-Andalus y a distintas traducciones del árabe al
latín realizadas en los reinos cristianos de la península Ibérica. Los
filósofos musulmanes, judíos y cristianos interpretaron y clarificaron esos
escritos en una tentativa por conciliar la filosofía con la fe religiosa y
dotar de pilares racionales a sus creencias religiosas. Su trabajo cimentó el
escolasticismo.
El pensamiento escolástico estuvo menos interesado
en descubrir nuevos datos y principios que en demostrar la verdad de los credos
ya consolidados. Su método fue, por lo tanto, dialéctico o discursivo. El
interés por la lógica del discurso llevó a importantes avances tanto en lógica
como en teología. El físico árabe del siglo XII Avicena integró el neoplatonismo y las ideas
aristotélicas con la doctrina religiosa musulmana y el poeta judío Solomon
ben Yehuda Ibn Gabirol elaboró una síntesis semejante entre el pensamiento
griego y el judaísmo. El filósofo eclesiástico y escolástico Anselmo de
Canterbury adoptó la idea de san Agustín de la relación entre fe y razón y
relacionó el platonismo con la teología cristiana. Anselmo, que actuaba
siguiendo la teoría de las ideas de Platón, se mostró a favor de la existencia
separada de los universales o las propiedades comunes de las cosas. De esta
forma, estableció la posición del realismo lógico en uno de los debates más
conflictivos y trascendentes de la filosofía medieval, el de los universales. La
idea contraria, conocida como nominalismo,
fue formulada por el filósofo escolástico Roscelino, quien afirmó que
sólo existen los objetos individuales, concretos, y que los universales (formas
e ideas, mediante las que se clasifican las cosas particulares) constituyen
meros sonidos o signos en vez de sustancias intangibles. Cuando afirmó que la
Trinidad tiene que consistir en tres existencias separadas, sus ideas fueron
condenadas por heréticas y fue obligado a retractarse en 1092. El teólogo
francés Pedro Abelardo, propuso un compromiso entre realismo y
nominalismo conocido como conceptualismo,
según el cual los universales existen en las cosas particulares como
propiedades y fuera de las cosas como conceptos en la mente. Abelardo mantenía
que la religión revelada tiene que ser justificada por la razón. Fundamentó una
ética basada en la conciencia personal que anticipó el pensamiento protestante.
El jurista y
físico hispanoárabe Averroes (el filósofo musulmán más conocido de la
edad media) hizo que la ciencia y el pensamiento aristotélico tuvieran gran
influencia en el mundo medieval gracias a sus lúcidos y eruditos comentarios de
la obra de Aristóteles. Fue conocido como ‘el comentador’ entre los muchos
escolásticos que consideraban a Aristóteles como ‘el filósofo’. Averroes
intentó superar las contradicciones entre la filosofía aristotélica y la
religión revelada distinguiendo entre dos sistemas de verdad separados: un
cuerpo científico de verdades basado en la razón, y un cuerpo religioso de
verdades inspirado en la revelación. Su idea de que la razón tiene preferencia
sobre la religión le llevó en 1195 al exilio. La llamada doctrina de la
doble verdad de Averroes influyó sobre numerosos filósofos musulmanes,
judíos y cristianos, pero también fue rechazada por muchos otros autores y se
convirtió en un problema importante en el ámbito de la cultura medieval.
El rabino y
físico judío Maimónides (una de
las figuras más destacadas del pensamiento judaico), al igual que Averroes,
unió la ciencia aristotélica con la religión, pero rechazó la idea de que ambos
sistemas contrarios pudieran ser verdaderos. En su Guía de perplejos (1180) Maimónides intentó dar una
explicación racional a la doctrina judaica y defendió las creencias religiosas
(como la de la creación del mundo) que entraban en conflicto con la ciencia
aristotélica, sólo cuando estuvo convencido de que faltaban evidencias
decisivas en el sustrato de ambas posturas. El teólogo escolástico inglés Alejandro de Hales y el filósofo
escolástico italiano san Buenaventura,
los dos en el siglo XIII, fundieron los principios platónicos y aristotélicos e
introdujeron la idea de que el alma es forma y sustancia a la vez (o sustancia
no material), para explicar su naturaleza inmortal. La idea de Buenaventura
tendió hacia el misticismo panteísta al hacer del fin de la filosofía la unión
extática con Dios.
El filósofo
escolástico alemán Alberto Magno fue el primer filósofo cristiano en aprobar
e interpretar la totalidad del pensamiento aristotélico. Estudió y admiró los
escritos de los aristotélicos musulmanes y judíos, que conoció por los trabajos
de la Escuela de Traductores de Toledo, y escribió comentarios enciclopédicos
sobre Aristóteles y la ciencia natural de su tiempo. Alberto Magno murió en
1280. El monje inglés Roger Bacon, uno de los primeros escolásticos en
mostrar interés por la ciencia experimental, advirtió que quedaba mucho por
aprender aún sobre la naturaleza. Criticó el método deductivo de sus
contemporáneos, así como la confianza de éstos en la autoridad del pasado,
proponiendo un nuevo método de investigación basado en la observación
controlada.[1]
3) Tomas de Aquino
La mayor figura
intelectual de la era medieval fue Tomás
de Aquino, monje dominico que estudió con Alberto Magno, a quien siguió hasta
Colonia en 1248. Aquino unió la ciencia aristotélica y la teología agustina en
un amplio sistema de pensamiento que más tarde se convirtió en la filosofía
autorizada de la Iglesia católica. Escribió sobre cualquier tema conocido en
filosofía y ciencia, y sus obras más importantes, Summa theologica y Summa
contra Gentiles, donde presenta una estructura de ideas convincente y
sistemática, sigue ejerciendo hoy una poderosa influencia en el pensamiento
occidental. Sus textos reflejan el renovado interés de su tiempo por la razón,
la naturaleza y la felicidad en este mundo, junto con su fe religiosa y
preocupación por la salvación del hombre. Aquino mantuvo, en contra de los
averroístas, que las verdades de la fe y las verdades de la razón no podían
estar en conflicto, sino que más bien son aplicadas a campos diferentes.
Las verdades de la ciencia natural y de la filosofía son descubiertas al razonar
a partir de datos de la experiencia, mientras que los principios de la religión
revelada (la doctrina de la Trinidad, la creación del mundo y otros fundamentos
del dogma cristiano) están más allá de la comprensión racional, aunque éstos no
hayan de ser contradictorios respecto a la razón y deban aceptarse mediante la
fe. La metafísica, teoría del conocimiento, ética y política de Aquino
provenían sobre todo de Aristóteles, pero el dominico incorporó en sus
doctrinas las virtudes agustinianas de la fe, esperanza y caridad y el destino
de la salvación eterna a través de la gracia, a la ética naturalista de
Aristóteles, cuya meta es conseguir la felicidad en este mundo
4)
La Inquisición.[2]
La Inquisición medieval fue establecida
en 1184 mediante la bula del papa Lucio III, como un instrumento para acabar
con la herejía cátara. Fue el precedente del cual nacería el Tribunal de la
Santa Inquisición y del Santo Oficio. En las siguientes décadas, el proceso
de la Inquisición resultó intermitente y contradictorio en muchas ocasiones. Un
ejemplo vivo fue el caso del primer director de la Inquisición de Hungría,
Paulus Hungarus, quien defendió a los chamanes paganos húngaros valiéndose de su gran influencia
con el Papa Inocencio III, e inclusive aseguró que estos al adorar al sol
adoraban al ente supremo que era el mismo Dios, así que no hallaba razón para
condenar a la gente. Paulus Hungarus fue uno de los primeros monjes dominicos,
quien escribió importantes documentos como la Suma de poenitentiae,
tendiendo las bases de la nueva orden a petición de Domingo de Guzmán. Sin
embargo, Paulus fue destituído y reemplazado por un religioso más estricto
cerca de 1232, luego de iniciada propiamente la Santa Inquisición.
En el siglo
XIII en Europa, particularmente en el sur de Francia, se había extendido un
grupo llamado “los cátaros o albigenses” “puros”, que pretendía ser una
renovación espiritual de la vida cristiana. Tenía influencias doctrinales del gnosticismo
y maniquesmo. Afirmaban que había dos principios irreconciliables en lucha
permanente: el bien y el mal; el primero era espiritual, mientras que el
segundo iba vinculado a la materia, la cual era considerada como
intrínsecamente mala. Por consiguiente, el cuerpo era malo y había que hacer lo
posible, a través de un ascetismo bastante riguroso, para liberarse de su
influencia. Por eso mismo, consideraban el matrimonio y la sexualidad como
realidades malas en sí mismas. Se rebelaban contra las autoridades
eclesiásticas. Además, predicaban el ideal de la perfección unido a las
prácticas ascéticas. también
creían en la reencarnación. Las almas se reencarnarían hasta que fuesen capaces
de un autoconocimiento que les llevaría a la visión de la divinidad y así poder
escapar del mundo material y elevarse al paraíso inmaterial. A raíz de este
hecho, la posibilidad cada vez más real de que Inocencio III decidiese resolver
el problema cátaro mediante una cruzada. En 1208 el Papa decretó que toda la
tierra poseída por los cátaros podía ser confiscada a voluntad y que todo aquel
que combatiera durante cuarenta días contra los "herejes", sería
liberado de sus pecados. La cruzada logró la adhesión de prácticamente toda la
nobleza del norte de Francia. Perseguidos por la Inquisición y abandonados por
los nobles, los cátaros se hicieron más y más escasos, escondiéndose en los
bosques y montañas, y reuniéndose sólo subrepticiamente. El pueblo hizo algunos
intentos de liberarse del yugo francés y de la Inquisición, estallando en
revueltas al principio del siglo XIV. Pero en este punto la secta estaba
exhausta y no pudo encontrar nuevos adeptos. Tras 1330, los registros de la
Inquisición apenas contienen procedimientos contra los cátaros.
Los valdenses, si bien
sostenía la mayoría de las verdades de la fe, presentaba una dura oposición a
la Iglesia. Presentaba la pobreza extrema como la única manera de vivir la
relación con los bienes materiales. Pretendía oponerse así al lujo en que
vivían algunos miembros del clero. Negaban el sacerdocio, la Misa y el
purgatorio. A
mediados del siglo XIII, el inquisidor de Passau —Baviera— nombraba 42
poblaciones donde los valdenses habían echado raíces; y en Austria, el
inquisidor Krens hacía quemar a principios del siglo XIV 130 valdenses. Se cree que el
número de ellos en Austria no bajaba de 80.000. Reinerius,
inquisidor de Passau en el siglo XIII. En su primera etapa (hasta 1230), se
denomina oficialmente "Inquisición episcopal" porque no dependía de
una autoridad central, sino que era administrada por los obispos locales. En 1231,
ante el fracaso de la Inquisición episcopal, el Papa Gregorio IX , mediante la bula Excommunicamus creyó
conveniente la creación de una institución que se dedicara al asunto de la
defensa de la fe, la
"Inquisición pontificia", dirigida directamente por el Papa y
dominada por órdenes mendicantes, y convocó a los dominicos, orden religiosa de
reciente fundación, para que llevaran adelante la lucha contra la herejía. La así llamada Orden de
Predicadores debía dar cuenta de su proceder solamente al Pontífice y quedaba
libre de la injerencia episcopal. En 1252, el papa Inocencio IV autorizó
en la bula Ad extirpanda el uso de la tortura para obtener la confesión
de los reos.
En el siglo XV, ante la nueva
crisis de la iglesia, Pablo IV autorizó, la reorganización de esta institución
tribunalicia a la que le dio cierto grado de autonomía con decisiones
inapelables y dependiente únicamente de la autoridad papal. Este tribunal ejercía actividades fiscalizadoras
tanto en los religiosos como en los fieles de la vida civil. Persiguió,
encarcelo, atormentó y quemó en la hoguera, mediante los llamados "autos
de fe", a miles de personas en el afán desmedido de detener, la propagación
del protestantismo y la difusión ideológica, tanto en Europa como en América.
En el virreynato peruano, el tribunal de la Santa
Inquisición se estableció durante el gobierno del virrey Toledo, por Real
Cédula del 25 de enero de 1569. Empezó a funcionar al año siguiente, en 1570. Su
misión no era otra que combatir a los herejes. En este sentido, sus
atribuciones eran las mismas que tenía el Tribunal Inquisitorial de España. Se
buscaba preservar la religión católica,
mucho más aún cuando Felipe II, se había convertido en ardiente defensor y
propagador de la fe. Los actos públicos en los que comparecían los
acusados y en los que se proclamaba la sentencia recibían el nombre de «auto de
fe». De estos hubo 27 a lo largo de la historia del virreinato, siendo el primero
el 15 de noviembre de 1573. La pena de muerte en la hoguera no se realizaba
nunca en el mismo lugar del «auto de fe», sino fuera de la ciudad. En Lima, el
«quemadero» se hallaba en el Pedregal, en las cercanías del cerro San
Cristóbal. A partir del siglo XVIII la actividad de la Inquisición fue
disminuyendo, en parte por la disminución de las denuncias, en parte por la
mayor tolerancia de los jueces. Fue suprimida en todos los dominios españoles
por las Cortes de Cádiz, el 22 de febrero de 1813. Aunque hubo un intento de
restablecimiento en 1814, el tribunal no volvería a funcionar de manera
efectiva, y por Real Orden quedaría definitivamente suprimido el 9 de marzo de
1820.
Modo
de proceder de la Inquisición
La finalidad
buscada según la iglesia católica (aunque no siempre fue así) era la conversión
de los herejes y su reintegración a la Iglesia. Había todo un procedimiento
dividido en etapas. Una vez llegados al pueblo donde se sospechaba de la
existencia de herejes, se proclamaba el tiempo de gracia, que variaba de 15 a
30 días. En este tiempo, todo hereje podía confesar sus errores, siendo a
cambio tratado benignamente y recibiendo penas menores. Se proclamaba el edicto
de fe y, bajo pena de excomunión, se exigía de todos que delatasen a los herejes
o sospechosos de herejía. Terminado el mes de gracia, se procedía a la
persecución y se citaba de manera enérgica a los sujetos acusados, que, en caso
de no acudir, eran declarados contumaces, con pena de excomunión provisional
(definitiva pasado un año).
Luego seguía el
interrogatorio, donde se procedía a examinar a los acusados para verificar si
procedía o no la acusación hecha. Esto generalmente se hacía ante dos
religiosos y un notario, que ponía por escrito los descargos del acusado. En
caso de que el acusado se negase obstinadamente a confesar su culpa, habiendo
indicios bastante probables de que hubiese incurrido en herejía, se procedía a
la tortura. El notario debía estar preparado para escribir la confesión que el
acusado hiciera en este caso. Luego venía la sentencia, en la que varias
personas, entre religiosos y laicos de probada honradez, examinaban los datos
que se tenían sobre el incriminado y emitían su opinión sobre si había
culpabilidad o no. En caso de haber sido arrancada la confesión por medio de la
tortura, también se examinaba su veracidad, es decir, si había sido hecha
solamente por miedo a los castigos corporales o si se podía considerar
auténtica. En sesión pública, generalmente en domingo para que pudiese asistir
la población, se proclamaba la sentencia.
El último paso
era la ejecución de la sentencia, que era llevada a cabo por la autoridad civil
(«el brazo secular»). En caso de que se aplicara la pena de muerte, ésta no
debía conllevar derramamiento de sangre; por lo tanto, la hoguera era el medio
preferido. La pena de hoguera se aplicaba a los herejes confesos mientras que a
aquellos que pedían la reconciliación en el último momento se les estrangulaba
primero después se incineraba su cadáver. En un momento se quiso extender los
procesos de idolatría contra los indios, pero esta moción no prosperó. La
Inquisición sólo tenía potestad para con los españoles cristianos de los cuales
se sospechase de herejía. Los indios eran conversos recientes, de los cuales no
se podía exigir un conocimiento ni una práctica exhaustiva de la fe. Otras penas para el delito de herejía que se
aplicaban con mucha mayor frecuencia que la pena de muerte, que era considerada
una medida extrema y excepcional, eran: remar en las galeras, el destierro, la
confiscación de bienes, la cárcel. Otras sentencias menos duras eran las
peregrinaciones, los azotes, los signos de infamia (vestidos humillantes de
color amarillo, vela verde, soga a la garganta, coroza blanca).
Valoración
La inquisición
es comparable a la caza de brujas efectuada por los protestantes en Europa da
como resultado unas 300,000 personas ajusticiadas a muerte, de las cuales
200,000 lo fueron sólo en Alemania. La Revolución Francesa, en el período del
terror que va de 1792 a 1794, ejecutó en la guillotina a unas 34,000 personas,
de las cuales 12,000 no recibieron juicio. Otras masacres como los
linchamientos de negros en los Estados Unidos de Norteamérica a principios del
siglo XX, ni las referentes a las matanzas de judíos y cristianos en la Alemania
nacionalsocialista de Hitler. En el Perú, el período que va de 1570 a 1820,
sólo sentenció a muerte a 30 personas.
[1] Escolasticismo
consultado el 4 de junio de 2011
[2] Historia de la iglesia
en el Perú – X la inquisición consultado el 6 de junio de 2011
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